Capítulo 29. ANTONELLA FLORES.

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— No puedo hacerlo. ¿Tengo que volver a poner en juego mi estabilidad por ella? ¿Cómo es eso justo?

No era mi intención llorar frente a ella. Pero ha estado viniendo tan seguido a mi casa que ahora mis padres le abren la puerta y la dejan subir a mi habitación sin siquiera avisarme. Por ello cuando abrió la puerta lo primero que se encontró es a mi en mi momento más vulnerable, sobre mi cama, llorando mientras comía de un gran bote de helado.

Y ahora continuo llorando, aferrada a su blusa, unida a su cuerpo mientras me acaricia el cabello.

— Puedes decir que no, Tony. Estas en todo tu derecho de no aceptar.

Lo sé.

Cuando Angela se acercó a mi a platicarme sobre las olimpiadas mi corazón latió de manera acelerada como siempre, su cercanía seguía afectandome. Y se miraba tan hermosa, parada frente a mi, pidiéndome ayuda y diciéndome que entendía si mi respuesta era no.

¿Pero como podría decirle que no?

Los días pasan pero ella me sigue importando de la misma manera, y cada vez que la observo a lo lejos sigo sintiéndome de la misma manera. Aún hay un aura de color rosa que la envuelve, aún provoca que las mariposas en mi estómago revoloteen. Y no me gustaría saber que perdería la oportunidad de ir a la siguiente fase por mi culpa.

Si no era lo suficientemente egoísta como para elegirme a mi misma antes que a ella estaría traicionandome.

Pero si me negaba a acompañarle me arrepentiría noche tras noche por mi egoísmo.

— No puedo decirle que no, Val. Me necesita.

Dolía. Dolía como la mierda aceptar que me sigue importando más ella que yo misma. Que sigo siendo capaz de hacer cualquier cosa por verla bien, por verla feliz.

— Adoro a Angela. Pero esto no es justo para ti en ningún sentido. Estos días habías estado mejorando.

Es lo que demuestro.

Ante todos, ante Valentina, sigo con mi vida, voy a clases, voy al trabajo, continuo con mi día a día. Ante todos parece que estoy mejor, que sigo avanzando, pero en realidad siempre que llego a casa y me encierro en mi habitación es cuando puedo liberar la tristeza que realmente abunda en mi.

— Sé que debería decir que no. Pero hacer eso la lastimaria tanto. No puedo, no puedo hacerle eso. No puedo ser la causa de su tristeza.

— ¿Incluso cuando ella es la causa de que te encuentres ahora así?

— Incluso así.

— No tienes dignidad. — Valentina se aparta de mi dejándome sola sobre la cama. Esta molesta, su pose lo dice todo, parada frente a mi me mira incrédula. — Te quejas de que Angela no te corresponde, de que Angela no te ama. ¿Cómo podría hacerlo? No te quieres ni tú.

Duro.

Así es como suena. Así es como Valentina me habla.

— Creí que tu también querías que Angela vaya a las olimpiadas. Que apoyarias a tu amiga.

— ¡Y es lo que quiero! Yo deseo de todo corazón que a Angela le vaya bien, y que gane. Yo sacrificaría cualquier cosa por que así fuera. Cualquier cosa menos tu bienestar. — Valentina regresa a la cama, se arrodilla frente a mi y me toma del rostro — Cualquier cosa menos tú.

— La amo.

— ¡Pero ella no te ama!

— ¿Y tú crees que no lo sé? ¡Claro que soy consciente de eso! Y si tienes razón, no tengo dignidad, no me quiero a mi misma. La pongo a ella antes que a mi, antes que a todo. Pero no puedo evitarlo, quisiera hacerlo, no puedo, no puedo, no soy así de fuerte.

Entendido, profesora. TERMINADA. Où les histoires vivent. Découvrez maintenant