8° Fred y Mikel

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Fred Cooper:

¡Te gusta!

Aún recuerdo cómo sonó aquello, que Chloe lo hubiera dicho en voz alta lo hacía más real.

Y no entiendo que Nina me atraiga ahora, y no hace dos años cuando la conocí. Siempre me ha parecido una chica tímida, pero ayer en la fiesta... Era otra chica completamente distinta, abierta, charlatana y dulce. No sé si era porque tenía algunas copas de más, pero algo me decía que esa era su verdadera personalidad.

Ya era bastante tarde, las diez de la noche, para ser exactos. Después de irme a casa y ducharme, volví a salir, me tranquilizaba dar paseos nocturnos, y más en verano.

Me paro en una avenida donde circulan pocos coches y me siento en un banco.

Cierro mis ojos por unos segundos hasta que el rechinar de las ruedas de un coche me sobresalta. Intento buscar el coche y veo a unos cuantos metros de mí las luces de este. Una figura de una mujer con un vestido largo sale de él y cierra de un portazo, no tarda mucho en caer de rodillas y hacerse un ovillo.

Miro a ambos lados de la calle, no hay absolutamente nadie. Con temor, voy hacia aquella chica, no puede dejar el coche en plena carretera. Maldigo internamente por haber olvidado mi placa de policía, pero no creo que la necesite. 

A medida que me voy acercando a la chica, sollozos salen de ella, está llorando. Trago saliva con dificultad y me agacho hacia ella para posar una mano en su espalda y tratar de calmarla.

La mujer se da la vuelta rápidamente y se aleja de mí con miedo, tiene todo el pelo pegada a su cara.

—¿Nina? —Pregunto preocupado, esos ojos rasgados son bastante conocidos para mí.

No puede articular ni una palabra, pero se abalanza sobre mí para abrazarme y seguir llorando.

Trato de levantarla y con mucho pesar, accede.

—Ey... —Tomo su rostro entre mis manos y la obligo a mirarme, sus ojos rojos me destrozan. —¿Qué ha pasado? —Ella sólo niega con la cabeza, no quiere hablar de eso. —Ven, vamos a mi casa. —La llevo hacia su coche para conducir hasta un lugar seguro.

—Ni te atrevas. —Una voz grave se escucha a mis espaldas.

Siento cómo Nina se aferra a mí y empieza a temblar, entonces sé que aquel chico es quien le ha provocado que esté en ese estado.

Me doy la vuelta para ver a un chico rubio, de ojos oscuros y totalmente cabreado.

—¿Quién eres tú? —Pregunto al individuo mientras trato de proteger a Nina.

—Su novio. —Me sorprendo ante sus palabras y una desilusión crece en mi interior mientras miro a Nina confuso. —Así que ya la estas soltando. —Me limito a negar con la cabeza.

—Tú la has hecho llorar. ¡Mira cómo está! —Le replico.

—Nina. —La llama ignoradome por completo. Levanta su cabeza que estaba escondida en el hueco de mi cuello y mira hacia el chico. Parecen hablarse con la mirada. —Ven. —Ordena.

Noto cómo poco a poco su agarre se va aflojando, pero antes de que se aparte de mí totalmente cojo su rostro y la miro a los ojos.

—No tienes que ir si no quieres, Nina. —Tenso mi mandíbula. —Yo te protejeré de él. —Hace un puchero intentando reprimir las lágrimas y niega.

—Tengo que ir. —Habla en un susurro roto. —Gracias. —Su mano toca mi mejilla acariciandola, yo cierro los ojos ante su contacto.

Con mi corazón martilleando mi pecho, vuelvo a tomar su cara entra mis manos y la acerco a mí juntando nuestros labios.

—¿Pero qué crees que estas haciendo? —Los pasos apresurados del hombre me anticipan que lo he empeorado.

Bruscamente aparta a Nina sin importarle que caiga al suelo, cierra su puño y con toda su fuerza me da en las costillas haciendo que se me corte la respiración.

—No vuelvas a tocar a mi chica. —Sentencia.

Se da la vuelta para coger a Nina y estampar sus labios con los de ella. Mientras trato de recuperar el aire, veo la escena, Nina está con los ojos abiertos y sin mover sus labios, mientras que el chico parece poner todo su esfuerzo en ese beso.

Nina me mira por última vez antes de ser empujada hacia el coche.

A falta de aire, caigo de rodillas al suelo e intento inhalar, pero me es imposible, la desesperación llega a mí y mis ojos empiezan a humedecerse. Cierro mis ojos e intento concentrarme mientras me aprieto el diafragma. Inspiro, espiro.

Poco a poco el aire vuelve a entrar en mis pulmones y empiezo a toser.

Esto no quedará así.

Mikel Basg:

Aún no me puedo creer que ese imbécil la haya besado, y encima delante mis narices.

Conduzco apretando el volante con todas mis fuerzas intentando retener mi rabia.

—Deja de llorar. —La ordeno, me está poniendo más nervioso aún.

—Eres un maldito imbécil. —Susurra entre sollozos.

Aprieto mi mandíbula, ¿eso es lo que piensa de mi?

—¿Por qué te has ido? —La regaño. —Creo que quedó bastante claro que no podías salir de la casa sin permiso. —Ya estábamos llegando a mi casa.

—¡Precisamente por eso! Idiota. Por eso me fui. —Se limpia las lágrimas y me mira. —Me tratas... ¡Me tratas como si no te importara, como si fuera un objeto y como si no tuviera sentimientos. —La miro de reojo impotente. —¡Y eres tú el único que no tiene sentimientos! —Se apoya en el respaldo cruza sus brazos. —Solo quiero estar lo más lejos posible de ti. —Esas palabras hicieron que una presión se intalara en mi estómago. 

Cuando salimos del coche, ella se fue directo a su habitación, pero no la dejé entrar, antes la cogí del brazo y la giré hacia mí.

—No quiero que vuelvas a hablar con ese chico. —Sabía que era de su trabajo, y que a ella le gustaba, lo supe cuando los vi despidendose después de la fiesta. Desde ahí empecé a sentir... —Te vuelvo a recordar que te vigilamos las veinticuatro horas.

Vuelvo a pegar mis labios a los suyos, y como siempre, su respuesta es un rechazo, solo que ahora le añadió un bofetada que me hizo girar la cabeza ligeramente.

—Eres un— No la dejé terminar, cogí su brazo y la empujé hacia su habitación tirándola en la cama.

Me puse encima de ella y me coloqué entre sus piernas, la cogí de las manos apoyándolas a cada lado de su cabeza.

—No vuelvas a hacer eso o te juro que—

—¿Qué? ¿Me vas a pegar? Desgraciado... —Forcejeó más, pero no le serviría de nada,  yo era más fuerte que ella.

—No quieras averiguarlo. —Volví a besarla, estos últimos días su boca se había convertido en mi lugar favorito.

Antes de perder el control, me levanto y me encierro en mi habitación.

Lo hice por él [Venganza #2]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora