*Capítulo Nueve: "Quédate"

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—Te equivocas, nosotros no somos compañeros —el sonido firme y sin punto de inflexión de una voz, que en el pasado le susurró que lo amaba sin importar la cantidad inconmensurable de adversidades que salieran a obstaculizar sus caminos, lo dejó si...

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—Te equivocas, nosotros no somos compañeros —el sonido firme y sin punto de inflexión de una voz, que en el pasado le susurró que lo amaba sin importar la cantidad inconmensurable de adversidades que salieran a obstaculizar sus caminos, lo dejó sin respiración por el rudo golpe del que fue víctima. El dolor se extendió por cada superficie rugosa de un corazón oxidado, creando huellas imborrables en un alma incapaz de sentir perdón consigo mismo. Se aborreció y se culpó de aquellas asesinas confesiones. Mató lo bueno de su existencia. Un elemento más valioso que la fortuna que logró amasar en unos cuantos años—. Te pido que te vayas ahora mismo, Viktor —rectificó la seguridad de la que era dueño, avanzando unos pasos dentro de su estancia, dejando atrás a un exhorto Jean, que nunca creyó ver en Yuuri tal frialdad, que congelaba la razón de quién estuviera acostumbrado a su faceta de calidez.

Un amoroso profesor, que ampliaba una maravillosa sonrisa que irradiaba luz para los niños a su cargo, ahora hablaba con gelidez, demostrando que una parte de sí, sostenía la capacidad de sentir desdén por un ser que lo abandonó en una de las peores situaciones de su vivir.

¿Fue inhumano sonreír entre lujos mientras él se iba a dormir con el estómago rugiendo por el hambre? Nunca fue su deber mantenerlo, aun así, tenía una deuda moral con su exnovio desde que este le entregó sus ahorros para ayudarlo a comprar su boleto de avión.

—Yuuri, tienes que escucharme —él, que todavía seguía postrado en el suelo, clavó sus ojos sin brillo en el rostro de su amado y fue muy conveniente al mostrarle su arrepentimiento, que, por un instante, uno muy pequeño, estuvo a punto de quebrar su determinación—. ¡Tenemos que volver a estar juntos! —las lágrimas quisieron jugar en su contra en el partido decisivo, pero, con la soberbia colgando de sus manos, se levantó y volvió a pedir lo que buscó desde meses pasados—: Es urgente que me escuches.

—Ya es demasiado tarde para eso ¿no crees? —Yuuri, como acto instintivo, se quedó petrificado cuando lo vio avanzar hacia él. Era su destinado, al menos eso siempre creyeron, pero ¿Qué clase de pareja eterna fue capaz de tratarlo como él lo hizo?

No le recriminaba el perseguir sus sueños con la potencia del viento, ni en sus más egoístas pensamientos habría sido capaz de sacarle en cara aquello; no obstante, el abandono y el escuchar en las noticias lo feliz que fue con gente extraña, con mujeres fáciles y amigos falsos, le hizo darse cuenta que él no significaba mucho para Viktor. No significaba nada. Era complicado perdonarlo y olvidar lo negruzco del pasado cuando el sentimiento de pesadumbre reinaba, con cetro implacable, la bondad que alguna vez existió en él para su ex.

—Vete o me veré en la obligación de llamar a la policía —no se rompió, aunque por dentro, un espacio de su corazón, se desvanecía ante los temblores imperceptibles de su cuerpo, el temple y la expresión de indiferencia que mantuvo, convenció a todos de su innegable decisión de echarlo de su vida.

—Pero Yuuri, nosotros somos...

—Y eso qué ¿Importó cuando te convertiste en el gran cantante Viktor Nikiforov? No fue de relevancia en ese momento, a mí no me interesa ahora —Jean abrió los ojos con una enorme expresión de sorpresa y volvió su atención al recién llegado; con el cabello castaño no parecía el mismo cantante, pero si observaba bien su rostro y sus facciones demacradas, podía intuir que era la misma persona.

Nuestro paraíso [Omegaverse]Where stories live. Discover now