14 || Una emergencia familiar

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Era insólito

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Era insólito.

Seren no había empezado su transmisión, pero no solo no avisó, sino que desapareció de internet por varias horas.

Nadie comprendía nada, ¿desde cuándo dejaba un día sin hacer directo? ¿desde cuándo no avisaba?

Ella, por el otro lado de la Ciudad del Rey, manejaba un poco nerviosa por el encuentro que estaba por tener.

A ver, mejor volvamos a lo que sucedió en la mañana, justo antes de aquella llamada que lo cambió todo.

Santiago Altamirano volvió a la vida de Seren en forma de caja junto a una carta que no decía mucho más que un «De: Tutu». Ella estaba sorprendida, confundida y nerviosa. No abrió el paquete que aún sostenía en sus manos temblorosas, pero el solo pensar en su hermano y todo el tiempo que había perdido su rastro...

—Serena, te estoy hablando —dijo Lana, llamando su atención. Seren alzó la vista por primera vez desde que tuvo el objeto entre sus manos. —¿Qué pasa?

Lana no sabía mucho más que lo que Seren había contado. Que su hermano desapareció, que no supo más de él. Para ella también era una sorpresa.

—N-no, no sé qué hace, no entiendo por qué después de años aparece así con esta caja, sabiendo mi dirección, ¿cómo sabe eso? ¿Cómo sabe dónde vivo? ¡¿Qué es esto?! —cuestionó desesperándose. Dejó la caja sobre la mesa y pasó sus dedos sobre su cuero cabelludo con un poco más de fuerza de lo normal. Lana llegó a abrazarla antes de que se derrumbara en el suelo. La rizada empezó a llorar y por fin le devolvió el abrazo.

—Yo tampoco lo entiendo, hermana, pero creo que podríamos encontrar una respuesta aquí dentro, ¿no te parece? Sé que lo de tu hermano es un tema delicado, pero también sé que podemos hacer esto juntas si no quieres hacerlo sola, ¿quieres eso? ¿Necesitas mi ayuda? —preguntó. Contuvo a su mejor amiga acariciando su cabello hasta que se calmó. Seren no dijo una sola palabra, pero asintió. —Ven, siéntate. Te voy a ayudar.

Lana abrió la caja con la mirada atenta de Seren, que luego de secarse las pocas lágrimas que le quedaban, estaba más tranquila.

La caja en cuestión, contenía un pequeño peluche de Snorlax y un grupo de cartas unidas por una liga.

—No puede ser —susurró Seren, tomó el peluche entre sus manos y sonrió un poco, dejando que las lágrimas volvieran a caer. —Tuviste a Snorlax todo el tiempo —dijo en el mismo tono.

Volvemos a lo mismo, para quien no sepa, Snorlax es un Pokémon de la primera generación.

—¡Ay! ¡Qué bonito es!

—Era mío. Santiago y yo solíamos ver Pokémon juntos, mi padre nos prohibió ver la serie, pero Tutu siempre encontraba la manera de poder convencer a mi mamá para que nos dejara cuando él no estaba. Una vez en diciembre, papá nos castigó porque nos encontró viendo Pokémon, nos dijo que teníamos prohibido verlo, y que no le hicimos caso, por lo tanto, no tendríamos regalo de Navidad. Mi hermano había estado ahorrando para comprarse una patineta, pero cuando me vio llorando de forma desconsolada, decidió ir a una tienda gigante donde vendían solo objetos de colección, juguetes y ropa asiática, y me compró este peluche. Me despertó luego de la cena de vísperas, y me lo dio. Yo tenía siete años cuando me dieron el mejor regalo del mundo. Luego de un par de años nos enteramos que le habían vendido un peluche pirata, prometiendo que era original. Lo estafaron —comentó Seren con una risilla, luego sorbió la nariz y se limpió las lágrimas. Lana la escuchaba con atención también con una sonrisa. —Pero no nos importó, porque no importaba de dónde venía, sino de quién. En mi fiesta de quince pude por fin darle un regalo. Allá en Galí es muy típico que toda la familia le regalara dinero a la quinceañera, entonces ese mes fui millonaria. Encontré un peluche de Ditto del mismo tamaño que este Snorlax, y como era una persona adinerada, se lo regalé.

PíxelesWhere stories live. Discover now