C A P I T U L O 36

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De camino a casa, Lexie se quedó dormida en el asiento trasero del Range Rover. Justin la llevó en brazos hasta la casa, sintiendo su aliento cálido contra el lateral del cuello. Le habría gustado sostenerla más tiempo, pero no lo hizo. Le habría gustado quedarse mientras __________ la metía en la cama, pero se sentía fuera de lugar y se marchó.
__________ vio salir a Justin mientras le quitaba los zapatos a Lexie. Le puso el pijama y la acostó. Luego se fue en busca de Justin. Quería preguntarle si tenía pinzas para quitarse la astilla del dedo y tenía que hablar con él sobre el dinero que se estaba gastando en ellas. Quería que dejara de hacerlo. Podía pagarse sus gastos. Y también podía pagar los de Lexie.
Encontró a Justin de pie al lado de la ventana, mirando fijamente el océano. Tenía las manos metidas en los bolsillos delanteros de los vaqueros y la camisa vaquera arremangada hasta los codos. El sol de poniente lo iluminaba con un resplandor ígneo, haciéndole parecer más grande aún. Cuando entró en la habitación, Justin se giró hacia ella.
—Necesito hablar contigo sobre una cosa —dijo caminando hacia él, preparada para discutir.
—Sé lo que vas a decirme, así que borra ese ceño de tu preciosa cara. Puedes pagar la próxima vez.
—Ah. —Se detuvo delante de él. Había ganado sin ni siquiera haber empezado y se sintió desinflada—. ¿Cómo sabías que quería hablar de eso?
—Me has estado mirando de mala manera desde que la camarera colocó la cuenta junto a mi plato. Durante unos momentos incluso pensé que ibas a saltar por encima de la mesa para pelearte conmigo por la cuenta.
No podía negar que lo había pensado durante algunos momentos.
—Jamás me pelearía en público.
—Me alegra oírlo. —A la luz grisácea del anochecer le vio curvar ligeramente las comisuras de los labios—. Porque podría gustarme.
—Ya —dijo, poco dispuesta a seguirle el juego—. ¿Tienes unas pinzas?
—¿Para qué? ¿Para depilarte las cejas?
—No. Se me ha clavado una astilla.
Justin entró en el comedor y encendió la luz de encima de la mesa.
—Déjame ver.
__________ se hizo la sueca.
—No es gran cosa.
—Déjame verlo —repitió.
Con un suspiro se dio por vencida y entró en el comedor. Extendió la mano y le mostró el dedo corazón.
—No es tan malo como parece —anunció.
Ella se apoyó más cerca para ver mejor; sus frentes casi se tocaban.
—Es enorme.
Con el ceño fruncido le dijo:
—Espera un momento. —Salió de la habitación y regresó con unas pinzas—. Siéntate.
—Puedo hacerlo yo.
—Sé que puedes. —Sacó una silla de debajo de la mesa y se sentó a horcajadas—. Pero yo puedo hacerlo con más facilidad porque puedo usar las dos manos. —Colocó los antebrazos en el borde del respaldo y le señaló la otra silla—. Prometo que no te lastimaré.
Con cautela tomó asiento y tendió la mano hacia él, manteniendo a propósito la distancia de un brazo entre ellos. Justin acortó la distancia acercando la silla hasta que las rodillas de __________ tocaron el respaldo de la silla de Justin. Tan cerca estaba que ella tuvo que apretar las piernas para que no rozaran el interior de los muslos de él. Ella se reclinó todo lo que pudo cuando él colocó la mano de ella sobre su palma y le apretó la yema del dedo.
—Ay. —Trató de liberarse, pero él la agarró más fuerte.
La miró.
—Es imposible que te haya dolido, __________.
—¡Sí que duele!
Él no discutió, pero tampoco la soltó. Bajó la mirada y continuó escarbando en la piel con las pinzas.
—Ay.
De nuevo él levantó la vista y la miró por encima de las manos.
—Llorica.
—Imbécil.
Él se rió y meneó la cabeza.
—Si dejaras de comportarte como una muñequita, esto sería más fácil.
—¿Una muñequita? ¿Cómo se comportan las muñequitas?
—Mírate en el espejo.
Pues sí que le aclaraba mucho. Ella intentó liberar la mano otra vez.
—Relájate —le dijo Justin mientras continuaba trabajando en la astilla—. Parece como si estuvieras a punto de saltar de la silla. ¿Qué crees que voy a hacer? ¿Apuñalarte con las pinzas?
—No.
—Entonces relájate, está casi fuera.
«¿Relajarse?». Él estaba tan cerca que invadía su espacio. Sólo estaba Justin con su callosa palma ahuecada bajo su mano y la cabeza oscura inclinada sobre la yema de sus dedos. Estaba tan cerca que podía sentir el calor de sus muslos a través de los vaqueros y el delgado algodón de su vestido color kiwi. Justin tenía una presencia tan manifiesta que relajarse con él tan cerca era imposible. __________ levantó la vista y miró la sala de estar. Ernie y su gran pez azul le devolvieron la mirada. Los recuerdos que tenía del abuelo de Justin incluían a un agradable caballero mayor. Se preguntó qué sería de él ahora y qué pensaría cuando se enterara de la existencia de Lexie. Se decidió a preguntar.
