C A P I T U L O 18

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—Jesús —dijo casi sin voz.
—¿Estás bien? —preguntó Jenny, colocándole la mano con preocupación en el hombro.
No podía contestar. Sólo podía mirarla fijamente, sintiendo como si le hubieran golpeado la frente con un stick. Cuando la había dejado en el Sea-Tac hacía siete años, no había pensado que se volverían a encontrar. Recordó la última vez que la había visto: una muñequita voluptuosa con un pequeño vestido rosa. Recordaba bastante más de ella, y lo que recordó le hizo esbozar una sonrisa. Por razones que no podía recordar en ese momento no había estado borracho la noche que había pasado con ella. Pero creía que no tenía importancia si había bebido o no porque, borracho o sobrio, __________ Howard no era el tipo de mujer que un hombre pudiera olvidar.
—¿Qué ocurre, Justin?
—Ahh... nada. —Miró a Jenny, luego volvió la mirada a la mujer que le había causado tantas molestias al fugarse de su propia boda. Tras ese desafortunado día, Virgil Duffy había desaparecido del país durante ocho meses. El verano siguiente, los entrenamientos de los Chinooks habían estado llenos de especulaciones. Algunos jugadores pensaban que la novia de Virgil había sido secuestrada, otros tenían varios tipos de hipótesis sobre su escapada. Y también estaba Hugh Miner que creía que en vez de casarse con Virgil ella se había suicidado en el cuarto de baño y que Virgil lo había ocultado. Sólo Justin sabía la verdad, pero había sido el único de los Chinooks que no había hablado.
—¿Justin?
Ella estaba allí, en medio del salón, tan bella como la recordaba. Tal vez más. Quizá fuera el esmoquin que parecía resaltar las curvas de su cuerpo en vez de ocultarlas. O tal vez era la luz que iluminaba su pelo oscuro, o el definido perfil de esos labios carnosos. No sabía si era sólo una de esas cosas o todas a la vez, pero descubrió que cuanto más la miraba, más profunda era su curiosidad. Se preguntó qué estaría haciendo en Seattle. ¿Qué habría sido de su vida? ¿Habría encontrado a algún ricachón con el que casarse?
—¿Justin?
Devolvió la atención a su pareja de esa noche.
—¿Pasa algo? —preguntó ella.
—No. Nada. —Volvió a mirar a __________ otra vez y la observó colocar un bolso negro sobre la mesa. Extendió la mano para estrechársela a Ruth Harrison. Luego sonrió, agarró el bolso y dando media vuelta, se marchó.
—Discúlpame, Jenny —dijo, poniéndose en pie—. Vuelvo enseguida.
Siguió a __________ mientras ella se abría paso con dificultad entre las mesas sin perderla de vista.
—Perdón —dijo, abriéndose paso a empujones entre dos ancianos.
La alcanzó cuando estaba a punto de abrir una puerta lateral.
—__________ —dijo cuando la mano de __________ alcanzaba el pomo de latón.
Ella se detuvo, lo miró por encima del hombro y luego se lo quedó mirando durante cinco largos segundos antes de abrir la boca lentamente.
—Creo que nos conocemos —dijo él.
Ella cerró la boca. Sus ojos verdes parecían enormes como si la hubieran sorprendido cometiendo un delito.
—¿No me recuerdas?
Ella no contestó. Sólo siguió mirándolo.
—Soy Justin Bieber. Nos conocimos el día que huiste de tu boda —le explicó, aunque se preguntaba cómo podría olvidarse de ese desastre en particular—. Te recogí y nosotros...
—Sí —lo interrumpió ella—. Te recuerdo. —Después no dijo nada más, y Justin se preguntó si su memoria lo estaría engañando porque según recordaba era una charlatana incorregible.
—Oh, bien —dijo para cubrir el embarazoso silencio que se extendió entre ellos—. ¿Qué haces en Seattle?
—Trabajo. —Ella respiró profundamente, lo que elevó sus senos, luego dijo a toda prisa al tiempo que expulsaba el aire—. Bueno, tengo que irme —y se giró tan rápidamente que chocó contra la puerta cerrada. La madera traqueteó ruidosamente y el bolso se le cayó de la mano, esparciéndose parte del contenido por el suelo—. Es que nada me sale bien... —dijo ella entre dientes con el arrastrado acento sureño que Justin recordaba tan bien, agachándose para recuperar las cosas.
Justin se acuclilló y recogió un lápiz de labios y una pluma. Se los tendió con la mano abierta.
—Aquí tienes.
__________ levantó la vista y sus ojos se perdieron en los de él. Estuvieron así varios segundos, luego cogió el lápiz de labios y la pluma. Sus dedos rozaron la palma de su mano.
—Gracias —susurró, y apartó súbitamente la mano como si se hubiera quemado. Luego se levantó y abrió la puerta.
—Espera un momento —le dijo él, recogiendo del suelo una chequera que no habían visto. En el tiempo que le llevó recogerla y levantarse, ella se había esfumado. La puerta se cerró de golpe haciendo que Justin se sintiera idiota perdido. Ella se había comportado como si le tuviera miedo. Y la verdad era que aunque no recordaba todos los detalles de la noche que habían pasado juntos, sí se acordaría de haberle hecho daño. Antes de admitir siquiera la posibilidad, la descartó por absurda. Ni siquiera borracho como una cuba habría lastimado a una mujer.
Perplejo, se dio la vuelta y caminó lentamente hacia la mesa. No podía creer que ella hubiera huido de él. Los recuerdos que tenía de __________ no eran en absoluto desagradables. Habían compartido una noche de sexo salvaje, luego le había comprado un billete de avión para que se fuera a casa. Bueno, sabía que había herido sus sentimientos, pero en aquel momento de su vida fue lo mejor que pudo haber hecho.
Justin miró la chequera que tenía en la mano y la abrió. Se sorprendió de que sus cheques estuvieran pintados con ceras de niños. Dirigió la mirada a la esquina superior izquierda y todavía se sorprendió más al ver que su apellido no había cambiado: seguía siendo __________ Howard y vivía en Bellevue.
Las preguntas se le agolparon en la cabeza, pero no tenía respuesta para ninguna de ellas. Sin importar cuál fuera la razón estaba claro que no quería verlo. Se metió la chequera en el bolsillo de la chaqueta. Se la mandaría el lunes por correo.

Simplemente irresistible {Justin Bieber & Tu} TERMINADAUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum