Capítulo trece

123 11 110
                                    

VÍCTOR
—Debes marcharte ya —me indica Evan, mientras me entrega una pequeña mochila de color negro. Apenas pesa—. Tigre estará retrasando a Thalia, pero no sé cuánto podrá aguantar.

Asiento y echo un vistazo por encima de su hombro. Hyde está a unos metros de nosotros, fumando. Parece distraído, como si su mente se hallara muy lejos de aquí.

—¿Estaréis bien? —cuestiono, ligeramente inquieto. No me gusta traer problemas, pero es lo que he conseguido al pedirles ayuda. Tener a un demonio en tu contra no es que sea muy agradable.

—Por supuesto, no te preocupes. Cuando Thalia llegue aquí, Hyde y yo nos encargaremos de distraerla para que no entre al portal. Pero tranquilo, tendremos cuidado para que su herida no se abra de nuevo.

—Muchas gracias. Os debo una.

—No exageres —exclama el pelirrojo, haciendo un gesto descuidado con la mano—. Tú nos ayudaste. Ahora estamos en paz.

Sonrío con amabilidad, diciéndome a mí mismo que voy a compensarles, cueste lo que cueste. No tengo palabras para describir lo agradables que son conmigo.

Me acerco al pozo y con ayuda de los brazos, me impulso hasta quedar sentado en el borde. Contemplo la caída, y no puedo evitar tragar saliva con fuerza. Sé de antemano que no me espera el suelo, ni el abrazo helado del agua, pero aún así no logro evitar sentirme menos aterrado. Supongo que el miedo también tiene que ver con la misión que estoy a punto de realizar. Y con la bronca que me echará mi protectora cuando vuelva.

Si es que vuelvo.

—Suerte, chaval.

Giro la cabeza al escuchar la voz de Hyde. Sujeta el cigarro entre los dedos índice y corazón de la mano derecha, y me observa con esa expresión neutra que utiliza siempre que habla conmigo. Por alguna razón que no entiendo, creo que no le caigo especialmente bien, aunque él a mí no me desagrada.

—Gracias —susurro. Acto seguido, cierro los ojos y me impulso, comenzando a caer por el oscuro agujero.

Noto de nuevo esa capa viscosa que me absorbe, y cuando quiero darme cuenta, vuelvo a estar sentado en el borde de la fuente de Hydria. Esta vez ver la sangre no me afecta lo más mínimo, a pesar de que sigue pareciéndome de lo más siniestro.

La enorme plaza está llena de puestos donde venden todo tipo de artefactos extraños que no he visto nunca, y me recuerda un poco a la colección de objeto que vi en la casa de Orion. Los demonios van de aquí para allá, comprando, charlando o simplemente paseando. Algunos tienen aspecto casi humano, mientras que otros ni siquiera se asemejan a animales. Y sin embargo, la escena que se desarrolla ante mis ojos sería bastante habitual verla en cualquier mercado del mundo humano.

Sacudo la cabeza para salir de mi ensimismamiento y me pongo en marcha. Me apresuro en salir del barullo y me meto en un callejón bastante estrecho, alejado de la multitud. Suspiro con alivio al comprobar que apenas he llamado la atención, y todos siguen con sus quehaceres habituales.

Atravieso una calle con paso rápido y saco el pequeño trozo de papel en el que Evan ha esbozado un mapa de Hydria, marcando con una equis el lugar exacto de la casa del oráculo. Comienzo a seguir las indicaciones mientras pienso en lo bien que dibuja el joven pelirrojo, a pesar de que lo que tengo en mis manos es solo un boceto.

Tengo que estar atento y mirar bien por dónde voy, ya que necesito esquivar a todos los monstruos o demonios que me encuentre. Es cuestión de vida o muerte.

DarknessWhere stories live. Discover now