*Capítulo Ocho: "Arrepentimiento"

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La intención que caló en la profundidad de su pecho enardecido por el arrepentimiento, fue determinada por una mezcla impoluta de amor y sentimientos propios de un eterno vencedor, que le susurraban al oído que era su obligación encontrar el modo ...

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La intención que caló en la profundidad de su pecho enardecido por el arrepentimiento, fue determinada por una mezcla impoluta de amor y sentimientos propios de un eterno vencedor, que le susurraban al oído que era su obligación encontrar el modo de convencer a Yuuri de retornar a la calidez de sus brazos, abiertos para protegerlo de cualquier mal del mundo deleznable en el que les tocó vivir. No se daría por vencido con tanta facilidad luego de conseguir encontrarlo en aquel edificio. Fueron semanas de intensa búsqueda, que cada día le resultó más infructuosa que el anterior, porque la idea de encontrarlo en barrios pobres y desolados lo dominó: estaba tan errado en sus suposiciones.

Hallarlo en la más grande miseria fue su única opción; no obstante, cuando sentía que su suerte no mejoraría, logró contemplarlo en un lugar que creyó imposible ser el hogar de su amado de la niñez. ¿Cómo podía pagar aquel lugar? ¿Por qué vivía en un edificio de lujo? No tenía sentido... Las capacidades de Yuuri no eran suficientes para obtener una vida de calidad. Y por esa razón, Viktor tardó meses en hallarlo, lo subestimaba y no le daba el valor real que Yuuri poseía. Desconfiaba de su habilidad mental para escapar del abismo. No lo conocía.

Esa insignificante variación de sus pensamientos se despejó en su mente cuando se vio exclamando sus deseos de hablar con él desde fuera de su puerta; sin embargo, aunque nunca más se alejaría de él, se rindió ante la petición enojada de Yuuri con demasiada facilidad para su gusto, decidió marcharse y encerrarse en su habitación por un único motivo: los insoportables dolores de cabeza, que empezaron a acecharlo en medio de una tormenta de temores despiadadas, fueron un factor que lo indujo a concluir la primera batalla de la guerra. Había perdido por culpa de algo que no podía controlar.

Prometiendo que volvería, Viktor ingresó a su departamento, que tenía una capa de polvo flotando en el aire, dando un tono opaco a las paredes del lugar recién habitado. Viktor tiró las llaves de su casa en el aparador y, apoyando ambas manos sobre sus labios, corrió al baño mientras sorteaba las cajas de mudanza sin abrir, que estaban en el suelo, para no tropezar. Ya en medio de esas cuatro paredes de privacidad, levantó la tapa de retrete y dejó que su estómago expulsara lo poco que comió durante el día.

—Mierda —murmuró con el odio burbujeando en su espíritu en cuando pudo retener una arcada que prometía agitar su pecho hasta el grado de causarle dolor. Arrodillado, apoyando las manos en el borde del water, sintió que sus cabellos castaños se pegaron a su frente por la sudoración fría que recorría su piel.

El último espasmo sacudió su ser por completo; dándose los ánimos requeridos para proseguir, tomó una profunda respiración y se levantó del suelo con los ojos llorosos, enrojecidos por las lágrimas involuntarias que resbalaban en dirección en sus mejillas. Sintiendo los jugos gástricos envolver su paladar, tiró de la palanca y fue a lavarse los dientes. ¿Cuánto más resistiría su cuerpo? Al verse en el espejo, demacrado, con las mejillas hundidas, los pómulos sobresalientes, lleno de ojeras profundas y negras; no se reconoció en el reflejo que contempló con estupor y un asco. Ese hombre que le devolvía la mirada no el gran seductor, que movía a estadios llenos de gente alabando su nombre. No, no era el mismo que movía los corazones con la potencia de su voz, comparada a la de los ángeles del cielo. La picardía de sus ojos azules se esfumó, dejando en su lugar un hálito de muerte... Era otro ser habitando su alma.

Nuestro paraíso [Omegaverse]Where stories live. Discover now