Él no la miró, sólo se encogió de hombros y le dijo:
—Aún no se lo he dicho ni a mi abuelo ni a mi madre.
__________ se quedó sorprendida. Siete años atrás había pensado que Justin y Ernie estaban muy unidos.
—¿Por qué?
—Porque no hacen más que darme la lata para que me case otra vez y forme una familia. Cuando se enteren de la existencia de Lexie, saldrán disparados para Seattle más rápidos que un galgo. Quiero tener tiempo para conocer a Lexie antes de que sea abordada por mi familia. Además, acordamos esperar para decírselo a ella, ¿recuerdas? Y con mi madre y Ernie merodeando a su alrededor, Lexie podría sentirse incomoda.
«¿Casarse otra vez?». __________ no había oído nada de lo que él había dicho después de pronunciar esas dos palabras.
—¿Estuviste casado?
—Sí.
—¿Cuándo?
Él le soltó la mano y dejó las pinzas sobre la mesa.
—Antes de encontrarme contigo.
__________ se miró el dedo, la astilla ya no estaba. Se preguntó a cuál de los dos encuentros se referiría.
—¿La primera vez?
—Las dos veces. —Justin se apoyó en el respaldo de la silla, se reclinó y frunció el ceño un poco.
__________ se sintió confundida.
—¿Las dos veces?
—Sí. Pero creo que el segundo matrimonio no debería contar.
Ella seguía sin entenderlo. Involuntariamente arqueó las cejas y abrió la boca.
—¿Te has casado «dos veces»? —Sostuvo en alto dos dedos—. ¿Dos veces?
Justin frunció el ceño y apretó los labios hasta formar una línea recta.
—Dos no son tantas.
Para __________, que no se había casado nunca, dos sonaba a mucho.
—Como te dije, el segundo no cuenta. Sólo estuve casado el tiempo que tardé en divorciarme.
—Caramba, ni siquiera sabía que habías estado casado.
Comenzó a hacerse preguntas sobre las dos mujeres que se habían casado con Justin, el padre de su hija. El hombre que le había roto el corazón. Y como no podía marcharse sin saberlo, le preguntó:
—¿Dónde están ahora?
—Mi primera esposa, Linda, murió.
—Lo siento —dijo __________ quedamente—. ¿Cómo murió?
Él clavó los ojos en ella durante mucho rato.
—Sólo se murió —dijo, dando por zanjado el tema.
—Y no sé dónde está DeeDee Delight. Estaba muy borracho cuando me casé con ella. Y supongo que también cuando me divorcié.
«¿DeeDee Delight?». Ella clavó los ojos en él, totalmente perdida. «¿DeeDee Delight?». Tenía que preguntarle. Simplemente no podía dejarlo pasar.
—¿DeeDee era una... una... una artista?
—Era bailarina de striptease —dijo Justin débilmente.
Si bien __________ lo había adivinado, le causó una enorme impresión oír a Justin confesar que en realidad se había casado con una bailarina de striptease. Era demasiado chocante.
—¡En serio! ¿Y cómo era?
—No la recuerdo.
—Ah —dijo ella, con la curiosidad insatisfecha—. Nunca he estado casada, pero creo que lo recordaría. Debías de estar muy borracho.
—Ya te dije que lo estaba. —Chasqueó la lengua exasperado—. Pero no te preocupes por Lexie. Ya no bebo.
—¿Eres alcohólico? —inquirió, la pregunta se le escapó antes de que la pensara mejor—. Lo siento. No tienes por qué contestarme.
—No importa. Probablemente lo soy —contestó con más franqueza de la que habría supuesto—. Nunca fui al Betty Ford, pero bebía demasiado y tenía la cabeza llena de mierda. Estaba fuera de control.
—¿Te costó dejarlo?
Él se encogió de hombros.
—No fue fácil, pero por mi bienestar físico y mental renuncié a algunas cosas.
—¿Como cuáles?
Él sonrió abiertamente.
—Al alcohol, a las mujeres ligeras de cascos y a la «Macarena». —Él se adelantó y colgó las manos sobre el respaldo de la silla—. Ahora que conoces mis secretos de familia contéstame a unas preguntas.
—¿A cuáles?
—Hace siete años cuando te compré el billete para casa, creía que estabas en números rojos. ¿Cómo sobreviviste? ¿Cómo pudiste poner un negocio?
—Tuve mucha suerte —hizo una pausa un momento antes de añadir—, contesté a un anuncio de periódico de Catering Heron. —Luego, porque él había sido tan sincero con ella y porque nada que hubiera hecho nunca podía compararse con casarse con una stripper, añadió un pequeño detalle que nadie más conocía, salvo Mae—. Y poseía un diamante que vendí por diez mil dólares.
Él no se sorprendió.
—¿De Virgil?
—Virgil me lo regaló. Era mío.
Una sonrisa lenta, que podía significar cualquier cosa, curvó los labios de Justin.
—¿No quiso que se lo devolvieras?

Simplemente irresistible {Justin Bieber & Tu} TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora