Capítulo doce

108 11 58
                                    

THALIA

Los primeros rayos de sol me dan en la cara, despertándome de mi apacible sueño. Entrecierro los ojos, a causa del brillante resplandor. Poco a poco, logro que mi vista se adapte y hago el amago de incorporarme. Sin embargo, una punzada en la zona abdominal hace que vuelva a tumbarme. Suelto un gruñido por la molestia y voy recordando todo lo sucedido.

Estoy en casa de Víctor. En su habitación, más concretamente. Todavía me sorprende el desorden que hay en ella. Pensé que mi hogar era un desastre, pero esto es casi peor. No sé cómo no se agobia viviendo entre tanto caos.

Me quedo mirando el techo, en silencio. Ayer (si es que realmente solo ha pasado un día, y de verdad lo espero) me abrí a mi protegido. Le conté todo lo que siento, lo confusa que estoy. Me mostré sin mi coraza. Y a pesar de que lo hice por lo débil que estaba por culpa de la herida, debo admitir que fue reconfortante. Aunque ahora que ya estoy más despejada y con las defensas alzadas de nuevo, solo quiero esconderme para siempre de lo avergonzada que estoy.

Ni en mis más locos sueños imaginaba que esto podría acabar pasando. Los dos llevándonos medianamente bien. Él perdonándome y cuidando de mí. Yo sincerándome. Simplemente no puedo creerlo.

Supongo que ya no tiene sentido seguir siendo desagradable con él a propósito, puesto que ha quedado más que claro que no le desprecio. Pero que se olvide de que continúe como estuve ayer. Ese fue un momento puntual de fragilidad y me esforzaré para que no vuelva a ocurrir. Es más, empezaré ahora mismo, levantándome de la cama. Estoy dolorida, mas no es nada que no pueda soportar. Dijo que no sería capaz de moverme, se va a enterar.

Me impulso con los codos, apretando la mandíbula y conteniendo los quejidos que claman por escapar de entre mis labios. Logro sentarme y acto seguido, giro las piernas hasta posicionarlas en el borde del mueble. Me pongo de pie y sonrío victoriosa. Aunque la alegría me dura poco, ya que me tambaleo y termino por apoyarme en el escritorio.

Suelto un largo suspiro y comienzo a caminar hacia la puerta, siempre apoyándome en la pared o en lo que está a mi alcance. No puedo evitar hacer muecas. La herida no me tiene tan mal como ayer, pero sigue torturándome con fuerza. Hacía mucho tiempo que no probaba el dolor de verdad y ya no tengo la resistencia de antes para soportarlo.

Consigo salir de la habitación, y me dirijo con lentitud al salón, de donde provienen varios ruidos. Imagino que es Víctor, y mis sospechas se confirman cuando le veo guardar libros en la mochila con velocidad. Está tan distraído que tengo que carraspear para que se fije en mí.

—¿Thalia? ¿Qué haces aquí? Deberías estar acostada, descansando.

Sus reproches me hacen rodar los ojos con cansancio. Agradezco su preocupación, pero sé cuidar de mí misma. Y se supone que soy yo la que debe protegerle a él, no al revés.

—Estoy bien. Te dije que mejoraría —respondo, alzando la barbilla con orgullo.

—Estás apoyada en la pared y tienes la cara pálida. Sigues débil. Vuelve a la cama.

Frunzo el ceño. A Víctor se le da bien observar y mi mentira no ha colado. Es cierto que no me siento especialmente bien, pero me niego a pasarme el día en una cama, sin hacer nada. No me gusta estar vagueando o desaprovechando el tiempo.

—¿Qué haces? —curioseo, para distraerle y que me deje tranquila por lo menos un rato.

—Me preparo para ir a clase. Hoy tengo muchos exámenes. Volveré a la hora de comer y entonces hablaremos sobre qué podemos hacer respecto a... ya sabes.

DarknessWhere stories live. Discover now