Teresa en el mostrador

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Terrazos, 2016

Cuando la tarde oscurecía, aunque fuera pronto, Teresa comenzaba a bostezar. Y eso, en una tienda de libros, no era bueno para el negocio. De ahí que don Genaro le llamara siempre la atención.

—Teresa, si usted bosteza, los clientes que la vean a través del escaparate van a pensar que aquí solo vendemos libros aburridos y se irán a las tiendas de ropa, donde las dependientas tienen terminantemente prohibido hacer tal cosa. Haga el favor de mostrarse más animada, porque llevamos dos días en los que no ha entrado ni un solo cliente.

Aunque la preocupación de don Genaro fuera en serio, su tono resultaba simpático, con ese timbre en la voz de hombre tranquilo,y resultaba imposible amilanarse. Teresa cerró los ojos con fuerza y agitó la cabeza un momento para espabilar, aunque sabía que la batalla contra el sueño estaba perdida. Llegaba la oscuridad, y con ella el invencible sopor que la dejaba atontada hasta el siguiente amanecer.

—Ay, don Genaro, es que no puedo evitarlo —dijo, ahogandoun nuevo bostezo—. Yo por las tardes soy una marmota, ya lo sabe usted. Y ahora, en invierno, que oscurece tan temprano...

Teresa tenía tanto sueño que ni siquiera acabó la frase. Don Genaro, de todas formas, no la estaba escuchando, y eso ella lo sabía. El dueño de la librería se estaba poniendo el abrigo y se anidaba la bufanda, mirándose al espejo oscurecido de la trastienda con disimulada coquetería; y ya se calaba la gorra sobre la nariz aguileña, tapándose el abundantepelo cano. Cada vez que lo hacía, Teresa, que lo observaba con la indiferente atención que otorga el tiempo compartido, pensaba lo que don Genaro parecía decirseante el espejo, y lo hacía imaginando la voz de su jefe: "una vez fui un galán de los de quitar el hipo, y quien tuvo, retuvo". Apoyada en el mostrador, a Teresa, por las tardes, se le quedaban los pensamientos suspendidos, la mirada fija y redonda, la atención en precario equilibrio, con los brazos apoyados en la madera vieja, bajo la luz amarilla de la tienda antigua, rodeada por el polvillo fino que volaba desde las hojas de un libro que algún cliente abría y cerraba, dejando casi siempre los volúmenes donde estaban, porque en realidad, muchos no entraban a comprar libros,sino a mirarde reojo a Teresa, jovensumamente hermosa en medio de aquel escenario anclado en el tiempo.

Don Genaro se fue, el porte estirado bajo el abrigo gastado, sin despedirse. Era la forma que tenía el dueño de la librería de hacer ver a su empleada que, aunque se fuera, bien podría volver en cualquier momento, sorprendiéndola si estuviera haciendo algo reprobable como, por ejemplo, quedarse dormida en la trastienda. Pero Teresa sabía que era un buen hombre, incapaz de desear el mal a nadie, y menos a ella, a la que había acogido como a una nieta, a falta de verdaderas nietas a las que querer.

A Teresa le esperaban tres horas, hasta las ocho, sin nada que hacer. Siempre pensaba que podría leer algún libro, que es la manera más fácil de contraer el tiempo, pero a esas horas su cabeza no daba para tanto esfuerzo. Solo quería sentarse en el sillón de la trastienda, frente a la mesa que don Genaro utilizaba para hacer sus pequeñas cuentas y rellenar sus crucigramas; doblar los brazos sobre el tapete de cuero negro, apoyar la cabeza sobre ellos, cerrar los ojos y dormitar hasta que la persiana de la carnicería que había al ladotronara al cerrarse, arrebatando a los sueños el alma de Teresa, que a pesar de ese estruendo apenas lograba espabilarse, pues cada tarde, desde que se quedara sola y se sentara en la trastienda, viajaba su mente por lugares tan extraños, tan hermosos, que le parecía imposible que en realidad siguiera allí su cuerpo, y no en los lugares inesperados que visitaba en sueños, las cumbres altísimas, los cielos morados que cruzara a lomos de algún animal gigantesco. Tan nítidos eran sus sueños que Teresa, a menudo, pensaba que la verdadera vida discurría en aquel mundo desquiciado, y que sus horas en la librería o en su apartamento eran solo descansos que debía tomar obligada por el tiempo.

OnironautasWhere stories live. Discover now