Capítulo 29

4.1K 239 12
                                    

Era sábado y era el día del torneo. Nos reunimos todos en el club de fútbol donde se llevaba a cabo la competencia a las 10 de la mañana, como teníamos dicho. Obviamente, Jason llegó media hora tarde porque se había levantado tarde. Saludó a todos, incluyéndome, pero me mostré poco afectiva. Me agarró del hombro y me miró bien fijo a los ojos.

–Eu, ¿qué pasa? ¿Está todo bien? –no podía evitarlo, que me mirara con sus ojos marrones profundos bien a los míos me podía, y más que encima me tocara. Lo miré con mi peor cara y, fríamente, le contesté un "Sí" y le solté la mano para poder ponerme las canilleras, supuestamente.

Nuestro primer partido era contra un grupo de todas minas con cuerpo de bailarinas de ballet con un señor más grande. Todos tenían la misma camiseta del mismo equipo, lo que pareciera que eran un equipo de chicas con su entrenador. Todas rubias y flacas y lindas y –obviamente– Jason estaba en el paraíso en la Tierra.

Jugamos contra ellas y Jason, al ser muy agresivo, las lastimaba y después les tocaba el hombro y les pedía perdón, lo habrá hecho con 4 chicas. Después de uno de esos sucesos, la pelota vino hacia mí y la corrí con toda mi velocidad hasta cerca del área, llevándomelo puesto a él otra vez y dándole al arco con toda mi fuerza.

Todos me aplaudían mientras yo seguía con mi cara ortiva. Jason vino y me levantó la mano para que le chocara los 5, y se los choqué sin ni siquiera mirarlo. Pobre pibe, seguramente no entendía nada.

Cuando les dimos el saludo de "bien jugado" al equipo contrario, Jason aprovechó para pedirle el número a su blanco desde el inicio del partido. Claramente que, con su encanto y su pelo rubio y sus bíceps, lo consiguió sin hacer esfuerzo alguno. Yo me quedé sorprendida viendo todo el proceso de chamuyo mientras el resto ya se habían ido a hidratarse. Levanté mis cejas y me fui.

Mientras iba a la canilla más cercana para empaparme, escucho a Jason trotando de atrás llamándome.

–Mirá, conseguí el número de la rubia esa de ojos celestes. ¿Viste lo que era? Estaba al palo –dijo con un tono un tanto sexual.

–Sí, felicitaciones, sos un campeón –lo felicité sarcásticamente.

–¿Yo? ¡Vos metiste un tremendo gol que nos salvó a todos! Me llevaste re puesto igual antes de que lo hicieras, solo para que sepas –se rió.

–Bueno, perdoname. No fue a propósito –yo todavía no lo miraba a la cara, y mis respuestas parecían monosílabos. Jason esfumó su sonrisa y puso cara de confundido.

–Mirá, Diamond, si hay algo que me querés decir decímelo, porque no te creo que está todo bien. –se me paró en frente frenándome. Rodeé mis ojos y me corrí para poder pasar pero él me volvió a bloquear.

–Es que, ¿sabés que pasa, Jason?

–No, no sé, Diamond. ¿Qué pasa? Contame –me contestó ya un poco enojado.

–Te digo qué pasa –lo amenacé con la mirada acercándome a él –no podés ir ilusionándome por la vida un día y al otro decirme que somos solo amigos y después volver a ilusionarme.

–¿Ilusionarte? Pensé que ya habíamos hablado de este tema, Diamond.

–Sí, pero vos pareces olvidarte porque lo volvés a hacer. La tratás a esa, ¿Sarah, era? La amiga de Eugenia. Bueno, no sé, la tratás igual que a mí. Le hacés las mismas cosas que me hacías y me hacés a mí.

–¿Savannah? Y sí, boba, porque es mi amiga.

–A Eugenia no la tratás así y también es tu amiga –crucé mis brazos defendiéndome.

–Porque mi relación con ella es diferente. ¿Podés dejar de pelearme? Asumí que vos sola sos la que te ilusionás y me da mucha lástima porque si lo seguís haciendo no sé cómo vamos a hacer para poder seguir siendo amigos.

