*Capítulo Cuatro: "¿Quién diría?"

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No aguantaba la gran presión marina que le robaba su preciado aliento; ya que las enormes olas transparentes lo arrinconaban contra los peñascos de la orilla y no le daban la oportunidad de ponerse de pie en su afán de defenderse del enemigo

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No aguantaba la gran presión marina que le robaba su preciado aliento; ya que las enormes olas transparentes lo arrinconaban contra los peñascos de la orilla y no le daban la oportunidad de ponerse de pie en su afán de defenderse del enemigo. ¿Todo se volvía un enorme hoyo? Sí y tal vez no encontraría el modo de liberarse por segunda vez.

Viktor soltó un gran suspiro de agotamiento y meneó la cabeza en señal de desaprobación a sus propios pensamientos negativos. A esas alturas del acoso él optó por encerrarse en su pequeña mansión del duodécimo piso del enorme edificio en el que vivía desde hacía más de un año, en el que no dejó que la falta de actividades en su apretada agenda demoliera su buen juicio. Tras la persecución en auto de muchos periodistas, que no estaban conformes con la cantidad de información brindada acerca de su retiro de la música, al fin arribó al lugar en el que encontraría una calma efímera. Ellos necesitan datos que los ayudaran a crear notas dramáticas en los periódicos del día siguiente y es que nadie se podía imaginar semejante cosa. ¿Viktor diciéndole adiós a la música tan rápido? Realmente increíble. Había tomado por sorpresa a todo el mundo y ahora las acciones de su disquera comenzaban a caer en picada, dejando en números rojos las inversiones de los extranjeros que pensaban dejar grandes cantidades de dinero en esa rama de la industria del entretenimiento.

Viktor ladeó su cabeza de un lado para otro, pretendiendo que de ese modo el dolor de su cuello desaparecería, mas sabiendo que no conseguiría calmarse con un truco tan viejo, en rápidos pasos se acercó al pequeño bar de su estancia y se sirvió una copa de vino hasta casi llenarla y la tomó de un solo golpe. Ni siquiera se molestó en ir a buscar hielo en su nevera.

Precioso, así podría describirse la belleza de su hogar: los muebles elaborados con caoba tenían un bello color negro, reluciente. La suavidad de sus sillones, en múltiples madrugadas, lo arrulló para que durmiera al menos tres horas antes de continuar con su agotadora rutina, porque aunque su habitación estaba a pocos metros de distancia, Viktor a veces se sentaba unos segundos y el agotamiento lo hacía quedarse dormido de inmediato.

—Ahora el siguiente paso —murmuró con desgano, tomando con la mano derecha la botella de licor de la estantería. Necesitaba servir más del líquido color guinda en su copa, otra vez.

Decir que se retiraba de la música antes de regresar a Japón fue una movida estúpida de la que continuaba arrepintiéndose: la prensa y sus fanáticos estarían pendiente de sus acciones; sin embargo, era la única forma de comprobarle a Yuuri que estaba avergonzado de haberlo abandonado. Si su amado veía que él había renunciado a sus sueños por retornar a su lado, lo perdonaría sin dudarlo.

Aunque no se habían marcado, él sabía que su lindo amor era su destinado. La pareja idónea de toda su vida, aquel que sería el pilar de su existencia.

Y allí radicaba la raíz de su egoísmo... ¿No era más fácil revelar a la prensa que amaba a un omega japonés? No, sencillamente esa declaración era imperdonable. ¿Cómo quedaría su nombre después de eso? Nadie volvería a escuchar su música ni por error y sus negocios quedarían en la ruina debido a la fama negativa que ganaría por el origen deleznable de su pareja. Sería su fin y no habría manera humana de superar las pérdidas.

Nuestro paraíso [Omegaverse]Where stories live. Discover now