C A P I T U L O 2O

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A la mañana siguiente Lexie se terminó sus cereales y puso la taza en el fregadero. Desde la parte trasera de la casa podía oír a su mamá abrir el grifo y supo que tendría que esperar un buen rato antes de que saliesen al parque. A su mamá le encantaba tomar largas duchas.
Sonó el timbre de la puerta y atravesó el salón arrastrando la boa por el suelo. Se acercó al ventanal delantero y apartó a un lado la cortina. Un hombre en vaqueros y con una camisa de rayas estaba de pie en el porche. Lexie clavó los ojos en él por un momento, luego dejó caer la cortina. Se enredó la boa alrededor de su cuello y atravesó la habitación hacia la puerta principal. Se suponía que no debía abrir la puerta a los desconocidos, pero aunque el hombre que estaba en el porche llevaba puestas gafas de sol no era un desconocido. Sabía quién era. Lo había visto en la tele y, el año anterior, el señor «Muro» y sus amigos habían ido a la escuela para regalar a los niños camisetas, libretas y otras cosas con sus nombres. Lexie había estado muy atrás y no había podido quedarse con nada.
«Probablemente haya venido a traerme algo ahora», pensó mientras abría la puerta. Luego miró hacia arriba, muy arriba.
Justin se quitó las gafas de sol y las metió en el bolsillo de la camisa. La puerta estaba abierta y miró hacia abajo, muy abajo. Le sorprendió encontrar a una niña en casa de __________ casi tanto como la pinta de la niña, y se quedó mirando fijamente unas botas vaqueras de color rosa de piel de serpiente, una minifalda rosa, una camiseta de puntos púrpura y una descabellada boa verde alrededor de su cuello. Pero esa ropa tan chillona no era nada comparado con su cara.
—Ah, hola —le dijo, mirando asombrado la sombra de ojos azul, las brillantes mejillas rosadas y los labios rojos y brillantes—. Estoy buscando a __________ Howard.
—Mi mamá está en la ducha, pero puede pasar. —Ella se giró y caminó hacia el salón. La coleta de la parte posterior de la cabeza se balanceó al ritmo de las botas.
—¿Estás segura? —Justin no sabía mucho de niños y menos de niñas, pero sabía que se suponía que no invitaban a los extraños a entrar en casa—. A __________ podría no gustarle que me dejes entrar —dijo él, pero entonces, se dio cuenta de que a ella probablemente no le gustaría encontrarlo en su casa estuviera en la ducha o no.
La niñita lo miró por encima del hombro.
—No le importará. Voy a por mis cosas —dijo y desapareció por una esquina, probablemente para coger «sus cosas». Fueran lo que fuesen.
Justin se metió la chequera de __________ en el bolsillo de atrás y entró en la casa. La chequera era una excusa. Era la curiosidad lo que lo había llevado hasta allí. Después de que __________ se fuera de la cena la noche anterior no había podido dejar de pensar en ella. Cerró la puerta y se dirigió a la sala, sintiéndose enseguida fuera de su elemento como cuando había comprado ropa interior para una antigua novia en Victoria’s Secret.
La casa estaba decorada en tonos pastel, los que más temía un hombre heterosexual. El sofá floreado tenía cojines que hacían juego con las cortinas. Había floreros de margaritas y rosas, y cestos de flores secas. También había algunas fotos en marcos de plata. Le gustó ese ambiente y se preguntó si debería empezar a preocuparse por algo.
—Teno algunas cosas buenas —dijo la niñita empujando un anaranjado carrito de compras de plástico en el salón. Se sentó en el sofá y luego palmeó el cojín de su lado.
Sintiéndose aún más fuera de lugar, se sentó junto a la niña de __________. Escrutó su cara y trató de adivinar su edad, pero no era bueno adivinando la edad de los niños. Y el maquillaje que llevaba puesto no ayudaba en absoluto.
—Aquí —dijo ella, cogiendo una camiseta con un perro dálmata en el frente del cesto de la compra y ofreciéndosela a él.
—¿Para qué es esto?
—Tene que firmarla.
—¿Con qué lo hago? —le preguntó, sintiéndose enorme al lado de la niñita.
Ella ladeó la cabeza y le dio un rotulador verde.
Justin no quería firmar la camiseta de la niña.
—Tu mamá podría enfadarse.
—Noooo. Ésa es una de mis camisetas de los sábados.
—¿Estás segura?
—Sí.
—De acuerdo. —Él se encogió de hombros y le quitó el capuchón al rotulador—. ¿Cómo te llamas?
La niña arqueó las cejas que coronaban unos ojos muy azules y lo miró como si fuera las sobras de un picnic.
—Lexie —y volvió a pronunciarlo por si acaso no lo había entendido bien la primera vez—. Leexxiiiie. Lexie Mae Howard.
«¿Howard?». __________ no se había casado con el padre de la niña. Se preguntó con qué clase de hombre se habría liado. ¿Qué clase de hombre abandonaba a su hija? Cogió la camiseta como si pensara escribir en ella.
—¿Por qué quieres que te estropee la camiseta, Lexie Mae Howard?
—Porque los demás niños cogieron las cosas que usted escribió y yo no cogí ninguna.
No estaba seguro de lo que quería decir, pero pensó que sería mejor preguntarle a __________ antes de firmar la camiseta de su hija.
—Brett Thomas tene montones de cosas. Me las enseñó en el colegio el año pasado. —Suspiró teatralmente y encogió los hombros—. También tene un gato. ¿Usted tene gato?
—Ahh... no. No tengo gato.
—Mae tene un gato —le confió como si él conociera a Mae—. Su nombre es Bootsie, porque tene las patitas blancas como si teniera botas. Se esconde de mí cuando voy a casa de Mae. Creía que no le gustaba, pero Mae dice que se escapa porque es tímido. —Cogió el extremo de la boa, la sostuvo en alto para que él la viera y luego la sacudió—. Sin embargo, con esto sí que lo atrapo. Lo intenta cazar y entonces lo agarro y lo aprieto mucho, muchísimo.
Si Justin no hubiera sabido antes que esa niña era la hija de __________, lo habría sabido nada más oírla hablar. Le contó con rapidez lo mucho que quería un gato. Luego le habló de los perros y después de picaduras de mosquitos. Mientras ella hablaba, Justin la estudió. Pensaba que debía parecerse a su padre porque no veía que se pareciera a __________. Tal vez un poco en la boca, pero poco más.
—Lexie —la interrumpió, ocurriéndosele que podía estar hablando con la hija de Virgil Duffy. Nunca hubiera creído que Virgil era el tipo de hombre que abandonaba a su hijo. No obstante, Virgil podía ser un autentico cabrón—. ¿Cuántos años tienes?
—Seis. Mi cumpleaños fue hace algunos meses. Vinieron mis amigos y comimos pastel. Amy me regaló la peli Babe, el cerdito valiente y luego la vimos. Lloré a mares cuando Babe fue separado de su mami. Fue algo muy triste y me sentó fatal. Pero mi mamá me dijo que él sólo se fue de visita el fin de semana, así que me sentí mejor. Quiero un cerdito, pero mi mamá dice que no puedo tenerlo. Me gusta esa parte cuando Babe muerde a las ovejas —dijo, comenzando a reírse.
«Seis años», él había visto a __________ hacía siete años. Lexie no podía ser hija de Virgil. Luego se dio cuenta de que había olvidado los nueve meses de embarazo, por lo que si Lexie había cumplido años hacía algunos meses puede que fuera hija de Virgil. Pero no se parecía en nada a Virgil. La miró con más atención. En ese momento ella dejó de reírse, pero una sonrisa iluminaba su cara, apareciendo un hoyuelo en su mejilla derecha.
—Estoy loca por ese cerdito —sacudió la cabeza y comenzó a reír tontamente otra vez.
En otra parte de la casa, __________ cerró el agua y a Justin dejó de latirle el corazón. Tragó saliva.
—¡Mierda! —susurró.
La risa de Lexie se detuvo escandalizada.
—Ésa es una palabra fea.
—Lo siento —masculló él, observándola atentamente bajo el maquillaje. Sus largas pestañas se rizaban en los extremos. Cuando era niño, se habían burlado sin piedad de Justin por tener unas pestañas como ésas. Luego miró fijamente los ojos azul oscuro. Unos ojos como los suyos. Una corriente eléctrica lo atravesó y sintió como si hubiera metido los dedos en un enchufe. Ya sabía por qué __________ se había comportado de manera tan extraña la noche anterior. Había tenido un hijo suyo. Una niñita.
«Su hija».
—Mierda.

Simplemente irresistible {Justin Bieber & Tu} TERMINADAWhere stories live. Discover now