–Pero, Jason, Dios mío –me estaba empezando a estresar y me pasé las manos por la cabeza –¿Sabés qué? Vos a mí me mirás de la misma manera que la mirabas a Julia ese día de la fiesta de tu club que te la chapaste y con los mismos ojos brillosos con los que me hablabas pensando en ella. Me tocás y los dos sentimos una corriente, no sé cómo explicarte. Es en como me escuchás y no sacás la atención de mí, en cómo me vivís haciendo masajitos. Me volvés loca, en serio, porque me propuse dejar de hacerme la cabeza por boludeces pero me la complicás mucho, Jason. Y si vos no sabés como controlar lo que te pasa, entonces sí que no podemos ser amigos ni nada, porque hasta que lo admitas me van a salir canas.

–Está bien, Diamond, pensá lo que quieras –gritó revoleando las manos al aire, dándose cuenta que todo el mundo nos estaba escuchando.

Crucé una mirada con Eugenia que me estaba haciendo señas de que la corte porque estaba llamando mucho la atención. Me fui a refrescar porque entre el calor, lo que había corrido y que el idiota de Jason me tratara de estúpida me estaba ahogando.

El resto del torneo no me dirigió la palabra y, cuando yo decía algo, me ignoraba.

Habíamos ganado el torneo y, para celebrar, fuimos todos juntos a comer a una pizzería que quedaba al lado. Nos sentamos en una mesa redonda y todo el mundo hablaba menos nosotros dos. En un momento, fue demasiado evidente la tensión que hubo un silencio incomodísimo y –como ya saben el carácter de Jason no es el más sensible– tiró su servilleta al plato e irónicamente dijo:

–Bueno, gente, nadie habla, hay gente que no me banco acá así que me voy. Paguen por mí –tiró un billete de 10 dólares y literalmente se fue. Todos me miraron a mí como si tuviera la culpa y no me iba a bancar que todo el mundo me bardeara así que llamé a mi mamá para que me fuera a buscar y salí a esperarla afuera porque tampoco quería esperar con ellos.

Eugenia vino atrás mío con Claire y las dos se sentaron al lado mío.

–¿Sabés? Para mí él sí te tiene ganas –me susurró Claire.

–Claire, por favor. Superalo. Nunca te voy a dar tus ocho dólares en caramelos. El chabón no me da, punto.

–¿Vos te pensás que le daría tanta atención a lo que pasó si no fuera así? –me aconsejó Eugenia. –El chico está en una etapa de negación, algún día va a abrir los ojos y se va a dar cuenta que en el fondo de su corazón sí te quiere, y más que como una amiga.

Las abracé a las dos. Las quería muchísimo, me bancaban en todas y siempre sabían qué decir.

–Gracias, a las dos. Pero hay posibilidad de que estén muy equivocadas, y es muy alta.



En el colegio Jason no es que solo no me daba bola, me ignoraba completamente. Pedía un corrector líquido a toda la clase y él seguía como si nada, y antes siempre era el primero en dármelo. Me lo chocaba sin querer y le pedía perdón, pero seguía de largo. Era como si yo fuera invisible para él, o como si estuviera muerta.

Yo no sé qué fue lo que dije que le habrá hecho enojarse tanto conmigo, yo solo le conté lo que me pasaba porque él me lo había preguntado, ¿no? Y, sinceramente, yo no sabía cuánto tiempo más le iba a durar este enojamiento.

Y yo seguía yendo al club de boxeo a trabajar, no porque necesitara un celular nuevo pero porque yo quería seguir ganando mi plata. Cuando quería tomar algo, ni siquiera se me acercaba a mí para preguntarme, aunque fuera la única en todo el bar. Estaba dispuesto a deshidratarse con tal de no dirigirme la palabra. Hasta cuando sus compañeros de boxeo me trataban mal, él no les decía nada. ¿Orgulloso? Nah, para nada.

Encima Zavattaro decidió volver a hacer un proyecto de fin de año y nos puso como pareja otra vez porque dijo que hacíamos un buen equipo. Yo también lo pensaba, pero Jason le rogó por favor que lo cambiara de pareja. Totalmente esperable.

Jason se me acercó por primera vez en una semana entera para darme las pautas de cómo trabajaríamos.

–Escuchame, Diamond. Cada uno va a hacer su parte en su casa, ¿estamos? Ahora definimos quién dice qué pero no nos vamos a volver a juntar para hacer la maqueta, ¿sí? –solo asentí y nos fuimos a sentar para resaltar nuestra información.

Within Hate (Español)Where stories live. Discover now