para ver salir el sol.

984 93 22
                                    

Hoy es un día normal, el manto gris sigue tiñendo el cielo y nuestros apagados corazones. La lluvia cae y el silencio reina en nuestro piso compartido. Mireya, Nerea y Miriam son como fantasmas que viven sin hacer ruido en exceso. Y yo me paso los días enteros triste y vagando por las calles, mientras Agoney se queda en el que antaño fue nuestra habitación encerrado. 

Le echo mucho de menos. Especialmente hoy, que va a hacer un año desde la primera vez que nos vimos. 

Miles de momentos cruzan mi cabeza. De cuando no nos llevábamos bien, nos picábamos y nos poníamos mala cara. De cuando comenzamos a ser amigos dentro de la academia y hacíamos guerras de nieve y nos seguíamos picando, pero con más contacto y revolcones en sofás de por medio. De cuando empezaron a aflorar los sentimientos y empezaron las vergüenzas, las miraditas y las indirectas encubiertas, y de cómo acabamos amándonos, libres, en todo momento. 

Hoy es un día normal. Escucho la puerta de la habitación de Agoney mientras voy a la cocina a por algo de comer. Ni siquiera me molesto en mirar ni ilusionarme. Porque muchas otras veces simplemente sale al baño y no se deja ver. 

Pero hoy no.

Agoney entra en la cocina, pero yo sigo sin girarme porque no quiero ponerle en un compromiso ni forzale, de alguna forma, a entablar una conversación. 

Sin previo aviso,

Me abraza.

Y me quedo sin palabras.

Simplemente me abraza por la espalda. Sin decir nada. Fuerte. Como si quisiera apoyarse en mí para no seguir cayendo. Como un grito de socorro que jamás llega a oídos de nadie, desesperado. Pero, aún así, con un atisbo de esperanza latente en él.

Hoy NO es un día normal. Porque hoy vemos la luz al final del túnel. Y, poco a poco, todo empieza a mejorar. 

carpeta vacía.Where stories live. Discover now