3° Segundo día

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He estado en la misma postura sentada durante horas. Me duele el trasero.

Intento gritar pero la voz no me sale, tengo la garganta demasiado seca. Tampoco he comido nada en horas, desde que salí del trabajo no pruebo bocado.

La puerta se abre lentamente dejándome en suspense. El chico de ayer cruza su mirada con la mía y creo sentir sorpresa en sus ojos negros como el carbón. Tiene una pequeña herida en un lado de su frente y parece que ni siquiera se ha molestado en curarla.

—¡Vaya! Pero si Mulan ha sobrevivido. —Estoy demasiado cansada para responderle. —¿Sabes? Casi me olvido de ti.

—Jefe. —Le llama otro chico. Este le tiende una silla.

La silla se arrastra hasta que está frente a mí.

—Antes que nada... Mi nombre es Mikel. —Su voz es relajada, parece querer conversar. —Y llevas dos días aquí. —Al decir aquellas palabras me sorprendo.

Un sonido escapa de mis labios, era un intento de hablar. Siento mis labios agrietados, he estado dos días sin beber agua.

—Supongo que estarás sedienta. —Se levanta y sale por la puerta.

Cuando regresa, lo hace con una botella de agua.

Me enderezo lista para beber.

Él destapa delicadamente la botella y con cuidado la posa sobre mis labios, ligeramente inclina la botella y el agua no tarda en caer en mi boca.

Recibo con mucho gusto el líquido y no tardo en en beberlo con desesperación.

Cuando retira la botella le miro furiosa. Antes de decirle nada, miro la botella en sus manos y la veo vacía. Vaya, sí que tenía sed.

La comisura de sus labios se eleva ligeramente y tira la botella a un lado.

Se sienta a horcajadas de la silla con sus brazos cruzados apoyados sobre el respaldo de la silla y su cabeza sobre sus manos.

Se toma unos segundos para mirarme y suspirar.

—Eres imprescindible para mí. —Cierra sus ojos.

—¿Qué? —Cuestiono confundida.

—El plan. Eres imprescindible para el plan. —Se retracta. —Quieras o no vas a participar. Y yo me voy a encargar de contártelo todo.

Sus palabras me llenan de curiosidad.

—Te contaré una pequeña historia. —Sonríe de forma melancólica. —Imagínate a un niño, un chico en su etapa de adolescencia. —Mi mente imagina a ese chico. —Ese chico era el niño más bueno del mundo. Tenía un corazón puro. Lo único que tenía era a su mejor amigo. —Cierro mis ojos un segundo. —Ahora imaginate a ese amigo. Un amigo que no dio una mierda por el pobre chico. Un amigo que le pisoteaba en cuanto podía y le humillaba día tras día. Un amigo que no se merecía ni que le llamaran amigo. Ese supuesto amigo se reía del chico día sí día también, pero el niño solo le seguía a todas partes, hacía lo que él hacía. Le gustaba ser su amigo. —A estas alturas no hace falta ni decir que aquel chico del que habla es él mismo. —El chico sentía prácticamente devoción hacia él. ¿Y ese amigo como se lo pagaba? —Cierra sus ojos y frunce el ceño. —Acostandose con la chica que el otro quería, siendo un mala ifluencia e ignorando a aquel pobre chaval. —Vuelve a abrir sus ojos para posarlos sobre los míos.

—¿Quieres vengarte? —Me atrevo a preguntar.

—Dicen que los chinos son muy inteligentes. No se equivocan. —Suelto un suspiro de enfado. —Tú me vas a ayudar a vengarme. —Me señala con el dedo. —Y yo te contaré el plan.

—¿Qué pasa si me niego? —Le desafío.

—¿Que qué pasa? —Mira al techo como si estuviera pensando. —Pues que si no lo haces, te mataré. Y pondrías en peligro a alguien que aprecias. —Mis ojos desprenden furia.

—Ya te he dicho que... —Levanta la mano para que me calle.

—Si, si. Que no tienes a nadie a quien querer. Pero, curiosamente el ser humano tiene ese sentimiento de remordimiento. De culparse a uno mismo por algo que no ha hecho. ¿Quieres un ejemplo? ¿Cómo te sentirías si por tu culpa, por no querer cooperar, mataran a una persona inocente? —Lo dice con toda la calma del mundo.

—No serías capaz. —Intento mover mis brazos para pegarle, pero no puedo. La rabia me consume por dentro.

—Ponme a prueba. —Una sonrisa de insuficiencia se asoma por sus labios.

No digo nada, solo me estoy planteando hacerlo o no.

—Cuéntame el plan. —Digo con voz firme.

Sonríe victorioso y se levanta.

—Así me gusta. —Se levanta haciendo chirriar la silla. —Te contaré solo las partes en las que tú intervienes. —Asiento indecisa. —Primero, te sacaremos de aquí y no le contarás nada de esto a nadie. De lo contrario, ya sabes qué pasará con un inocente. ¿Entendido? —Levanta la voz.

Asiento.

—Bien. Regresarás al trabajo con normalidad e invitarás a Chloe a una fiesta. Ahí uno de mis contactos estará. No tienes nada más que hacer. Solo quedarte en la fiesta. —Lo que me pide es bastante sencillo. ¿Con el fin de qué?

—¿Qué pasará en la fiesta?

—Eso lo tendrás que averiguar tú, si aceptas el trato.

—¿Trato? Prácticamente me estás obligando. —Se acerca a mí y sus ojos recorren cada facción de mi cara.

—Es un trato. Tú haces lo que yo te digo y a cambio yo no mato a nadie inocente. —Sonríe.

Me maldigo interiormente por pensar que este chico es tremendamente guapo. Sus ojos negros, tan profundos como la oscuridad de la noche; su piel blanca, libre de imperfecciones de no ser por esa pequeña herida a un lado de su frente; su cabello ondulado peinado hacia arriba, castaño y con algunos mechones rubios. Bajo mi mirada hacia su sonrisa rodeada por unos labios bien definidos. Unos hoyuelos se forman en sus mejillas.

Parpadeo un par de veces saliendo de mi ensueño.

Se endereza y camina hacia la salida.

—Y por cierto. —Habla antes de irse. —Vivirás conmigo hasta que termine con mi plan. 

Dicho esto cierra la puerta tras de sí dejándome sola en la oscuridad alumbrada por una pequeña luz tenue.

¿Viviré con él? No. No quiero vivir con ese desgraciado que me ha secuestrado, amenazado e insultado.

Dejo escapar un suspiro entrecortado de mis labios.

¿Cuándo saldré de aquí?

Lo hice por él [Venganza #2]Where stories live. Discover now