Capítulo cuatro

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THALIA

Observo como cae por el pozo y grita a todo pulmón por el pánico. Pongo los ojos en blanco. De verdad que los humanos son exasperantes. No les soporto ni un poco. Estoy deseando que acaben con él cuanto antes.

En cuanto los chillidos desaparecen, me dejo caer dentro también. Sin embargo, yo no tengo ningún miedo. Y eso es porque sé que este pozo no es un sitio corriente. Es una de las muchas entradas que hay a Hydria desde el mundo de los humanos.

Si no recuerdo mal, desemboca en la plaza principal, lo que en parte es un inconveniente porque siempre está llena de gente, y estando con un humano no es propicio llamar la atención en el mundo de los demonios.

Pero es el sitio que más cerca está del Consejo, así que me arriesgaré. Puedo proteger a Víctor de cualquiera. Además, nadie osará enfrentarse a mí. Para algo tengo una reputación.

Veo aproximarse el agua estancada que llena el pozo. Parece que voy a hundirme en ella, mas no es así. Antes de tocarla, siento como si atravesara una fina membrana, que se abre concediéndome el paso, y haciéndome sentir un ligero cosquilleo en la piel. Es una sensación casi agradable.

Y antes de poder darme cuenta, estoy sentada en el borde de una fuente.

Parpadeo desorientada. Nunca me acostumbraré a los viajes entre mundos, siempre me dejan el cerebro embotado.

Por fin, consigo ubicarme y sonrío sin poder evitarlo. He llegado a Hydria, mi hogar.

El cielo es gris y nuestro sol es azul, al igual que la luna. No hay hierba en ninguna parte, ya que las plantas no crecen aquí. Y por eso nuestros árboles están desnudos. Todas las casas que se ven son negras y de las formas más extravagantes posibles. Demonios de todo tipo se pasean de aquí para allá, haciendo sus tareas habituales.

Y yo me siento feliz de volver a estar de vuelta.

Giro la cabeza y me encuentro a Víctor, sentado a mi lado. Sus ojos van de un lado a otro, y siento su terror. Sigue sin creer lo que está viendo, aunque no puedo culparle. Al fin y al cabo, solo es un humano.

Se da cuenta de que le estoy observando y su mirada se encuentra con la mía. Parece que al ver un rostro conocido se calma un poco.

Me planteo mostrar mi verdadero aspecto. Siempre que vuelvo a Hydria lo hago. Es lo más cómodo y no me gusta pasarme tanto tiempo con mi apariencia anterior. Pero me mantengo tal cual, solo por este chico tembloroso que está a unos centímetros de mí. Me compadezco un poco de él. Va a morir pronto, al menos debería ser mínimamente amable.

Aunque admito que jugar con él ha sido de lo más divertido.

Me levanto de un salto y le obligo a hacer lo mismo. Le cojo del brazo y comienzo a guiarle entre la gente.

Poco a poco, los demonios se van percatando de nuestra presencia. Algunos me saludan. Otros me ignoran. Pero la gran mayoría centra su atención en mi acompañante. Parecen intrigados. Y hambrientos.

Aprieto el paso. No puedo permitir que el pueblo se lo coma. Sería fácil dejar que se pelearan por él y lo mataran ahora mismo, pero entonces no habría recompensa. Debo llevárselo al Consejo, así que me aseguraré de mantenerle a salvo hasta llegar a nuestro destino.

— ¿Por qué el agua de la fuente es roja? — tartamudea.

Me sorprende que sea capaz de hablar tan pronto. Pero me deja aún más atónita su pregunta. De todo lo que ha visto hasta ahora, ¿eso es lo que más le desconcierta? Creo que ha hecho una pregunta de lo más estúpida.

DarknessWhere stories live. Discover now