*Capítulo Seis: "Por Favor"

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Fue la gota de aceite caliente sobre su hombro que quebró el buen juicio, que le costó restaurar en un plazo de más de dos años, en los que le resultó imposible solo centrarse en los sucesos llenos de amor y belleza primaveral de un romance juvenil

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Fue la gota de aceite caliente sobre su hombro que quebró el buen juicio, que le costó restaurar en un plazo de más de dos años, en los que le resultó imposible solo centrarse en los sucesos llenos de amor y belleza primaveral de un romance juvenil. El primer impulso determinado por su cerebro y ejecutado por sus contorneadas piernas fue echarse a correr escaleras arriba, en dirección a su casa, para, de alguna manera, dejar de prestarle atención a las brasas ardientes arrimadas contra su piel desde el efímero instante en el que sus ojos se cruzaron en medio de los peldaños. Aún impresionado por la visión perfecta de un fantasma del pasado, Yuuri tuvo las agallas para alcanzar su piso, sacar las llaves de su bolsillo, abrir la cerradura y encerrarse en su departamento, sus manos temblorosas, pusieron todos los seguros una vez que estuvo dentro de sus cuatro paredes.

No supo cómo lo hizo, pero se quitó la mochila y la casaca para tener una mayor ligereza en su cuerpo. Su pecho, acostumbrado a la vida sosegada y sin altibajos, subía y bajaba con violencia, producto del esfuerzo físico y el ataque de ansiedad que comenzaba a darle vueltas la cabeza. Una copiosa fuente de sudor resbaló desde el centro de su frente mientras su corazón latía a una velocidad inhumana, sus ojos, protegidos por sus gafas, se quedaron contemplando la puerta de manera absorta, presintiendo lo que ocurriría en cuestión de segundos.

—Yuuri, necesitamos hablar ahora mismo —gritaron desde fuera, controlando la desesperación y dándole un toque de amabilidad a su tono frío de voz—. ¡Dame la oportunidad de explicarte por qué demoré tanto en volver por ti! —volvió a reincidir en su deseo de ser escuchado.

Era Viktor quien pugnaba por el perdón del amante cautivo de miseria. No cabía ni la menor duda que ese par de pupilas azules le pertenecían al hombre que lo dejó en el más grande de los abandonos por perseguir su mayor sueño. Su piel blanquecina y sus labios que muchas veces le susurraron palabras delineadas con amor eran los mismos, aunque el color de su cabello, ahora castaño y su fisonomía fuera más delgada, no existía una equivocación: se trataba del joven que vivió con en él por varios años.

—Si no sales ahora mismo, tumbaré la puerta —pánico fue lo que se apoderó del solitario omega, mientras Viktor, entre gestos deformes de triunfo y terror por ser rechazado, guardaba el celular de Yuuri dentro de su bolsillo. De alguna manera, por ese objeto, tendría que hablar—. Sabes que romperé esta puerta solo por verte —lo amenazó con dulzura.

Ningún vecino de los tres departamentos ubicados en el mismo piso saldría a rescatarlo del infame visitante: dos de ellos trabajaban hasta muy tarde y al otro ni siquiera lo conocía.

—Por favor, yo te amo —suplicó casi al borde de las lágrimas, arrepentido por el error que le costó valiosos momentos a su lado—, solo quiero...

—Vete —una sensación eléctrica recorrió la espina dorsal de Viktor, que se sintió en el paraíso al oír su voz después de tanto tiempo—. Yo no quiero hablar contigo —a él le sorprendió la firmeza con la que Yuuri expresaba sus deseos de mantener distancia. No parecía la misma criatura del pasado, aquella que olvidó y dejó en la oscuridad por ser omega—, y si no te vas, llamaré a la policía —advirtió, ya que esa no era una simple forma de amedrentarlo, Viktor sabía que su pequeño omega terminaría echándolo a las garras del lobo.

—Está bien —él alzó las manos en señal de rendición, aunque Yuuri no lo veía—. Me iré y te dejaré en paz —la sonrisa lúgubre que se formó en el rostro demacrado del excantante hubiese sido suficiente para conmovedor el tierno e inmaculado corazón de un joven maestro de jardín; sin embargo, la pared que los distanciaba, fue una barrera protectora para resistir sus influjos más allá de los encantos de su alma—, pero no me voy a detener hasta que me escuches... Hasta que volvamos a nuestro paraíso.

Viktor, que ya no era ni la sombra del altivo cantante en la cumbre de su carrera, soltó un suspiro muerto. Dando pasos lentos con sus zapatillas negras, que combinaban con su look casual de jeans oscuros y remera negra, sacó las llaves de su departamento y se encerró en su hogar recién alquilado. Él era el nuevo vecino del hombre que buscaba, con manotazos de ahogado, recuperar.

