Capítulo 1: "Sí, sí, esta soy yo"

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«Jack, tengo que confesarte algo. Yo... yo».

«Amelia, ¿qué sucede? Sabes que puedes decirme lo que sea».

«Pero lo que quiero decirte es algo muy... es que yo... es que yo estoy».


—Amelia.

Jack.

—Amelia.

Yo....

—Amelia, despierta.

Jack, espera.

—Amelia.

No te vayas, aún no te dije lo que quería...

—¡Amelia!

—¡Jack! —grito y abro los ojos, parpadeo tres veces antes de notar la figura horizontal de Isabela.

—¿Terminaste lo que Diego te dijo que redactes?

Levanto mi cabeza del escritorio, recordando que sigo en mi cubículo, y que aún debo trabajar.

—Ya lo acabo —digo mientras me restriego los ojos—. No me falta mucho. —Sonrío amplio para que mi afirmación sea más convincente.

Si se entera que ni he empezado se desmayaría. Así es Isabela, una madre de familia que se preocupa por los hijos de todos, hasta los de mi padre. Y sí, me refiero a mí misma. Me pasa un pañuelo cada vez que estornudo, se asegura de que no tenga ninguna pelusa en mi ropa, y siempre tiene una bendita cada vez que tropiezo con objetos invisibles. Ella es de las que ayuda a ancianos a cruzar todo el continente si fuera necesario, o les sujeta las escaleras a los bomberos cada vez que quieren rescatar gatitos, y si quieres un poco de azúcar te da un costal. Es de las que da y se la pasa dando. Isabela es una heroína y la adoro.

—Me avisas si necesitas ayuda. —Me acaricia la cabeza y se aleja.

Mis manos saltan al teclado y busco como loca la desgraciada carpeta que guarda mis pendientes del día. Muevo el ratón como si le estuviera sobando la panza a algún hombre atractivo y los clics suenan tan rápido que parece que estoy jugando Candy crush.

Un ojo empieza a lagrimearme ya que no he parpadeado en la última media hora, pero el otro continúa el trabajo por su cuenta. Tres dedos, dos nalgas y media, y un cuarto de columna vertebral quedan entumecidas, pero acabo luego de cuarenta minutos. Me desinflo y tumbo la cara en el teclado como papa muerta. Elevo la mirada a la pantalla y los globos oculares casi estallan al notar que sin querer borré todo lo que hice.

—Maldita sea —balbuceo.

Y vuelvo a empezar.

Media hora después, acabo... de nuevo. Me levanto y estiro cada parte de mi cuerpo.

—Ni siquiera las siento. —Acaricio mi parte trasera—. Demonios, la maldita tanga se me ha estancado. —Separo las piernas, intentando desatorar las bragas, pero estas no ceden.

Me paralizo al notar recién que varios pares de ojos están fijos en mí y la indecencia que estoy cometiendo en plenas horas laborales.

—¿Se les ofrece algo? —pregunto con una sonrisa amable.

Tal y como lo supuse, desvían las miradas y vuelven a lo suyo. Eso es lo bueno de mis compañeros, no son de los que se burlan de los otros o hacen chistes vergonzosos... en sus caras, solo a sus espaldas.

Para que se me vaya la incomodidad de lo que ocurre ahí atrás imagino que llueven calzones de abuelita. Ya mentalizada en esa imagen, salgo tranquilamente de la oficina.

¿Me van a dejar hablar? [Presente MVDH #1]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon