Capítulo 2

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¿Qué mierda le pasaba? Estaba con muchísima bronca y angustia a la vez; no veía la hora de llegar a casa y tirarme a la cama para llorar.  A la mierda con la tarea, la haría después de descargarme. Estaba de muy mal humor, no quería ver a nadie.  Eugenia y Claire corrieron detrás de mí, intentando ayudarme.

–        ¡Eu! ¿Qué te pasó? –preguntó Claire, desesperada porque ella quería leer mi libro cuando yo lo terminara.

–        Jason Trace pasó –dije levantando mis cosas –. Ese imbécil ya hizo mi primer día de lo peor. ¡No paró de molestarme!

–        Será que quiere tu atención... –dijo Eugenia sospechosamente, como siempre hacen tus amigas cuando un pibe te boludea y te quieren hacer creer que te tienen ganas.

–        Sí, no tenés idea. Porque Jason Trace se iba a fijar en mí.

–        ¿Qué sabés? Capaz sí.

–        ¿Sos boluda, Eugenia? Y, aunque tuvieras razón, está con Julia.

–        Cortó con ella en una fiesta de principio de año.

–        ¡¿Qué?! ¡¿Tanto ya?! –dije dejando caer mis cosas nuevamente al suelo.

–        Sí, tonta, ¿no te habías enterado? –dijo Claire, sarcástica.

–        Bueno, decime, ¿parece como si me hubiera enterado?

–        No... –dijo mientras me ayudaba a levantar mis cosas

Las saludé de lejos con la mano y me fui. Una parte mía no dejaba de estar un poco feliz. ¿Será que me gusta? Nah, jamás me podría gustar un tarado como él. Hacía mi vida imposible, a esa clase de gente se la odia. No, odiar no, es muy fuerte. No se agrada, pero de cualquier manera tenía razones para hacerlo.

Llegué a mi casa después de un largo camino de 10 minutos. Me volví caminando, y yo amaba hacerlo, solo cuando no llevo muchas cosas en mi mochila. Tenía tiempo para pensar, tiempo para mí misma. Me encantaba. Podía descargarme en mi cabeza. Todos estos pensamientos se interrumpieron cuando mi mamá me abrió la puerta.

–        ¿Cómo fue tu primer día?

–        Bastante bien, gracias.

–        Me alegro –dijo mi mamá con una hermosa sonrisa en su cara. A veces la envidiaba, ella estaba siempre tan feliz, como si todo le saliera bien. Quería saber cuál era su truco, me hubiera servido de mucho. Ella siempre me contaba de sus viejos amores, y eran buenísimos. Y yo estaba atrás de un boludo que me hacía bullying...

Bah, dejate de joder. Me podía, y mucho. Pero lo detestaba a la vez, y el detestarlo hacía que me gustara más, por alguna razón que desconozco. ¿Seré la única persona a la que le gusta un pibe que la boludea? Era el único flaco de mi colegio que me hablaba. Me hablaba para molestarme, pero por lo menos lo hacía.  Además tenía esa sonrisita de mierda que me mataba.

Ese día decidí irme a dormir temprano así se me pasaba rápido. Llegué, lloré un poco, vi televisión, cené, me bañé, leí y me fui a dormir, como a las 10.

Al día siguiente, llegué al colegio y me senté en mi lugar a leer, mirando constantemente a la puerta para ver a Jason atravesar por ella. Levanté la mirada, ya eran 7 personas, pero no Jason. Después de las 13 que llegaron, lo vi a él. Entró con una enorme sonrisa en la cara, probablemente por algo que le había dicho Josh, un chico de otra clase. Yo babeaba mientras miraba su sonrisa, hasta que vi que se esfumó y dijo:

–        ¿Qué mirás, Wolff?

–        La cara de culo que mostrás

Obviamente, esa cara feliz se transformó en una enojada. Me miraba de reojo,  y me asustaba. No me importaba, ya me odiaba lo suficiente, así que...

Ese día teníamos computación, por mala suerte. Odiaba todo sobre la tecnología: me refiero a lo del CPU, y el monitor, y esas cosas. Lo bueno es que nosotros elegíamos nuestras computadoras, y ya sabíamos cuáles eran las malas y cuáles eran las buenas. Yo me elegí la número 8, la venía elegido desde séptimo. Andaba rápido y se veía bastante bien. Eugenia se sentó en la 7 al lado mío, y Jason, se aproximaba hacia mí con una sonrisa bastante perversa, hasta que se sentó en la computadora número 6, en frente mío.

–        Qué fácil me la hacés, Wolff.

–        Waw, no me acordaba que era yo la que te perseguía a vos y que no es al revés.

–        ¿Estás diciendo que te persigo?

–        Decime vos, hay 22 computadoras vacías y te sentás adelante mío. Se ve que necesitás mucho gastar energías rompiéndome las pelotas.

–        La verdad, tus sentimientos me los paso por el orto, ¿sabés? No quieras darme lástima, Wolff, no va a servir conmigo.

Decidí no contestarle, era lo mejor que se me ocurría. Después de 2 minutos, vi a Nicholas acercarse y sentarse en la computadora 5.

–        Che, a esta chica le vamos a hacer perder todos sus trabajos, ¿no? –Nicholas dijo susurrando, intentando que yo no escuchara, lo que obviamente no sirvió.

–        Obvio, le vamos a desconectar todos los cables. Va a ser un buen año.

Qué imbécil. Era en serio que estaba re al pedo y que no se rendía nunca. Comenzamos a hacer los ejercicios que nos dio el profesor cuando, de repente, mi monitor se apagó.

–        Che, qué caraj... Eu, no, Trace, conectame el monitor de vuelta.

–        ¿Qué se dice, Wolff?

–        Conéctame el monitor de mierda o te dejo sangrando el orto con solo tus calzones.

–        Me parece que es una palabra más corta y menos vulgar.

–        Jason Trace, hermoso de mi corazón, ¿podrías conectarme el bendito monitor por favor?

–        Muy bien, así se disciplina a la gente, Nicholas, deberías aprender. Ya está. –su sonrisa pícara me indicaba que no estaba. Empezó a salir humo de mi máquina, y antes de que empezara a explotar, llamé al profesor. –Eu, te doy 20 dólares si le decís que fue un accidente. –Bueno, ¿quién no aceptaría esa oferta?

–        Em, Christian, mi computadora... está loca.

–        Pero la pu... Diamond, ¿qué hiciste?

–        ¡No sé! Solo estaba en Excel, cuando de repente sentí olor a quemado y te llamé. Te juro que no toqué nada.

–        Está bien, cambiate de computadora, pero solo por hoy.

¡Me iban a alejar de Eugenia! Todo por la culpa de Jason. Por suerte, era solo un día, podía aguantar. Pero, ¿podría aguantarme a Jason por el resto del día? La tortura siguió en nuestra clase de biología.

El profesor Zavattaro entró con su hermosa cara de alegría de todos los días; ojalá se haya entendido mi sarcasmo. Apenas entró, dio las pautas, sin ni siquiera presentarse. Después de todo su discurso, habló de la primera nota del semestre:

–        Este año, van a dar un examen oral diagnóstico de los últimos temas que vimos el año pasado. Serán grupos de dos, y los voy a elegir yo, así que antes de intercambiarse miradas con la persona que quieren estar escúchenme lo que quiero hacer: voy a agarrar una caja, y en ella van a haber papelitos con números del 1 al 26, pero van a estar repetidos. Es decir, van a haber dos 1, dos 2, dos 3, y así sucesivamente hasta el 26, y quienes agarren el mismo número, serán un grupo. ¿Entendido?

–        Entendido –dijo la clase entera, sincronizadamente.

Zavattaro pasó por los bancos uno por uno. Pasó por el mío, pero yo estaba en el tercer banco, así que no era la primera en elegir.  Cuando por fin pasó, agarré mi papel: era la número 6. Seguí esperando pacientemente hasta que alguien dijera que tiene el 6. En eso, escucho a Jason gritando: ¿Quién tiene el número 6? ¿Alguien? Buen, voy a ser su compañero.


Mierda. 

Within Hate (Español)Where stories live. Discover now