18 || Los serenísimos

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Eran las ocho de la mañana cuando Lana despertó

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Eran las ocho de la mañana cuando Lana despertó. Se quitó el antifaz de seda color rosa que Seren le había regalado meses atrás, y al abrir los ojos, se enojó con ella misma por estar despierta tan temprano.

—No son horas —murmuró mirando la esquina de su cama. Aún no se acostumbraba a la luz solar que entraba desde el lado derecho de su habitación.

La rubia no era una persona de mañanas, aquello había quedado claro muchas veces, pero pensó que tal vez, al menos un día luego de la fiesta, podía dormir más tiempo.

No fue así. No tenía una pisca de sueño.

Un suspiro cansado y un par de ejercicios de respiración fueron suficientes para ella. Tomó sus audífonos inalámbricos color rosa, y buscó en su lista de reproducción alguna canción que le hiciera olvidar que debía ser un adulto suficiente y se levantó al encontrar la canción perfecta.

Si se quedaba un segundo más en su cama, sabía que no iba a levantarse hasta después.

Una ducha rápida, un atuendo para su primera clase y un maquillaje suave. Estaba lista.

Luego de sacar las sábanas y de mover un poco las cosas de su habitación, caminó junto al montón de cosas hasta la zona del lavarropas.

Porque sí, además era día de lavandería.

Mastermind de Taylor Swift empezó a sonar, y aquello la hizo sonreír.

—It was all by design, 'cause i'm a mastermind —cantó bajito. Dejó la lavadora trabajando y volvió a la cocina para revisar qué podían desayunar, pero un ronquido fuerte sonó desde la sala, y aquello la alertó. Había olvidado completamente que tenía invitados, e incluso más sorprendente que ello, es que sus audífonos tenían la opción de cancelar el ruido ambiental, y aún así lo escuchó.

Al llegar a la sala, se encontró con una escena digna de enmarcar.

—Son las dos cositas más tiernas —susurró emocionada. Tomó su teléfono y sacó una foto rápida, luego guardó el móvil y se quitó los audífonos para interrumpir.

Seren tenía la mano estirada cerca de donde dormía Asher, él por su lado, tenía su mano justo al lado de la suya.

—¡Buenos días, solecitos! ¡Es hora de despertar! ¡Tengo clases de tango hoy, y tú tienes una reunión con Leonardo y esa gente! —le gritó a Seren. —¡Ni siquiera voy a preguntar qué haces dormida aquí cuando tienes una cama allá adentro! Asher, ve a ver si tu amigo está vivo, intenté despertarlo y creo que ni siquiera está respirando.

Mentira. Ni siquiera lo había visto.

Asher se quejó por todo el ruido que la rubia estaba haciendo y Seren se rio todavía con los ojos cerrados.

—¿Cómo se apaga? —preguntó Asher alzando la mano, cerca de donde venía la voz.

—Jamás se apaga —respondió Seren.

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