Capítulo siete

155 14 34
                                    

VÍCTOR

El oráculo cierra la puerta y suelta un largo suspiro. Yo me limito a observar la habitación en la que acabamos de entrar.

En realidad, no hay mucho que ver. Es una sala pequeña, sin ventanas. En el centro del lugar, hay una mesita redonda, con dos sillas. Una bombilla cuelga del techo, iluminando la estancia.

— Por favor, toma asiento — me pide.

Le obedezco. Me retuerzo las manos con nerviosismo y evito mirar a Orion a los ojos. Tengo miedo de lo que puedan transmitirme.

Ya ni siquiera sé qué es real y qué no. He descubierto que los demonios existen, he viajado a otro mundo, casi muero, he convertido a un monstruo en mi protectora y resulta que tengo una especie de poderes. Es demasiado, incluso para mí, que nunca he tenido una vida normal. No sé cómo reaccionar, no sé qué decir, no sé qué hacer. Solo quiero volver a mi vida normal. Ir al instituto, evitar cruzarme con mis abusones y pasarme los fines de semana en casa, sin salir. Antes pensaba que mi existencia era terrible, pero ahora desearía volver atrás, a esta mañana y no haberme movido de la cama. Entonces nada de esto habría ocurrido. Y yo estaría a salvo.

Noto una mano sobre la mía, y alzo la vista, sorprendido. Orion me mira con una sonrisa pequeña, en un intento por consolarme.

— Siento que tengas que pasar por todo esto. Debe de ser difícil — se compadece.

Me muerdo el labio, sin saber qué responder. El que alguien intente hacerme sentir mejor también es nuevo para mí.

Me acaricia el dorso de la mano con delicadeza durante unos segundos. Después, me da un apretón cariñoso y retira la mano. Sé que eso significa que va a ponerse serio, aunque no estoy muy seguro de qué pretende hacer y por qué me ha traído aquí.

— Bueno, Víctor. Voy a echarle un vistazo a tu vida, si no te importa — murmura.

— No te preocupes. Hazlo.

Él asiente. Me coge de los hombros y me acerca, juntando nuestras frentes. A mí me incomoda ligeramente nuestra cercanía, pero no digo nada y dejo que haga lo que quiera.

Orion cierra los ojos y se concentra. De repente, su piel comienza a brillar con una luz tenue, y yo ahogo una exclamación. Noto que algo sucede, porque siento un hormigueo.

Continuamos pegados durante unos minutos que se me hacen eternos, cuando siento una punzada en la sien y separo nuestras frentes a causa del dolor. El oráculo cae al suelo y yo me arrodillo junto a él, preocupado.

Está desorientado, diría que incluso asustado. Pero parece que no ha sufrido ningún daño. Al menos, no físico.

— Madre mía, ¿estás bien? — le pregunto, tenso.

— No... no del todo — responde tembloroso, mientras le ayudo a incorporarse.

Consigue ponerse en pie gracias a que apoya parte de su peso en mí. Me señala la puerta con la cabeza y ambos nos encaminamos a ella, con lentitud. La abro con dificultad, a causa de tener que sujetar a Orion con uno de mis brazos, pero al final logro abrirla y abandonamos la sala.

Thalia, que hasta hace unos instantes leía un libro con visible interés, levanta la cabeza sobresaltada por el ruido. En cuanto ve el estado en el que se encuentra su amigo, se apresura en ayudarle. Entre los dos, hacemos que se siente, y la joven saca una botella de agua de un cajón.

DarknessWhere stories live. Discover now