*Capítulo Diecisiete: "Atemorizado"

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La fuerte tormenta que duró cinco días consecutivos, provocó que Yuuri despertara de golpe

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La fuerte tormenta que duró cinco días consecutivos, provocó que Yuuri despertara de golpe. Su respiración agitada no se atenuó cuando admiró que seguía encerrado en esas cuatro paredes llenas de moho y sangre, que además, estaban cubiertas con una pintura oscura y descascarada. El aspecto del resto del lugar no era mejor: el suelo apestaba a sus propios excrementos y las ratas atravesaban los pequeños orificios de las esquinas con frecuencia. La presencia de la luz era inexistente. El joven de mirar apagado supo que pronto se terminaría de consumir en la miseria si no bebía un poco de agua.

Al igual que el resto de los días, él se levantó con un fuerte dolor de cabeza que le hizo ver puntos dorados en todas partes. Cuando trató de elevar el cuerpo del suelo húmedo, se dio cuenta que seguía encerrado en una jaula ubicada en medio del cuarto.

Naturalmente, al principio de su rapto, él pensó que era una especie de pesadilla; aquella que siempre tenía cuando estaba en el orfanato. Los niños, que vivían junto a él, solían decirle que quienes contaban con la fortuna de ser adoptados, eran llevados por una familia desastrosa e infernal, que los maltratarían y usarían como si fueran animales. Ese rumor sin lógica se inventó como una forma de consuelo para los pequeños, ya que la sola idea de seguir quedándose en el orfanato mientras los otros se convertían en hombres de provecho, los llenaba de una envidia propia de la edad. Yuuri creyó, hasta la adolescencia, que era una verdad absoluta lo relatado por sus amigos: los niños adoptados eran criados por familias disfuncionales que los golpeaban; sin embargo, tras darse cuenta de la falsedad de los inventos, sufrió en silencio, porque él soñaba con una familia feliz, que lo amara y que le regalara un perro con el que jugar. A veces era mejor autoengañarse para no caer en una destrucción psicológica más dañina que una herida mortal.

En medio de sus delirios, producto de un dolor intenso de cabeza, quiso abrir la boca para pedir ayuda, pero un frío azotador, le hizo temblar. Aunque su instinto le sugería que el primer día fue el más aterrador, él no recordaba muy bien lo sucedido, lo cierto es que cuando llevó una mano a su cabeza para aplacar el dolor, encontró sangre seca pegada a su cabello.

Con las manos protegiendo su cabeza y tirado en el suelo, él se sintió alarmado cuando oyó pasos acercarse a ese corredor, poco a poco los recuerdos de lo ocurrido varias noches antes, llegaron volando a su mente a medida que la oscuridad perpetua le recordaba que la vida no era tan sencilla como él trató de creer durante todo ese tiempo. No era posible que llegase a ser feliz, no cuando estaba destinado a vivir en un mar de lamento.

La puerta del cuarto se abrió y Yuuri quedó cegado por la intensa luz proveniente del pasaje. Varias sombras lo observaron desde el umbral mientras se acurrucaba en su jaula llena de inmundicia.

—Veo que la princesa ya se despertó —musitó aquella voz que le escarapelaba el cuerpo—. Al parecer ayer te quedaste desmayado luego del golpe que te propinaron —el hombre de zapatos impecables avanzó unos centímetros y logró cubrir la luz con su gigantesco cuerpo. Al no obtener una respuesta del chico con la ropa rasgada y la cara hinchada, él esbozó una sonrisa—. Lo siento mucho —se sentó en cuclillas para mirarlo de frente. Incluso con esos hematomas en la piel, seguía siendo hermoso—, no queríamos golpearte, pero cómo te pusiste igual a un demente cuando pateamos a ese asqueroso perro que nos estaba intentando joder la noche, tuvimos que lastimarte... Si te hubieras retractado de ese error, no te seguiríamos lastimando cada noche —Yuuri no respondió. Mantuvo una desconexión del mundo a medida que iba asimilando la forma en que su vida cambió tan de repente.

Nuestro paraíso [Omegaverse]Where stories live. Discover now