regalo de la vida.

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-¿Y habéis... ya sabes... mantenido relaciones? -pregunta Álvaro tras un buen rato hablando de Agoney. 

-¡TETE! -me cubro la cara con las manos rojo como un tomate. Qué nervios. 

Claro que Agoney y yo hemos tenido relaciones sexuales. Y muchas. Pero Álvaro sigue creyendo que su hermano pequeño (yo) sigue teniendo cinco añitos y sigue midiendo como pulgarcito (aunque esto último sí que es verdad).

-¡Eso es que sí! -exclama eufórico Álvaro, pero hace una pausa antes de añadir levantando una ceja-, ¿y te dolió cuando...?

Abro mucho los ojos y el color de mi rostro pasa a ser similar al de la lava de un volcán. 

-Soy yo quien da -no sé ni cómo consiguen las palabras salir de mi boca. Me late el corazón muy rápido y se me escapa una risa nerviosa. 

-Ya veo... ¿Y no tienes curiosidad en probar?

La conversación cada vez se me hace más embarazosa. Por lo que doy gracias infinitas a la reina, que llega en ese mismo momento con el sonido de sus tacones como bandera, que interrumpe nuestra charla y tapa los ojos de mi hermano. 

-Hola mozos -saluda Mireya, haciendo que a Álvaro esboce una sonrisa radiante. 

Acto seguido se empiezan a besar. A comerse los morros bien comidos y giro la cara sorprendido. No miro cómo lo hacen. Pero aprovecho para fingir una arcada. 

Realmente creo que la parte de tener cinco años igual también resulta ser verdad. 

Aunque bromas aparte, la verdad es que Mireya, una de mis mejores amigas, y mi hermano estén juntos me hace tremendamente feliz.

-Le he confesado todo -le digo a Mire cuando está a punto de sentarse. 

-¿Todo... TODO? 

-Todo.

Mireya se levanta a abrazarme ilusionada y orgullosa por haberle confesado a mi hermano mi sexualidad. Salta en sus tacones de seis pulgadas y yo sigo sin entender que esta mujer sea real.

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