Las piernas de Yuuri volvieron a temblar al igual que la primera vez que se despidieron y en pocos segundos, cayó al suelo frío y dejó que las lágrimas lo bañaran en la más grande de las humillaciones. Las gotas cayeron al piso de madera y su rostro desencajado fue escondido por sus manos ¿A qué volvía a buscarlo? ¿Por qué regresaba a desordenar sus ideas establecidas en orden de prioridades? Era gracioso que expresara su amor cuando, en el pasado, no le interesó que Yuuri muriera de hambre mientras él despilfarraba su fortuna en salir con celebridades con las que se les vinculaba de modo sentimental... Él no tenía el deber de mantenerlo, pero el omega al menos esperó que Viktor tuviera la dignidad de terminar su relación formalmente y no mediante el corte profundo de su indiferencia ¿Qué quería?

Su mente le dio un vuelco y tuvo deseos de vomitar cuando en calor en sus entrañas lo obligó a soltar un gemido... Necesitaba sus supresores...

Yuuri se levantó de la posición indigna con extrema dificultad y buscó de modo inútil su celular dentro de sus bolsillos, debía llamar cuanto antes a sus amigos para que lo socorrieran. Como había pasado demasiado tiempo desde la última vez que le dio el celo, no estaba preparado para un evento similar. No era como si se pudiera tener pastillas o inyectables para retener ese periodo, después de todo, esas cosas tenían una fecha muy reducida de caducidad.

—Mierda —farfulló sintiendo una quemazón naciente en la parte baja de su cuerpo, que aceleraba su respiración hasta provocar que tuviera que inhalar por la boca.

¿Por qué la naturaleza era tan injusta? ¿Por qué tenía que ser un omega? En la niñez sufrió abusos y humillaciones por ser considerado inferior en todas las capacidades humanas; pero nunca anheló dejar de ser quién era... Ahora, siendo un adulto que luchaba contra la discriminación y le enseñaba a los niños a quererse sin importar su género secundario, deseaba con fervor no ser la clase de aberración que soñaba con ser poseído por alguien tan miserable como Viktor. ¿Por qué? Sollozó sin permitir que las lágrimas enrojecieran más su rostro.

Con el aliento tan inflamable como el gas, apretó las piernas para que aquella viscosidad en sus pantalones no siguiera extendiéndose en la tela, mientras una imagen borrosa se instalaba en los meandros de su mente.

Tratando de hallar solucionar, recordó que para completar su infortunio, Viktor era quien tenía su celular y aunque había un teléfono fijo en casa, su memoria no podía rememorar el número de las personas en las que confiaba.

El color azulado de las paredes de su hogar perdieron la alegría natural de su tonalidad frente su atisbo pixelado a causa de la sensación incómoda que lo obligaba a tener pensamientos impuros, capaces de asustar a la persona con la mente más abierta del mundo. Yuuri no quería volver a sentir el celo que perdió con la partida de Viktor, no quería volver a necesitar su cercanía para recuperar la tranquilidad de su carácter...

Yuuri no se imaginaba que hubiese sido de él si el enamoramiento ensimismado que sentía por Viktor le habría permitido dejarse marcar: su atadura sería irrompible. A diferencia de lo creído por sus más allegados, su relación fue poco convencional, ya que la mayoría del tiempo vivieron juntos en el orfanato, no obstante, los meses en los que tuvieron la osadía de alquilar una casa casi destartalada y estuvieron como una pareja, no pasaron más allá de besos y abrazos delicados al amanecer... Y es que los dos sabían que el sexo, inevitablemente, causaría un enlace que les impediría alcanzar sus sueños.

Él llegó tambaleándose hasta su sala, ni siquiera se había quitado los zapatos al ingresar a su casa. Igual que trozos inservibles de carne putrefacta, se desplomó sobre su sillón de tres cuerpos y se enrolló hasta juntar sus rodillas con el mentón, para conseguir que la sangre bombeada con rapidez por su corazón, se calmara. No conocía otro tips para mermar los síntomas del celo.

Las llamas extendidas por cada espacio de su cuerpo no lo dejaban pensar con claridad y cada idea que, con suma dificultad, lograba elucubrar y desarrollar con cierto grado de coherencia, lo llevaban al agridulce recuerdo de un hombre incapaz de amarlo de verdad.

—Por favor —pidió como una súplica al cielo, que en muchas ocasiones parecía haberlo abandonado—, ayuda...

Cerró los ojos y en medio del llanto silenciosos, suplicó por ser calmado... 

Nuestro paraíso [Omegaverse]Where stories live. Discover now