Capitulo 35.

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Miré como él desaparecía en la noche, en el oscuro bosque. Todo parecía ir en cámara lenta mientras desaparecía, era como si él hiciese el tiempo correr, como si él fuese la batería de mi reloj. Cursi, pero era cierto, y odiaba admitirlo.

Mi brazo fue tomado, y eso me hizo escabullirme de mis pensamientos, logrando que diese la vuelta. Mis ojos se encontraron con la fuerte luz que venía de una farola deslumbrante que apuntaba directamente a mi rostro, haciendo que entrecerrara los mismos.

—¿Eres Lucinda May Mackenzie? —preguntó una voz autoritaria que le pertenecía a un hombre.

—S-Sí, soy yo —tartamudeé con miedo, pues no conocía a éste hombre y él peguntaba si yo era Lucinda. La deslumbrante farola fue de repente sacada de mi rostro, y mis ojos se tomaron el trabajo de volver a ajustarse a las penumbras, gracias a este hombre. Estuve a punto de preguntar quién era, pero mis orbes notaron un rostro familiar. Con o sin vista borrosa, sabía quién era la persona que corría hacia mí. Con su cabello rubio balanceándose en su correr, rápidamente fui envuelta en un abrazo por mi madre.

—¡Lucinda! —exclamó ella mientras me arropaba en sus brazos—. Gracias a Dios estas bien —murmuró en mi oído. Me tomó un momento reparar en lo que estaba pasando. Mi madre, abrazándome, y golpeteando mi hombro. Y seis policías, cada uno con una linterna, buscando tras los árboles o hierbas latas. Probablemente...

Probablemente buscando a Harry.

—¿Ven algo inusual? —preguntó uno de los policías al otro, quién negó en respuesta.

—Negativo, señor, el sujeto probablemente nos oyó y corrió.

—Busquen por la zona un poco más, y díganme sus descubrimientos —ordenó uno, seguramente el líder del escuadrón.

—¡Sí, señor! —respondieron al unisón, y se dispersaron en busca de pistas por el bosque.

Mi madre me separó del abrazo para mirarme de la cabeza a los pies, con lágrimas en sus ojos. —¿Estás bien? ¡Luces exhausta! —dijo frotando mi brazo en un intento de confortarme. Pero no necesitaba su simpatía, o su consentimiento.

No le respondí y ella frunció el ceño, probablemente porque no le contesté de la manera correcta, y no estaba en el modo de darle una.

—Bebé, ¿qué ocurre? ¡Tu padre y yo estábamos muy preocupados por ti...! —Se detuvo en cuanto reí— ¿Qué es tan divertido? —cuestionó, y eso me hizo reír aún más. Debo estar trastornada o algo, riéndome cuando no hay porqué.

—¿Tú? ¿Tú estabas preocupada? —pregunté, riendo un tanto más por su intenso fruncimiento del ceño.

—Lucinda...

—No. —Elevé una mano, silenciándola—. No comiences, mamá. No comiences a actuar como si te importara. ¡Porque no te importo! —siseé, y ella gesticuló una mueca.

—Me importas, Lucinda, eres mi hija. No digas y actúes como si fuera una persona desatenta.

—¿En serio? No actúas como una madre para mí —musité con virulencia, haciendo que ella gimoteara como si hubiera escuchado un chisme sobre ella que podría destruir a la familia.

—Lucy... —se lamentó con angustia, queriendo que le tuviera lástima, para que la perdonara por las mentiras que me ha dicho, pero soy más inteligente que eso.

—No me "Lucy...", mamá —dije, con pesar evidente y dejando salir una lágrima mientras miraba hacia abajo—. Te di una oportunidad para que cambiaras, pero claramente no lo hiciste —murmuré.

Hex [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora