Jack el fantasma

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Jack el fantasma











—Señores.

Amelie Ingram se sentó frente a los dos hombres, uno rubio y otro moreno. El primero la observó  con la mezcolanza entre indiferencia y desconfianza que le caracterizaba. El otro, por su parte, le sonreía con cierta picardía. La mujer les dedicó una sonrisa cordial a ambos, carraspeando ligeramente antes de hablar.

—Entregué la carta, no me dijisteis que el destinatario conocía vuestro paradero.

Los dos hombres se miraron y luego se volvieron hacia ella. Fue el moreno quien habló.

—Bueno, el destinatario de la carta es una de las personas que debe ayudarnos en nuestra empresa —contestó, juntando ligeramente las cejas —. Él ya estaba informado, lo único necesitaba eran un par de órdenes. No te preocupes, preciosa , lo tenemos todo controlado.

Amelie asintió, había optado por fiarse de ellos sin hacer demasiadas preguntas, ya le advirtieron en su día que cuanto menos supiera de sus asuntos mejor, y viendo cómo se las gastaban estaba segura de que tenían razón. Ella se limitaba a cumplir órdenes y  ayudar en lo que pudiese, sabía que ellos no la traicionarían, también eran personas interesadas de primera mano en acabar con Claire. Pero no preguntaba más de la cuenta. Esos dos hombres eran peligrosos, se movían en ambientes turbulentos y sus contactos, seguramente, no debían ser la gente más loable del mundo, así que Amelie se mantenía al margen por su propio bien.

—Una vez consigamos nuestro objetivo podrás retirarte definitivamente —prosiguió el rubio. Aquel hombre poseía una voz gélida que ponía los pelos de punta—. No te verás relacionada con nada de esto.

—Me gustaría estar aquí cuando consigáis dar con Claire —respondió ella, algo suplicante.

Amelie miró al hombre moreno sin entender. Ella deseaba vengarse de Claire, quería estar presente, necesitaba ver a esa mujer, mirarla a los ojos mientras todo su mundo se derrumbaba tal y como ella había destruido el suyo.

El hombre moreno miró a su compañero, que parecía tajante.

—Los únicos que nos vamos a encargar de esto somos tú y yo —le dijo, adelantándose a cualquier queja—. No quiero estorbos en el caso.

—Pero ella también tiene derecho a...

—He dicho que no —juntó sus cejas y miró a la mujer—. No te lo tomes como algo personal, pero cualquier aliciente podría ser un problema.

Amelie estuvo a punto de protestar, pero se percató de que cualquier cosa que pudiese decir sería totalmente ignorada por aquel hombre. El moreno solía ser el que hablaba más o mostraba un mayor grado de iniciativa, pero este no hacía nada sin el consentimiento del rubio. Eran uña y carne, un equipo indivisible. Parecían hermanos aunque no lo fuesen, y por lo que sabía Amelie ambos se conocían desde hacía tantos años que se consideraban de la familia.

Chasqueó la lengua, consolándose únicamente con el hecho de saber que Claire pronto pagaría. Los preparativos estaban cada vez más avanzados y el reloj de arena de la espera llegaba paulatinamente a su fin.

—Tenemos un último trabajo para ti —anunció el rubio.

Amelie los miró a ambos, prestando atención. El moreno le sonrió.

—Tienes que avisar a nuestros contactos de que estén alerta. La persona a la que le entregaste el sobre será la encargada de dar el pistoletazo de salida cuando llegue el momento de iniciar el plan, tú debes avisarles de quién será y de que estén listos cuanto antes.

Como agua y aceiteWhere stories live. Discover now