Capítulo 23: VALENTINA ALTAMIRANO

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— ¿Segura que no tuviste clases hoy? — papá me pregunta, no me gusta mentirle, usualmente nunca lo hago, pero Angela me necesita y por ella daría mi vida.

— Sí, papá.

— ¿Debido a qué?

— El natalicio de no se quien, ya sabes como es la escuela con los días en que nacen revolucionarios y cosas así — no tengo idea de que nombre darle, es obvio que papá es muy listo, si le suelto cualquier nombre en la fecha incorrecta el se dará cuenta.

— Esta bien, salúdame a Angela. Me alegro que tengas una amiga como ella, hija, te hace bien un poco de su humildad.

No puedo evitar sonreír un poco ante eso, vaya manera de decir que tengo una amiga pobre. Aunque claro, el barrio pobre con su carretera llena de baches en los que el carro de papá ha venido saltando habla por si sólo.

— Te veo después, papá.

— Avísame y paso por ti, princesa.

— Claro — me despido de él con un beso en la mejilla y me bajo del auto, la casa de Angela es bonita a pesar del lugar donde está ubicada.

Así que toco la puerta mientras observo a ambos lados de la carretera con mi cartera bien escondida bajo mi abrigo, no confío en este lugar, es peligroso y como no soy de estos lados el barrio a mi no me respalda.

— ¡Mija! ¿Cómo estás, chula? — le caigo mal, lo sé, soy demasiado seria para su gusto, Angela me lo ha dicho, no le agrado a su mamá. Pero bueno, no me interesa tampoco agradarle a nadie.

— Bien, muchas gracias, doña Rosa — le sonrió de la mejor manera posible, aunque sea falsa no quiere decir que sea irrespetuosa. Papá dice que hay que ser educados con todos.

Y lo intento.

A veces logro hacerlo.

— ¡Angela, te buscan! — doña Rosa grita, estoy parada en la sala simplemente observando al precoz hermano de Angela sentado frente al televisor jugando un video juego.

Lo observo, el simplemente me asiente con la cabeza a manera de saludo y yo hago lo mismo, parece no haberse bañado en días, esta embobado en la pantalla e incluso lo veo llevar una de sus manos a su entrepierna y rascarse.

Que asco, como odio a los hombres.

Mi rostro hace una mueca en automático, soy muy expresiva y es difícil para mí ocultar mi desagrado por el mundo. El me sonríe y yo intento hacerlo también, pero mi cara de asco, mi sonrisa falsa mostrando mis dientes me dejan en evidencia. Se le nota en la cara que se ha dado cuenta.

Bueno lo siento, no puedo evitar ser como soy tampoco.

— ¡Amiguiiiiiiii! — ¿Y a esta que le pasa para llamarme así? — Ven, pasa, pasa.

— ¿Amigui? — le pregunto, ella parece darse cuenta y se ríe negando con la cabeza.

— Lo siento, me he confundido. Es que me acordé de Xenia.

— ¿Quién es Xenia? — pregunto en cuanto ingresamos a su habitación y Angela cierra la puerta.

— Una amiga que conocí en el viaje, no sabes, es increíble y me cayo muy bien, aprendí a quererla en tan poco tiempo, tanto que la extraño ahora.

Mmhmm.

Con que otra amiguita por ahí.

Claro, eso es lo que vale nuestra amistad para ella, dos días alejadas y ella me cambia por cualquier tipa agradable que se ponga enfrente.

Entendido, profesora. TERMINADA. Where stories live. Discover now