Empieza la fiesta

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Empieza la fiesta





Miró el cheque que le habían extendido hacía apenas media hora y se lo guardó en el bolsillo de sus pantalones mientras asentía con la cabeza al camarero, que acababa de servirle una jarra de cerveza. Keith suspiró con cansancio, ni cobrar por su trabajo era capaz de subirle los ánimos en aquellos momentos. La había cagado, mucho, y ahora Elizabeth no se hablaba con él.

Suponía que Jack y Hem estaban tramando algún negocio, quizás traficar con cualquier cosa o un plan para reducir su pena. Lo que fuese, pero no eso. Escaparse solo podía traer problemas, malentendidos y situaciones desagradables. Ahora que Keith era padre, y Ashton representaba lo más importante en su vida, se le hacía difícil entender la actuación de Jack. Aunque, tal vez por aquella misma condición paterna, Keith estaba seguro de que si Jack había hecho algo así sus razones tendría. Se dividía entre en enfado y la esperanza, una sensación que le angustiaba bastante.

De carácter tranquilo por naturaleza, Keith sabía cómo procesar sus emociones para que no le atormentasen demasiado, pero eso no quitaba que estuviese realmente preocupado y apenado a partes iguales con los últimos sucesos. Sobre todo por lo de Elizabeth, la bofetada propinada por su hermana el día anterior todavía le dolía en la mejilla, aunque de una forma más metafórica que física. Lo que realmente le dolía es que ahora todo lo avanzado había retrocedido de golpe. Nunca mejor dicho.

Chasqueó la lengua, dándole un sorbo a la cerveza, tenía ganas de ir a casa de Elizabeth e intentar pedirle de nuevo perdón, pero no encontraba la manera adecuada para hacerlo. Elizabeth era una chica con mucho carácter, igual que su madre. Keith recordaba a Ellen Matthews como una mujer de las que no se dejaban pisotear por nadie, jovial y amable la mayor parte del tiempo, pero una verdadera bestia si se le cruzaban los cables. Elizabeth había salido a ella, y si el recuerdo de su madre no estaba distorsionado, tardaría bastante en aceptar dirigirle la palabra de nuevo.

Aquello se estaba complicando por momentos,  lo peor era que no dejaba de pensar en Jack y su petición de que cogiese a Elizabeth para que ambos abandonasen la ciudad. Por descontado, Keith no pensaba hacer tal cosa, lo último que necesitaban ahora era que la policía sospechase de ellos por irse de la ciudad. ¿Pero cuál sería la razón que llevaba a Jack a insistir de forma tan persistente en que los dos se fuesen?

Frunció el ceño, tantos misterios comenzaban a darle dolor de cabeza.

Miró a su alrededor, ese sitio debía ser carísimo, esperaba que no le cobrasen demasiado por la jarra. Ciertamente, su aspecto desentonaba mucho con un pub estirado repleto de gente elegante, pero era lo más cercano a un bar que había encontrado en la Quinta y su necesidad imperiosa por tomar un trago había superado al poco pudor que ya de por sí tenía en situaciones como esa.

Mientras miraba a su alrededor, Keith atisbó una figura femenina que se le hizo familiar. Acercándose hacia el lugar en el que se encontraba, distinguió el cuerpo esbelto y alto de Layla Vanderville, que pese a ir enfundada en un enorme abrigo de invierno seguía resultándole tan apetecible como la noche en la que la había visto entre toda aquella gente.

Se sonrió a sí mismo, pensando que la vida podía resultar de lo más irónica en ocasiones.

Ella no le vio, parecía bastante airada. Se colocó a tres sitios de distancia en la barra, pidiéndole algo al camarero que Keith no logró escuchar.

La observó fijamente durante un rato, esperando que ella terminase por sentirse observada o algo parecido. La verdad es que era guapísima, una de las chicas más guapas que había visto en su vida. Y no porque estuviese colado por ella ni nada parecido, es que era guapa de verdad. Objetivamente hablando, vaya. Con un rostro fino de nariz recta, facciones suaves y piel ligeramente olivácea que iba acompasada con sus enormes ojos verdosos. Incluso así, al natural, sin apenas maquillaje y con el pelo recogido y algo revuelto por la humedad de la nieve seguía siendo guapa.

Como agua y aceiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora