Capítulo 12: "Alcohol: El exterminio"

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«Amelia, hoy estás más linda que ayer».

«¿Jack, en serio lo crees?»

«Sí, porque ayer no te he visto».


Para: Príncipe Terminator

¿Te encuentras bien? No he sabido nada de ti en días. Llámame, estoy preocupada.


El mensaje se envía y suspiro mientras miro la pantalla, esperando respuesta.

—¿Aún nada? —pregunta Susana.

Niego con la cabeza, y dejo el celular a un lado para seguir comiendo.

Las chicas, para levantarme el ánimo, propusieron salir a almorzar y pagar lo que se me antoje comer. Pero como no ando con mucho apetito solo pedí el especial de la casa, ensalada fresca, una porción de papas y de postre tres pedazos de torta de chocolate.

Es que no he sabido de Jack en cuatro días, desde la noche que salimos juntos a quién sabe dónde.

Deduzco que he bebido como si no hubiera un mañana y por eso al día siguiente desperté como si fuera parte del casting de The Walking Dead. Lo que es extraño ya que no suelo beber hasta morir, porque sé que me producen lagunas mentales tan fuertes que pareciera una secuela de ¿Qué pasó ayer?

Lo único que recuerdo es que Jack fue a buscarme, y solo por eso sé que estuve con él esa noche. El resto se esfumó, como la porción de papas, olvidé que mis amigas aman las papas casi tanto como a sus esposos.

Siguiendo la línea de lo extraño, Jack no ha estado contestando ni mis llamadas ni mis mensajes.

Sé que está de viaje, pero solo porque fui a buscarlo en su agencia y ahí me lo dijeron. Y no es que su teléfono esté apagado, simplemente suena y suena hasta que me manda al buzón.

¿Será que en verdad lo dejó en su departamento como aseguraron mis amigas? Espero que sea eso y no lo que creo.

Eso espero.

Siguiendo la línea de lo serio, voy a dejar la bebida... extrema. Una copa y ya.

Se supone que ya tuve suficiente con mi padre y esos oscuros días que ya quedaron en el pasado pero que son inevitables recordarlos a veces. Era doloroso verlo, en especial cuando se ponía... violento.

Cuando mi madre murió parecía que mi padre también lo había hecho. No lo veía mucho ya que estaba en la universidad, pero solo bastaban diez minutos en casa con él para querer correr al aeropuerto y tomar el primer avión de regreso.

—Y dijiste que no tenías hambre —comenta Susana mientras lamo la cuchara luego de aniquilar la torta de chocolate.

—Dije que no tenía tanta hambre. —Dejo la cuchara y me lamo los labios, esperando encontrar más chocolate por ahí.

—El hombre que se case contigo tendrá que ser dueño de un restaurante, solo así podrá saciarte. —Bebe su refresco.

—Si se trata de saciarme tendrá que ser dueño de una tienda de juguetes sexuales —digo con honestidad.

Y se hace el silencio. Miro a los lados, noto que varias personas se me han quedado viendo, como si... como si... no, no es posible que me hayan oído, ni que tuvieran orejas de elefante.

Mis tres amigas empiezan a reírse con ganas, y el ruido vuelve al restaurante.

—Por favor díganme que no lo dije tan fuerte. —Me inclino para decirlo bajito.

¿Me van a dejar hablar? [Presente MVDH #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora