Capitulo 17.

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¿Por qué? Si algo bueno va a pasar, ¿lo malo viene después? Esto no puede ser el karma. Creo que es como una maldición

—Lucinda, ¿qué ha ocurrido? —mi madre preguntó, agitando mi brazo. Giré mi cabeza hacia ella.

—Esta ciudad es rara, mamá. Estaba hablando tranquilamente con un chico cuando de repente la policía apareció y le dijeron que necesitaban hablar con él —farfullé en lo que ella fruncía el ceño.

—Tal vez el es un criminal buscado, o robó algo e laguna tienda —ella sugirió, y negué con la cabeza.

—El siquiera tenía algo en manos, tampoco lucía como ese tipo de chicos. El llegó a la ciudad ayer, creo que es imposible —defendí al chico, a quién jamás conocí muy bien.

—Bien, aunque capaz el hizo algo malo...

—No, mamá. ¡Admítelo, esta ciudad es rara! ¡Las personas aquí son extremadamente raras! —argumenté.

—¡No tengo tiempo para esto, Lucinda, así que deja de argumentar con tonterías cual las de un chico que apenas conociste y que ya va a la cárcel o algo así!

—¿No tienes tiempo? ¿Desde cuándo tienes tiempo para mí? —cuestioné, y lo que me sorprendió fue que ella me fulminó. Literalmente me fulminó.

—Ni siquiera comiences a hablar sobre eso y de la manera que lo haces pareciera como si tú fueras mi jefe —ella habló severamente— Recuerda, Lucinda, sigo siendo tu madre.

Dejé salir unas cuantas lágrimas, no sabiendo que tenía ese efecto en mi madre; ella me miro con completa preocupación.

—Lucinda. Lo siento...Yo...Yo...

Reí amargamente, sacando las gotas de agua de mi otro

—Está bien. Estoy bien. Jamás fuiste una madre para mí de todas formas. —Pero no lo estaba, pues mi voz se quebró al final.

En ese momento, noté que sus ojos comenzaron a aguarse, jamás vi a mi mamá llorar. Jamás. Siempre era yo.

Antes de que ella pudiera decirme algo, fui rápidamente escaleras arriba hacia mi habitación. Escuché a mi madre llamarme en una suave y triste voz, mas elegí ignorarla.

Cuando llegué a mi cuarto, cerré la puerta y traté de calmarme, dejando que mis rápidas y profundas respiraciones se tranquilicen otra vez hacia lo normal.

Miré por sobre la ventana, la cual estaba abierta. Una idea afloró en mi cabeza, así que tomé un poco de dinero y cambié mis pijamas por unos jeans con remera.

Me coloqué mis converse y mire nuevamente a la ventana, no estaba tan lejos, y grandes enredaderas cubrían la pared, tal vez pueda treparlos arriba y abajo.

Dejando que mi pierna izquierda fuera la primera, le siguió la derecha, hasta que por fin me incorporé. Tomé con fuerza las enredaderas y comencé a descender. Me aseguré de ser cuidados, no queriendo que mi madre me escuchase.

Mis pies finalmente tocaron el suelo y corrí fuera de la casa. Una vez que estaba afuera, quité la capucha sobre mi cabeza y comencé a correr y correr, no preocupándome en mirar hacia atrás.

Detuve mis acelerados pasos cuando llegué a un pequeño autoservicio que encontré cuando fui al centro comercial por primera vez. Fui al área de refrigeración y cogí dos botellas de Cherry Vodka. Cuando llegué a la caja, la mujer me miró, pero no por completo pues me había vuelto a ocultar en la capucha.

—¿Eres menor de edad? —preguntó, y negué.

—Tengo veintidós años —mentí

Ella asintió, creyéndome y colocando los códigos, en lo que le di el dinero y esperaba por mi cambio. Cuando ella me lo dio, rápidamente hice mi camino hasta afuera con las bebidas.

Abrí una de las botellas y gradualmente me la iba terminando. Esta no era la primera vez que tomaba, puede que la quinta si no me equivoco.

Recuerdo que una vez me emborraché tanto que no era capaz de recordar mi nombre ni donde estaba.

En el camino a casa, terminé la primera botella, arrojándola y comenzando a beber la segunda. Mi vista comenzaba a ser borrosa, y me sentí enferma.

Me caí en la acera, dejando que se caiga la botella y comencé a caminar ebria hacia mi casa. Y una vez que la vi, entré y comencé a escalar las enredaderas, con la suerte de que no me caí y llegué a mi cuarto con éxito.

Mmm... Así que saliste, lástima que no cuando tuviste la oportunidad.

Rodé mis ojos mentalmente y traté de bloquear su vos que quería arremeter en mi cabeza. Mis ojos se cerraron y traté de caminar hacia mi cama, cuando mi rodilla dio contra una suave superficie, salté y hundí mi rostro en la almohada.

¿Me estás ignorando? —él gruñó, pero elegí ignorarlo nuevamente desde que no estaba en el modo de contestarle—. Lucinda.

Seguí sin escucharlo, pues no me importaba lo que pudiera hacerme. Un fuerte jadeo escapó de mis labios cuando sentí que el tomó mis tobillos y me arrastró al suelo.

—¡Detente! —grité y caí al suelo con un gran sonido.

Abrí mis ojos y lo fulminé, el estaba enojado se podría decir. Más que enojado. Él seguía siendo el mismo, vacíos ojos negros, piel pálida, y rostro enojado.

Mismo chico muerto,

—¿Qué? —pregunté, sentándome lentamente en lo que dejaba que un suspiro escapase de mis labios y me recostaba en la cama—. ¿Qué quieres ahora? —arrastré las palabras y lo escuché reír.

¿Enserio estás ebria? —cuestionó y reí, sonriendo como una idiota.

—No, y... ¿por qué te importaría si lo estuviese? —pregunté limpiando mis labios con mi mano. Él se mantuvo en silencio pero rió nuevamente.

Estás seriamente colocada.

Fruncí el entrecejo.

—¿Por qué? —pregunté— ¿Jamás viste...–hipo– una persona ebria...–hipo– antes? —arrastré las palabras, molesta por el hipo escapando de mis labios— ¿Qué hay de tus amigos? ¿Tu novia?

Lo vi endurecerse ante las palabras "amigos" y especialmente "novia" Me fulminó por unos momentos antes de sisearme.

No sabes nada de mí. Así que no actúes como si lo hicieses.

Y desapreció. Otra vez. Joder.

© waysidestyles | borntoharry      


Hex [h.s]Where stories live. Discover now