-Lo hice, señor «Muro» -susurró, como si levantar la voz fuera a hacer que su cometa chocara con el suelo.
Volvió a mirar a su hija.
-Mi nombre es Justin.
-Lo hice, Justin.
-Sí, lo hiciste.
Ella sonrió.
-Me gustas.
-Tú también me gustas, Lexie.
Ella contempló su cometa.
-¿Tenes niños?
La pregunta lo cogió por sorpresa y esperó un momento antes de contestar:
-Sí. -No iba a mentirle, pero no estaba preparada para oír la verdad y, por supuesto, se lo había prometido a __________-. Tuve un niñito, pero murió cuando era un bebé.
-¿Por qué?
Justin levantó la mirada hacia la cometa.
-Suelta un poco más de cuerda. -Cuando Lexie siguió su consejo, dijo-: Nació demasiado pronto.
-Oh, ¿a qué hora?
-¿Qué? -Escrutó la pequeña cara que estaba tan cerca de él.
-¿Que a qué hora nació?
-Cerca de las cuatro de la madrugada.
Ella asintió con la cabeza como si eso lo explicara todo.
-Sí, demasiado temprano. Los médicos debían estar todavía dormidos. Yo nací por la tarde.
Justin sonrió, sorprendido con su lógica. Era obvio que era muy brillante.
-¿Cómo se llamaba?
-Toby -«y era tu hermano mayor».
-Ése es un nombre raro.
-Me gustaba -dijo, notando cómo se relajaba un poco por primera vez desde que había entrado en el parque con el coche.
Lexie se encogió de hombros.
-Quiero tener un niño, pero mi mamá dice que no.
Justin se decidió a acomodarla más contra su pecho y todo pareció encajar perfectamente en su lugar como un lanzamiento suave: jugada, golpe, anotación. Colocó las manos a cada lado del mango junto a las de ella y se relajó un poco más. Le rozó con la barbilla la suave sien cuando le dijo:
-Bueno, es que eres demasiado pequeña para tener un niño.
Lexie soltó una risita tonta y negó con la cabeza.
-¡Yo no! Mi mamá. Quiero que mi mamá tenga un niño.
-Y ella dijo que no, ¿eh?
-Sí, porque no tiene marido, pero podría tenerlo si lo intentara de verdad.
-¿Un marido?
-Sí, y así también podría tener un niño. Mi mamá dice que fue al huerto y me recogió como si fuera una zanahoria, pero eso no es cierto. Los bebés no salen de los huertos.
-¿De dónde vienen?
Ella le golpeó la barbilla cuando levantó la mirada hacia él.
-¿No lo sabes?
Hacía mucho tiempo que lo sabía.
-Por qué no me lo dices tú.
Ella se encogió de hombros y volvió a mirar la cometa.