*Capítulo Tres: "Estrella en ciernes"

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Yuuri abrió la puerta del departamento que compró luego de separarse del ser que creyó sería su amor destinado a vivir a su lado hasta que el parpadeo de sus ojos se detuviera

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Yuuri abrió la puerta del departamento que compró luego de separarse del ser que creyó sería su amor destinado a vivir a su lado hasta que el parpadeo de sus ojos se detuviera. Tonta y estúpida ilusión producida por el golpe de calor de una pasión desenfrenada de adolescencia ¿Que podía recriminarle a un joven de dieciocho años que le prometió volver por él? Nada, era ilógico escupirle improperios por incumplir sus palabras de enamorado. No tenían ningún vínculo y eso era algo que agradecía al cielo: haberle prohibido que lo marcara.

Soltando un suspiro, el joven removió sus cabellos negros en un leve movimiento de cabeza y se sumió en la oscuridad total de esas cuatro paredes. Había permanecido el día entero deambulando por las calles aledañas al jardín de niños, sin rumbo fijo en el que refugiarse y sin ganas de tener un instante de sosiego. No siempre la infelicidad iba acompañada del llanto tenebroso causado por las heridas de su corazón, y ese era el vivo ejemplo de lo que pensó: las lágrimas no ayudan a mejorar la situación inmunda en la que te hundes. Suspiró antes de dar unos pasos. No se sentó en ninguno de sus muebles, se mantuvo de pie en la estancia, con la cabeza mirando en dirección a la puerta de su habitación, con los brazos caídos y los hombros encogidos. Perdió el trabajo de sus sueños por defender sus derechos frente a un hombre discriminador. ¿Tenía la culpa de ser ofendido de formas tan humillantes? No. Nadie merecía ser insultado con el veneno de ofensas necias y cargadas de ignorancia. No pensaba suplicar de rodillas, con los ojos temblorosos y cristalinos, menos pedir perdón con la voz quebrándose en cada sílaba, porque esa fue la condición que le dieron para quedarse en el jardín de niños: "Pedirle perdón a su agresor". Ya había sido humillado sin razón y no volvería a verse en el papel de un omega insolente y golpeador. Quizá hizo mal en utilizar la violencia para imponer el respeto que merecía, aun así, cada derechazo que le encestó al padre de Marco fue muy bien merecido.

Sus pensamientos navegantes en el río profundo de su mente en constante contradicción, salieron del ensimismamiento al oír el tono de llamada de su celular. Al sacarlo de su bolsillo, Yuuri comprobó que se trataba de Yuuko, quién no había detenido los intentos por comunicarse con él. No dejó rastro de su paradero tras su despido, mejor dicho: "Renuncia voluntaria", porque así lo nombraron para evitar cualquier escándalo y era lo más provechoso para su situación económica,ya que si en lo documentos aparecía como un despido por agresividad, no era merecedor de un centavo por sus servicios.

Aunque se sentía una pésima persona, no le contestó a sus amigos, solo se limitó a encerrarse en su cuarto; ya bajo sus blancas sábanas empezó a calcular que el dinero ahorrado en su cuenta bancaria le alcanzaría para vivir cómodamente durante dos meses, y es que conseguir un trabajo siendo omega, era muy difícil en una sociedad tan clasista. Las compañías y las excusas de los descansos por el celo no veían conveniente pagarle a una persona que no sería útil por tres o cinco días de cada mes. Y esa era una ventaja para Yuuri, debido a que desde hacía dos años ya no tenía su celo, era una bomba de tiempo no eliminar sus feromonas, pero le ayudaría a conseguir empleo más rápido, ya que sería más productivo para las empresas.

Nuestro paraíso [Omegaverse]Where stories live. Discover now