Capitulo 18.

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Gruñí, sentándome y frotando mis cansados ojos. Mi cuero se sentía como si pesara dieciséis toneladas, y quería vomitar. Aclaré mis ojos para notar que estaba en mi habitación, sacando las sábanas sobre mí cuerpo, y me paré.

Mis piernas se sentían como gelatina cuanto comencé a caminar hacia el baño. Cuando vi mi reflejo, no pude evitar jadear: ojos rojos, cabello revuelto, y la ropa de ayer. ¿Qué había ocurrido ayer de todas formas?

Mi pregunta fue respondida cuando sentí mi aliento, éste oliendo a Cherry Vodka. Di un respingón y tomé mi cepillo dental. Una vez que termine de lavar mis dientes, asegurándome que el aroma alcohol se haya ido, salí del cuarto de baño y me decidí a bajar las escaleras.

Cuando llegué al último tramo de escaleras, pude oler lo que mi madre estaba cocinando; olía como pancakes y tocino. Me senté y mire fijamente a la mesa la cual estaba un poco decorada, como un jarrón y un pintoresco mantel.

—Buenos días, Lucy —mi madre carraspeó, y dejó frente a mí la comida. No pude más que cuestionarme por qué estaba ella haciendo aquello.

—Mamá —murmuré, y ella me miró— ¿Por qué...Por qué estás haciendo esto? —finalmente pregunté en lo que ella sonrió.

—Porque quiero. Más tarde saldremos. —Y dejó el comedor.

Comencé a masticar mis pancakes y a tomar un vaso de leche. No me gusta el café, pues estaba un poco traumatizada desde una vez en la que quemé mi lengua al intentar probarlo. Y realmente era muy tímida para probarlo nuevamente.

Una vez que terminé, llevé mi plato y vaso a la lavavajilla, donde mi madre comenzó a lavar los trastos.

—¿Adonde iremos? —cuestioné, y ella me miró para luego volver su vista a su trabajo

—Al centro comercial. Vamos a salir de compras, y quiero comprar pintura ya que la pintura de la pared luce muy vieja.

Murmuré un "okay" y salí de la habitación para prepararme.

[...]

—Este lucirá dulce en ti —mi madre sugirió mostrándome un vestido rosado, y me encogí de hombros en lo que negaba con la cabeza.

—No. Jamás en mi vida. —Mi madre rodó sus ojos, y ahora sé de donde saqué el hábito.

—¿Qué te parece este? —Ella alzaba un vestido de diseñador sin mangas, y éste combinaría con mis botas negras. Le di los dos pulgares y ella se dirigió a la caja.

Luego de pagar por el vestido, mi madre y yo nos dirigimos a una heladería. —Frutilla —mi madre dijo y la dependienta asintió con una expresión neutral.

Me pregunto por qué está esto de que toda la gente de esta ciudad tienen esa expresión aburrida, o es como si ellos no tuviera vida.

Ahora era mi turno, y luego de mirar a los sabores, miré arriba.

—Butterscotch, por favor —dije.

Lo raro era que mientras estaba esperando mi helado, ella tan solo me miró a m, haciéndome temblar en miedo, ¿por qué infiernos está ella mirándome así?

Ella me tendió el helado y estaba por irme cuando ella me tomó por la muñeca. Traté de alejarme, pero ella no tenía intenciones de dejarme ir.

—Déjame. Ir —dije y se inclinó hacia delante.

—Ten cuidado, porque cuando la luna se vuelva roja, él vivirá otra vez —ella dijo en un susurro y dejó ir mi muñeca cuando di un tirón.

La miré como si ella estuviera loca y me alejé. ¿Qué diablos quiso decir? ¿Luna roja? ¿Ella es daltónica o algo así?

—¿Qué ocurre? —mi madre cuestionó, exponiendo su helado y comiéndolo.

—Esa mujer es rara.

—Bueno, tal vez ella tan solo está cansada de su trabaja y es por eso que luce como un zombie o algo así —ella sugirió.

—¿No has notado, mamá, que la mayoría aquí lucen como ella? ¿Misma expresión? —pregunté.

—Realmente no noté nada extraño, Lucinda. Quizá es solo un fragmento de tu imaginación.

O de una pesadilla.

—Por cierto, la madre de Ruby llamó —dijo y mis ojos se incrementaron.

—¿Lo hizo? ¿Qué dijo? —Es un poco raro para ella, debe estar muy enojada ya que maté a su hija. Bueno, él.

—Ella dijo que quiere visitarnos, y que no le dirá nada a tu padre sobre donde estamos ahora.

No podía evitar extrañar a mi papá, y estoy segura de que mi madre sabe que él la engañó, pero por sobre todo aún sigue siendo mi padre.

Entonces el teléfono de mi madre sonó. Abrió su cartera y buscó su teléfono, murmurando y maldiciendo cosas que me hacen reír.

—¿Hola? —ella al fin descuelga y sonríe— Hola, Crystal, sí, estamos en el centro comercial ahora mismo...

No estaba prestando atención a su conversación ya que me quedé observando a dos hombres sentados en una mesa a unos pocos metros de distancia, mirándonos, bueno, a mí.

Ellos estaban susurrando y riendo, ¿qué mierda? Luego de eso, ellos se pusieron de pie y se fueron.

El otro me miro y lamio sus labios, haciéndome sentirme disgustada y con ganas de romper sus estúpidas caras.

—Bien... ¡Nos vemos! —Mi madre sonrió y colgó—. Ella vendrá más tarde a la noche, y prepararemos la cena para ella, ¿bien?

Pero no respondí. Porque estaba muy ocupada mirando a un par de vacíos ojos negros que se escondía en la esquina.

Él estaba aquí.

Mi madre me trajo de vuelta a la realidad y terminamos nuestros helados.

Nuestro último local fue el salón. Mi madre decidió cortar su cabello hasta los hombros mientras que yo quería tan solo una pedicura. Pero al igual que el resto, la mujer que aplicaba un azul naval en mis pies me miraba fijamente.

Traté de restar atención leyendo una revista, y luego de unos minutos, habían concluido con nosotras. Pero en cuanto estaba dejando la tienda, la mujer susurró algo.

—Ten cuidado, porque cuando la luna se vuelva roja, él vivirá otra vez.

¿Qué diablos?

¿Por qué en la plena existencia todos ellos me susurran aquello, y por qué no a mi madre? No podía esperar para ir a casa y descansar de toda esta locura que estaba sucediendo ahora.

Cuando llegamos al auto, mamá aceleró. Esperamos por el oficial de tránsito para que nos dé la señal de pasar, y así fue. Pero justo antes de que pasemos, el moduló las misma palabras, incluso aunque no pudiera oír, lo pude comprender.

—Ten cuidado, porque cuando la luna se vuelva roja, él vivirá otra vez.

Me hundí en el asiento, no queriendo que nadie me vea al pasar.

Esta ciudad es el plano del infierno.

© waysidestyles | borntoharry      


Hex [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora