C A P I T U L O 4O

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¡¡Capitulo Perver!!

—No le hagas caso —dijo __________ desde detrás de la revista.
Jugar con muñecas era una experiencia nueva para Justin. Él nunca había tenido hermanas ni amigas de su edad. De niño había jugado con figuras de acción, pero sobre todo había jugado al hockey. Puso el top sobre los senos de plástico duro de la Barbie, y luego cogió las mallas. Cuando vistió a la muñeca se dio cuenta de dos cosas. Que subir las mallas por las piernas de plástico era una putada y, que si Barbie fuera real, no sería el tipo de mujer a la que querría ayudar a vestir o a desvestir. Era flaca y dura, y sus pies acababan en punta. Y luego se dio cuenta de otra cosa.
—Eh, __________.
—¿Hum?
La miró.
—¿No irás a contarle a nadie nada de esto, verdad?
Ella bajó un poco la revista y sus grandes ojos verdes lo miraron con atención por encima.
—¿El qué?
—Esto —le dijo, apuntando hacia el salón de belleza—. Algo así, podría poner en peligro mi reputación con los jodid... Ah, lo siento —se corrigió antes de que las chicas lo hicieran—. Algo así podría convertir mi vida en un infierno.
La risa de __________ llenó el espacio entre ellos y él también soltó una carcajada. Imaginó que tenía cara de tonto allí sentado tratando de ponerle las botas a una Barbie. Entonces, de repente, cesó la risa de __________ y ella dejó la revista sobre la mesa.
—Voy a darme una ducha —dijo, levantándose.
—¿Quieres hacerte la permanente ahora? —preguntó Lexie a Justin.
Justin observó el balanceo de las caderas de __________ mientras salía de la habitación.
—¿Tengo que hacerme una permanente? —preguntó, centrando la atención en su hija.
—Sí.
Justin puso a la Barbie con las botas de prostituta encima de una silla rosa del salón. Él no sabía mucho sobre salones de belleza, pero había tenido un par de novias que habían perdido el tiempo y el dinero en ellos.
—¿Puedes hacerme las uñas mientras tanto? —preguntó, luego ordenó la cera y un masaje facial de albaricoque.
Lexie se rió y le dijo que era gracioso y de repente jugar con Barbies no fue tan malo.


Lexie duró hasta las diez en punto cuando, exhausta, insistió en que Justin la llevara a la cama. Él se había anotado muchos puntos ante su hija al jugar con el Centro de Belleza de Barbie.
En cualquier otro momento __________ podría haberse sentido herida por la deserción de Lexie, pero esta noche le preocupaban otros asuntos. Otros problemas. Grandes problemas. Después de aquel beso en la cocina Justin no sólo era mejor que tener el pelo hecho un desastre, sino que además era mejor que depilarse las cejas. Y por si eso no hubiera sido suficiente, se había sentado en el suelo y había jugado a las muñecas con una niña de seis años. Al principio había estado ridículo. Un hombre grande y musculoso con unas manos enormes preocupándose de que un bolso hiciera juego con unas botas de plástico. Un viril jugador de hockey preocupándose de lo que pensarían los demás tíos de él. Entonces, de repente, ya no pareció ridículo. La había mirado desde el suelo mientras le ponía las mallas a una Barbie. Había parecido que era el padre y ella la madre como una familia de verdad. Sólo que no lo eran. Y cuando se habían mirado y habían compartido una sonrisa cómplice, había notado una pequeña punzada en el corazón.
Y no había nada ridículo en eso. Absolutamente nada, pensó mientras salía a la terraza. Apenas podía ver las olas del océano, pero las oía. La temperatura había descendido y se alegró de haberse puesto un jersey de cuadros azules y una falda vaquera. Tenía frío en los pies, y deseó haberse acordado de ponerse los zapatos. Se rodeó con los brazos y contempló el cielo de la noche. Nunca había sabido nada de astronomía, pero le gustaba mirar las estrellas.
Oyó cómo la puerta se abría y cerraba, luego sintió una manta sobre los hombros.
—Gracias —dijo, envolviéndose en ella.
—De nada. Creo que Lexie estaba dormida antes de meterse entre las sábanas —le dijo Justin mientras se apoyaba en la barandilla a su lado.
—Es lo que le suele pasar. Siempre lo he considerado una bendición. Quiero a Lexie, pero me alegro cuando se duerme —meneó la cabeza—. Eso suena mal.
Él se rió entre dientes.
—No, no es así. Me doy cuenta de cuánto llega a cansar. Estoy empezando a sentir mucho respeto por todos los padres del mundo.
Ella levantó la vista a su perfil mientras él observaba el océano con la mirada perdida. La iluminación de la casa proyectaba rectángulos de luz sobre el suelo de madera y sumía el rostro de Justin en sombras. Llevaba puesta una chaqueta deportiva azul marino con las solapas verdes.
—¿Cómo fuiste de niño? —le preguntó, curiosa. Lexie y ella no se parecían tanto como todo el mundo creía.
—Regular. Creo que a mi abuelo le quité diez años de vida.
Ella lo miró.
—Anoche mencionaste a Ernie y a tu madre. ¿Qué pasó con tu padre?
Justin se encogió de hombros.
—No lo recuerdo. Murió en un accidente de coche cuando yo tenía cinco años. Mi madre tenía dos trabajos, así que se podría decir que me criaron mis abuelos. Mi abuela, Dorothy, murió cuando yo tenía veintitrés años.
—Entonces tenemos algo en común. Ambos fuimos criados por nuestras abuelas.
La miró por encima del hombro; la luz de la casa iluminó su perfil.
—¿Qué pasó con tu madre?
Años atrás le había mentido sobre eso; se había inventado una historia bastante buena. Era obvio que él no la recordaba. En la actualidad, ella se sentía cómoda con quien era y no sentía necesidad de mentir.
—Mi madre no me quería.
—¿No te quería? —Arqueó las cejas—. ¿Por qué?
Ella encogió los hombros y miró hacia la noche oscura y a la silueta aún más negra de Haystack Rock.
—No estaba casada y supongo... —Hizo una pausa y luego dijo—: La verdad es que no lo sé. El año pasado me enteré por mi tía de que quiso abortar, pero mi abuela se lo impidió. Cuando nací, mi abuela me llevó a casa desde el hospital. Creo que mi madre ni siquiera me dirigió una mirada antes de dejar el pueblo.
—¿En serio? —sonaba incrédulo.
—Por supuesto. —__________ se arrebujó más en la manta—. Siempre estuve segura de que regresaría y trataba de ser una niña buena para que así me quisiera. Pero nunca volvió. Ni siquiera llamó. —Encogió los hombros otra vez y se frotó los brazos—. Sin embargo, mi abuela trató de compensarlo. Clarissa Jane me amó y me cuidó lo mejor que pudo. Tanto, que me preparó desde pequeña para convertirme en la «señora de». Quería que me casara antes de que ella se muriera. Al final de su vida se esforzó mucho en buscarme marido. Era tan pesada que no quería ir al Piggly Wiggly con ella. —__________ sonrió ante el recuerdo—. Me paseaba delante de todos los hombres que aparecían, desde viajantes a vendedores de seguros. Pero, en secreto, tenía puesto el corazón en el carnicero, Cletus J. Krebs. Clarissa se había criado en una granja de cerdos y apreciaba mucho un buen corte de carne. Cuando se enteró de que estaba casado, le sentó como una patada. —Esperó a que él soltara una carcajada, pero no obtuvo ni una triste sonrisa.
—¿Y tu padre?
—No sé quién es.
—¿Nunca te dijeron quién era?
—Nunca. Además creo que aunque mi madre lo supiera no me lo diría. Cuando era niña, algunas veces pensaba... —Se detuvo y negó con la cabeza, con vergüenza—. No me hagas caso —dijo, y enterró la nariz en la manta.
—¿Qué pensaste? —preguntó.
Ella lo miró y respondió al tono amable de su voz.
—Es una tontería, pero siempre pensé que si él lo hubiera sabido, me habría querido, por eso siempre intenté portarme bien.
—Pues no es una tontería. Estoy seguro de que si hubiera sabido que existías, te habría querido muchísimo.
—Yo no lo creo así. —Sabía por experiencia que los hombres que ella amaba no la querían. Justin era un buen ejemplo. Giró la cabeza y se puso a observar el océano otra vez—. No creo que le hubiese importado lo más mínimo, pero eres muy amable por afirmar lo contrario.
—No, no es amabilidad. Estoy seguro de que le habrías importado.
Ella opinaba todo lo contrario, pero daba igual. Se había olvidado de todas esas fantasías hacía ya algunos años.
La brisa le revolvió el pelo y el silencio se extendió entre ellos mientras miraban la oscuridad y las olas plateadas. Después habló Justin, su voz fue un susurro apenas por encima del viento.
—Me rompes el corazón, lo sabes. —Sacó las manos de los bolsillos de la chaqueta y se giró hacia ella—. Tenemos que hablar de lo que sucedió antes en la cocina.
__________ se quedó sorprendida ante tal admisión, pero no tenía ganas de hablar de aquel beso. No sabía por qué la había besado o por qué ella había respondido como si hubiera perdido la capacidad de decir que no. Sintió frío en los pies y pensó que era un buen momento para retirarse y ordenar sus pensamientos.
—Es evidente que me siento muy atraído por ti. —__________ decidió que podía esperar un poco más para dejar que terminara de hablar—. Sé que te dije que era inmune a ti y que te encuentro completamente resistible. Pero te mentí. Eres bella y suave y, si las cosas fueran diferentes entre nosotros, daría un riñón por hacer el amor contigo. Pero no lo son, así que aunque me mires y parezca que estoy a punto de saltarte encima, quiero que sepas que no lo haré. Tengo treinta y cinco años y puedo controlarme. No quiero que te preocupes, intentaré reprimirme con todas mis fuerzas. —Nadie le había dicho nunca que daría parte de su cuerpo por estar con ella—. Quiero asegurarte que no te besaré, ni te tocaré, ni saltaré sobre ti. Creo que ambos estamos de acuerdo en que el sexo entre nosotros sería un error.
Si bien estaba de acuerdo con él, se sintió un poco decepcionada de que pudiera controlarse.
—Tienes razón, por supuesto.
—Arruinaría todo lo que hemos adelantado en nuestra relación.
—Cierto.
Se volvió y la miró.
—Si lo ignoramos, desaparecerá. —Deslizó la mirada por su pelo y luego por su cara.
—¿Lo crees de verdad?
Apareció una arruga entre las cejas de Justin que lentamente sacudió la cabeza.
—No, no me creo una mierda —dijo, sacando las manos de los bolsillos para ahuecarle las mejillas entre las cálidas palmas de sus manos. Con el pulgar le acarició la piel fría e inclinó la frente hasta apoyarla en la de ella—. Soy un tío egoísta y te deseo —dijo en voz baja—. Quiero besarte y tocarte y... —hizo una pausa y ella vio el brillo pícaro en sus ojos—... saltar sobre tu precioso cuerpo. Y, si bien tengo treinta y cinco años, encuentro imposible controlarme contigo. Quiero poseerte y no pienso más que en hacer el amor contigo, ¿sabes?
Él la embelesaba, la dejaba sin aliento y hacía desaparecer toda resistencia. Incapaz de hablar, ella negó con la cabeza. Justin siguió hablando.
—Anoche tuve un sueño muy lujurioso contigo. Un sueño salvaje. Hacíamos cosas que mejor no te cuento, porque si lo hiciera me metería en problemas.
«¿Soñó conmigo?». Trató de pensar algo inteligente y provocador, pero no pudo. Todo pensamiento racional había abandonado su mente cuando dijo aquello de saltar sobre su precioso cuerpo. Siempre había pensado que su cuerpo era desmañado y poco atractivo.
—Así que tú tienes que ser la sensata. Cuento contigo para decirme que no. —Rozó su boca con la de él y dijo—: dime que no y te dejaré sola.
Él estaba demasiado cerca, era demasiado guapo y lo deseaba demasiado para ser sensata. Quería meterse debajo de su piel y ni siquiera consideró decir que no. Soltó la manta que cayó en un charco a sus pies. Lo cogió por las solapas abiertas de su chaqueta y tomó impulso. Con la punta de la lengua rozó levemente la línea de los labios de Justin y él abrió la boca. El beso que habían compartido antes había comenzado despacio pero se había vuelto ardiente en pocos segundos. Este beso fue mucho más largo. Con las bocas abiertas y las lenguas entrelazadas. Tenían toda la noche por delante y ninguna prisa.
Había aprendido cómo complacer a ese hombre años antes. Las habilidades que había perfeccionado hasta ser un arte estaban profundamente arraigadas en su interior. Pero no sabía si todavía podía coquetear con él para volverlo loco. __________ llevó las manos a la cinturilla de los pantalones de Justin y deslizó lentamente las palmas bajo la chaqueta, desde de su abdomen caliente hasta su pecho. Bajo sus caricias se tensaron los duros músculos y Justin presionó su boca más profundamente en la de ella creando una succión suave. Jugueteó con su lengua y ella sintió que el corazón le latía con fuerza. Justin desplazó una de sus manos a las caderas de __________ y la acercó más contra su cuerpo.
Ella sintió su erección contra el vientre. Era larga y dura. La pasión y la satisfacción femenina se fusionaron, y __________ sintió un latido sordo en la unión de sus muslos. Se frotó contra él y la pasión se transformó en una espiral de fuego. La mano en su cadera se puso tensa, luego él retiró los labios.
—Eras buena hace siete años —dijo mientras la brisa de la noche le alborotaba el pelo—. Pero tengo el presentimiento de que ahora eres mejor.
__________ podía haberle dicho que no había practicado desde entonces. De hecho tenía tan poca práctica que no sabía qué contestar. Sin la distracción de su boca sensual y con el sonido de sus desvergonzadas palabras resonando en su cabeza, ella sintió que el frío traspasaba su jersey y sintió un escalofrío.
—Vamos —dijo, tomándola de la mano. La atrajo hacia su cuerpo y juntos entraron en la casa y cerraron la puerta. Justin la besó suavemente en los labios, luego se quitó la chaqueta—. ¿Tienes frío? —preguntó, tirando la chaqueta en el sofá.
__________ tenía la piel de gallina, pero no por el frío.
—Estoy bien —contestó, restregándose los brazos por encima del jersey.
—¿Enciendo el fuego de todos modos?
No quería esperar más para sentir sus labios contra los de ella, pero no quería que pareciera que estaba hambrienta de él.
—Si no es demasiado problema.
Justin le dirigió una sonrisa perezosa.
—Oh, creo que puedo arreglármelas —dijo, caminando hasta la repisa de la chimenea y presionando un interruptor. La descarga anaranjada de una llama inflamó el chorro de gas e iluminó los leños falsos.
__________ le correspondió con otra sonrisa.
—Creo que eso es hacer trampas.
—Sólo para un boy scout y no lo soy.
—Debería haberlo adivinado. —Ella intentó ver a través de los ventanales, pero sólo podía ver su reflejo. Sintió un momento de pánico mientras trataba de recordar si llevaba puesta ropa interior de raso o si se la había cambiado por la de algodón blanco.
—¿El qué? —preguntó Justin, poniéndose detrás de ella—. ¿Que no soy un boy scout? —La cogió y la atrajo de nuevo contra su pecho—. ¿O que tenga un fuego falso?
__________ miró su reflejo ondulado. Dirigió la vista hacia la apuesta cara de Justin y ya no le importó si llevaba las bragas de Hanes o las de Victoria's Secret. Se arqueó un poco hacia atrás y se frotó a conciencia contra su ingle.
—¿Tu fuego es falso, Justin?
Él respiró hondo y su risa ahogada resultó un poco tensa cuando contestó:
—Si eres buena, te lo enseñaré más tarde. —Él la besó en la coronilla, luego cogió el borde del jersey—. Pero por ahora, me lo enseñas tú. —Se lo sacó por la cabeza y lo dejó caer a un lado. El primer impulso de __________ fue levantar las manos para taparse los senos. Pero las mantuvo a los lados y se quedó de pie ante él con la falda vaquera y el sujetador azul de raso. Los dedos de Justin le acariciaron el estómago, luego ahuecó los pesados senos con sus fuertes manos.
—Eres hermosa —le dijo mientras rozaba con los pulgares el raso que le cubría los pezones—. Tan hermosa que apenas puedo respirar.
__________ reconoció la sensación. También ella sentía como si sus pulmones se quedaran sin aire mientras observaba cómo las manos de Justin le sopesaban los senos. Se sintió incapaz de apartar la vista cuando él soltó el sujetador y le deslizó lentamente los tirantes por los hombros. El raso azul se deslizó por las curvas de los senos, brillando tenuemente sobre sus pezones, luego cayó al suelo. Súbitamente avergonzada, __________ intentó ocultarse de su vista apretándose contra su pecho para ocultarse de su mirada ardiente. Pero él movió las manos a su cintura y la mantuvo donde estaba.
—Alguien podría vernos —dijo ella.
—No hay nadie fuera. —Le acarició los pezones ligeramente con la yema de los dedos.
__________ comenzó a jadear.
—Podría haber alguien.
—No estamos al nivel de la playa. Estamos a más altura. —Observó cómo él le pellizcaba suavemente los arrugados pezones entre el pulgar y el índice y, de pronto, ya no le importó nada. Podría haber desfilado por la terraza un autobús lleno de marineros y no le habría importado lo más mínimo. Arqueó la espalda y levantó los brazos para coger entre las manos la cabeza de Justin. Le empujó la lengua en la boca hasta separarle los labios y le dio un beso ardiente, ávido. Surgió un gemido desde lo más profundo del pecho de Justin mientras jugueteaba con sus senos. Los levantó y apretó, luego movió las manos al botón de la falda. Le deslizó por las caderas y los muslos la falda y la braga azul hasta que cayeron a sus pies. Ella se salió de las prendas y las apartó de una patada, quedándose desnuda por completo, su trasero desnudo apretado contra la cremallera de los vaqueros. Al contrario que ella, él estaba completamente vestido y el roce de la tela de los vaqueros contra su piel le resultaba muy erótico. Él le inclinó las caderas y presionó su erección contra ella mientras dejaba un reguero de cálidos besos a un lado de la garganta. La mordió ligeramente en el hombro, y luego le lamió la piel con la lengua.
__________ volvió a mirar a la ventana y en el reflejo borroso observó cómo esas grandes manos recorrían su cuerpo. Le acariciaba los senos, el estómago, las caderas. Le colocó un pie entre los de ella e hizo presión para abrirle las piernas. Luego le deslizó la mano entre los muslos abiertos y la acarició con suavidad. Ella estaba resbaladiza allí donde sus dedos acariciaban y esa caricia provocó en ella una agonía punzante. Se le fundieron las entrañas. Sus manos, su boca, sus ojos ardientes. Ella vio el reflejo de su cara y no reconoció a la mujer que le devolvía la mirada. La mujer de la ventana parecía drogada. Se oyó gemir y temió que si no lo detenía, alcanzaría el clímax en solitario. No quería eso. Lo quería con ella.
Se permitió saborear el placer que le proporcionaban sus manos durante algunos maravillosos segundos más, luego se giró y le rodeó el cuello con los brazos. Lo besó ávidamente deslizándole la rodilla desnuda por el muslo. Con los dedos le recorrió sensualmente la espalda, entonces, él la agarró por detrás y poniéndola de puntillas aplastó su pelvis contra la de ella. __________ le recorrió la garganta con la boca y saboreó su piel. Él gimió y ella se dejó deslizar sobre su cuerpo hasta quedar de pie. Permitió que sus manos vagaran por el estómago de Justin hasta el borde de la camiseta, sacándola de los vaqueros.
Justin levantó el brazo por encima de su hombro y cogiendo un pliegue de la camiseta, se la sacó por la cabeza y la dejó caer a un lado. __________ bajó la mirada desde los azules ojos llenos de pasión a los pequeños rizos oscuros que cubrían el gran pecho musculoso. Sus pezones quedaban unos centímetros por debajo de sus tetillas planas color café. Una sombra de fino vello bajaba por el pecho de Justin, rodeándole el ombligo para desaparecer por la cinturilla de los vaqueros.
—Mírate —dijo apenas con un susurro. La voz de Justin estaba ronca por la lujuria—. Eres como el mejor regalo que haya tenido nunca, como todas las navidades juntas en un solo paquete.
__________ forcejeó con el botón de los vaqueros hasta que lo abrió.
—¿Has sido bueno? —le preguntó mientras deslizaba las manos dentro de los vaqueros.
Él tomó aliento con rapidez.
—Dios mío, sí.
Ella atrapó la cinturilla elástica de los calzoncillos y se la bajó por el vientre plano.
—En ese caso —lo arrulló, paseando un dedo sobre el largo y grueso eje—. ¿Cómo quieres que sea contigo? ¿Buena o mala?
El aliento de Justin era un silbido agudo que salía de sus pulmones cuando pisó los talones de sus deportivas para quitárselas.
—No sé cómo sería si eres buena, pero he estado más años de los que recuerdo viviendo con el pecado para cambiar ahora.
—Entonces seré mala, ¿no? —Ella le deslizó hacia abajo los vaqueros y los calzoncillos, luego le subió las manos por los muslos desnudos. Los músculos se tensaron con dureza bajo su caricia y ella se recreó en el efecto que le provocaba.
—Oh, sí. —Justin tenía la voz ronca mientras se salía de sus ropas. Cogió la cartera de los pantalones y la lanzó sobre la mesa que había al lado del sofá. Luego se plantó completamente desnudo delante de ella, un atleta alto, sólido y perfectamente moldeado por años de entrenamiento. No había nada suave en él. Su profesión se reflejaba en ese cuerpo poderoso.
Ella se acercó lentamente a él y la gruesa cabeza de su cálido pene le rozó el ombligo. __________ le recorrió el abdomen con las manos, y cuando miró a los ojos entrecerrados de Justin, se dio cuenta de que no había olvidado cómo complacer a un hombre. No había olvidado cómo complacer a ese hombre. Hacía siete años que él le había enseñado cómo volverle loco y ella lo recordaba bastante bien. Se inclinó hacia adelante y le tocó con la punta de la lengua una tetilla plana que se contrajo bajo sus labios poniéndose tan dura como el cuero. Justin movió las manos hasta su nuca anudándole el pelo con los dedos.
—Me estas matando. Estoy a punto de agonizar.
__________ se puso de puntillas, dejando que las puntas de sus senos le rozaran el pecho.
—Entonces, que Dios tenga piedad de tu alma —susurró mientras le lamía el lóbulo de la oreja y se frotaba contra su cuerpo caliente. Ella se entregó a la tarea de mordisquearle el cuello y el hombro, después siguió bajando mientras le dejaba un reguero de besos por la flecha de vello, se rezagó en su estómago para luego seguir bajando hasta el bajo vientre. Se arrodilló delante de él y lo besó, acarició y aduló hasta que él jadeó.
—Tiempo —dijo él sin aliento, la cogió por los brazos y tiró de ella para ponerla de pie.
—Nada de tiempo —dijo ella, plantándole las palmas de las manos sobre el pecho para empujarlo. Él dio un paso atrás y ella continuó—: Esto no es hockey. —Ella siguió empujándolo hasta que la parte posterior de las rodillas de Justin tropezó con el sofá—. Y no soy uno de los chicos. —Él se sentó y ella se situó entre sus muslos.
—__________, cariño, nadie te confundiría con uno de los chicos, jamás. —Con una mano le acarició el trasero, acercándola más. Le succionó un pezón con su cálida boca y movió la otra mano para avivar el fuego con sus dedos. Mientras ella le miraba besar su pecho, una cruda emoción bombeó a través de sus venas. Éste era Justin, el hombre que la hacía sentirse tan bella y deseada. El hombre que le había arrancado el corazón y se lo había devuelto nueve meses más tarde. Cerró los ojos y lo atrajo más hacia ella. Lo sujetó mientras la tocaba con manos y boca, y se dijo que era suficiente. Cuando notó que estaba muy cerca del clímax, dio un paso atrás.
Sin decir nada, él alcanzó la cartera de la mesita para coger un condón envuelto en papel de aluminio. Abrió el paquete con los dientes, pero, antes de poder ponérselo, __________ le cogió el condón.
—Nunca dejaría que un hombre hiciera el trabajo de una mujer —dijo ella y estiró la delgada funda de látex por toda su longitud. Ella lo sintió latir en su mano, listo para buscar la liberación. Luego ella se puso a horcajadas sobre su regazo y miró sus ojos azules. Lentamente descendió sobre la erección.
Él era grande y duro y, después de varios intentos, la llenó por completo. Ella se sentó durante un momento con él profundamente enterrado en su interior, sintiendo cómo se estiraba para acomodarle. Él estaba caliente y ella se sentía colmada aunque inquieta al mismo tiempo. Los músculos del cuello de Justin estaban tensos y ella clavó los dedos en esos hombros duros. Justin tenía los ojos entrecerrados y la mandíbula tensa. __________ lo besó en los labios y luego comenzó a moverse. Ya fuera por el implacable deseo que sentía o por falta de experiencia sus movimientos fueron torpes. Las rodillas se le hundían en el sofá y, cuando él empujaba, ella se elevaba con él.
—Relájate —dijo Justin al tiempo que le ahuecaba el trasero—. Tómate tiempo.
__________ aplastó la boca contra la de él y gimió con frustración. No podía relajarse y había llegado demasiado lejos para poder disponer de tiempo.
Justin arrancó su boca de la de ella, luego envolvió un brazo alrededor de ella, cogiéndola y girando con ella hasta depositarla sobre el sofá. Él seguía profundamente enterrado en el interior del cuerpo de ella. Colocó una rodilla sobre el sofá dejando el otro pie apoyado en el suelo.
—Nunca dejaría que una mujer hiciera el trabajo de un hombre —dijo, y se retiró. Un gemido angustiado escapó de la garganta de __________ hasta que él empujó profundamente en su interior otra vez. Ella se pegó a él mientras la embestía repetidas veces, empujándola hacia el precipicio.
__________ pronunció palabras incoherentes, palabras que probablemente la harían avergonzar más tarde, pero que no podía ni quería detener ahora.
—Así, cariño —susurró él mientras se zambullía profundamente—. Dime qué quieres.
Y ella lo hizo con todo lujo de detalles. Él jadeó y le ahuecó la cara entre las manos. Le dijo que era hermosa y lo bien que se sentía dentro de ella. Con cada envite la quemaba viva, y, cuando ella llegó al orgasmo, gritó su nombre. Su cuerpo lo ordeñó con fuerza y justo cuando ella sentía que el clímax comenzaba a decrecer, volvió a remontarse de nuevo.
Justin cerró los ojos con fuerza y siseó entre dientes. Respondió a los gritos de __________ con gemidos de satisfacción. Él entró en ella una última vez, y cuando llegó al clímax, sus músculos se volvieron de piedra y juró como un jugador de hockey.

Simplemente irresistible {Justin Bieber & Tu} TERMINADAWhere stories live. Discover now