4° Tercer día

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La puerta se vuelve a abrir por tercera vez desde que llegué aquí.

—Hoy es tu día de suerte. O no. —Habla Mikel caminando dentro de la habitación.

—¿Cuándo voy a salir de aquí? —Pregunto con cansancio.

Literalmente no he dormido nada, el estar en una silla me dificulta las cosas.

—A eso es a lo que voy. —Se para delante de mí. —¿Estás dispuesta a ayudarme a las buenas? ¿O a las malas?

—A las buenas. —Quiero insultarle, pero eso sería una mala idea.

—Bien. —Una sonrisa aparece en su rostro. —Pues saldrás hoy, chinita.

—¿Puedes parar de llamarme eso? Soy estadounidense. Como tú. —Hablo con desprecio.

—En eso te equivocas. Yo soy canadiense. —Se da la vuelta para llamar a otro chico.

Un chico con el pelo negro y los ojos azules entra para desatarme.

Me levanto pero enseguida me caigo, mis piernas no responden, están entumecidas.
El de ojos azules me ayuda a levantarme y caminar.

—¿Por qué haces esto? —Pregunto a pocos centímetros de su cara.

—Porque si te suelto, te caes. —Dice obvio.

—No me refiero a eso. —Niego con la cabeza. —Pregunto que por qué le haces caso. ¿Te ha amenazado? —Espero una respuesta que nunca llega.

—A veces no hace falta que te amenacen para hacer las cosas. —Habla por última vez mientras me mete en un coche.

El interior del coche es bastante espacioso y aprovecho eso para estirar mis piernas e intentar que obedezcan mis órdenes de poder moverse.

Por la ventana observo el edificio abandonado en donde he estado. Se ve bastante derruido y sucio. A sus alrededores solo hay árboles.

Es de noche y no puedo evitar que se me cierren los ojos, al fin un asiento cómodo.

Aprovecho que no hay nadie en el coche para tumbarme sobre los asientos traseros, y aunque no quepa entera, encojo mis piernas y cierro mis ojos.

***

—Levanta bella durmiente. —Me despierta la voz de Mikel.

Me siento y por la ventana veo bastantes casas. Esto es un vecindario.

Apaga el coche y sale, yo hago lo mismo.

Saca las llaves y abre la puerta de su chalet.

Entro con miedo, la casa es espaciosa y apenas tiene decoración. Esto está muy muerto.

—¿Por qué me has traído aquí? —Pregunto.

—¿Lo has olvidado? Te dije que vivirías conmigo. —Sonríe. —¡Vamos! No pongas esa cara. Lo pasaremos en grande. 

Ignoro el tono burlón de su voz.

—¿Y mis cosas? Tendré que ir a por ellas. —Intento buscar una excusa para salir de aquí.

—Mis hombres ya han ido a por ellas. Están en tu nueva habitación. —Señala las escaleras.

Ahorro el preguntar cómo han entrado a mi piso.

Se va a la cocina y no dudo en subir las escaleras para encontrar mi habitación y encerrarme en ella.

Paredes blancas, una cama matrimonial, un armario, un espejo y una mesa de escritorio. Sencillo.

Lo hice por él [Venganza #2]Where stories live. Discover now