Carta de Stanislav

1 0 0
                                    


Monasterio de San Benito, 1913

Querido Anatol:

Imagino que ya me dabas por muerto, bien a causa de alguna guerra o bien por la enfermedad que me aqueja desde ya tanto tiempo, pero ya ves que aquí estoy, aún vivo, y que yo tenía razón: he logrado que mi corazón siga latiendo durante más años de lo que estaba previsto, y ha sido gracias a los estudios sobre el sueño que iniciamos juntos en la Universidad de Brno.

Pero te escribo esta última misiva porque al fin ha llegado la hora. El cuerpo que he habitado durante estas décadas no aguanta más, aunque estoy satisfecho: he logrado mantenerlo vivo hasta culminar mi obra. Te envío el manuscrito con todos los estudios que he realizado junto a esta carta. Está plasmado tal y como ha surgido de mi mente, rogándote que sigas las instrucciones que más adelante escribiré para su publicación, y sobre todo confiando que aún estés vivo y tengas la capacidad de entender estas líneas y terminar lo que empezamos juntos, pues los años de peregrinación por esta Europa a punto de caer en el abismo me han dado a entender que la sociedad no está preparada para nuestro descubrimiento, y que solo nosotros dos, y pocos más en estos tiempos, pueden entender la importancia de estas investigaciones.

Como podrás comprobar cuando estudies mi cuaderno, he logrado desarrollar una simbología lo suficientemente clara como para que las mentes bien preparadas —y me consta que también algunas que no tienen ninguna preparación en absoluto— puedan acceder a ese lugar, común a todos pero al mismo tiempo tan subjetivo, donde viven los sueños. Si tiene una ubicación en el continuo espacio-temporal, pertenece a otra dimensión, está hecha de tejido celestial o es propiedad de un Ser Superior, es algo que ignoro, que moriré sin saber, y que espero que los estudiosos del futuro desvelen cuando estén preparados. Lo que sabemos ahora mismo es que el lugar es real, que gracias a mis visitas allí he logrado prolongar mi vida mucho más de lo que cualquier médico apostaría, y ahora, querido amigo, debo decirte que también voy a poder, de alguna manera, vencer a la muerte.

Cuando el Instituto de Investigaciones Científicas del Reino de Bohemia dejó de financiar nuestros estudios, yo, como bien sabes, ya estaba enfermo. Aunque el diagnóstico no estaba claro, yo intuía que mi dolencia era mortal, y para mí era prioritario terminar los estudios que habíamos comenzado antes de mi final. Las drogas que nos facilitaban el sueño profundo me crearon una adicción que tardé mucho en superar; me costaba conciliar el sueño y controlar mi ira mientras permanecía encerrado en mi casa de Čimelice. Espero que tú lograras dejar atrás el síndrome de abstinencia, o para ser sincero, más espero que hayas podido conseguir suficiente droga durante el tiempo que no hemos mantenido contacto como para dormir plácidamente y seguir profundizando en nuestro estudio por tu cuenta.

El caso es que, una vez agotada nuestra financiación, preso de la adicción a unas drogas a las que ya no tenía acceso y con la muerte como única y siguiente parada en mi recorrido, decidí abandonarme a la suerte convirtiéndome en un vagabundo. Descubrí que si caminaba durante todo el día, el agotamiento físico me procuraba cinco o seis horas de sueño ininterrumpido, por lo que comencé a deambular siempre hacia el sur, al comienzo de la primavera de aquel año 1909, con el dinero que me quedaba de la pensión familiar y el único objetivo de seguir construyendo mi pasaje al mundo de los sueños.

Cogí trenes y diligencias, dormí en pensiones y en establos, recorrí una Europa que me resultó, en la vida de los campesinos y gentes sencillas que me encontraba por el camino, ajena a las disputas políticas que están a punto de abocarnos al infierno. Gentes buenas y hospitalarias entre las que pude recorrer caminos con relativa seguridad (no niego que fui atracado varias veces y así perdí todo mi capital, aunque ya no me interesaba conservarlo) y seguir durmiendo. La práctica con el uso de las drogas mientras trabajábamos en la Universidad de Brno me habían capacitado para escribir durante el sueño sin necesidad de inyecciones, tan solo con el proceso onírico normal del cuerpo que necesita descanso tras duras jornadas de caminatas o trabajos físicos, algo que me he visto obligado a realizar para poder comer, mientras mi aparato digestivo ha admitido tal cosa.

OnironautasWhere stories live. Discover now