El espectáculo debe continuar

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El espectáculo debe continuar



Aporreó las puertas metálicas del ascensor todo lo fuerte que pudo. Harry no era claustrofóbico, ni tenía un mayor problema con los lugares pequeños y cerrados, pero la perspectiva de encontrarse en un habitáculo que se alzaba a casi doce metros del suelo y que solo estaba sujeto por algunos cables sólidos le producía una sensación de inquietud y malestar lo suficientemente fuerte como para ponerlo nervioso. Necesitaba salir de allí cuanto antes.

Volvió a golpear las puertas, que causaron un gran estruendo, haciéndose eco por el hueco del ascensor.

—¿Quieres parar de una vez? —se quejó Melanie, que estaba sentada en una de las esquinas.

Harry la miró de soslayo, la muchacha estaba sentada con las rodillas flexionadas hacia su pecho, dirigiéndole una de sus habituales miradas asesinas. Torció el gesto.

—Por lo menos yo estoy intentando hacer algo —respondió, y acto seguido volvió a golpear las puertas.

Se decía a sí mismo que, al dejar la puerta del piso abierta, era muy probable que Ashton terminase escuchando los golpes, y si eso sucedía podrían tener una oportunidad para salir de ahí. Aunque claro, también cabía la posibilidad de que el niño hubiese cerrado la puerta al verlos salir y en aquellos instantes se encontrase viendo la televisión plácidamente.

Harry se dijo a sí mismo que lo mejor sería pensar en positivo.

Continuó con su contienda contra las puertas metálicas, y Melanie decidió taparse los oídos. Aquel sonido de golpiza le estaba taladrando el cráneo y temía por un incipiente dolor de cabeza que amenazaba por abatirla en cualquier momento.

—¿Hola?

Se escuchó entonces aquella voz infantil venida de un lugar lejano, como si estuviese a muchos kilómetros de distancia.

Los ojos de Harry se iluminaron de repente, e incluso Melanie alzó la vista al escuchar aquello.

—¡Ashton! ¡Ashton! —exclamó el joven, alzando los brazos de forma instintiva, aunque el niño no pudiese verlo—. ¡Ashton! ¿Me oyes?

La respuesta se hizo esperar algunos momentos.

—¡Sí! —respondió el niño—. Estoy aquí arriba.

—¡Ashton, nos hemos quedado encerrados! —gritó Harry, intentando gesticular lo mejor que le fue posible—. ¿Me entiendes? E-N-C-E-R-R-A-D-O-S

—Deja de hablarle al niño como si fuese tonto —reprochó Melanie, desde la esquina que había hecho suya—. Creo que puede entenderlo perfectamente sin que se lo expliques como a un inútil.

Harry se volteó, cruzando sus brazos sobre el pecho.

—Siento si tengo miramientos con un crío de cinco años, seguramente se ha graduado en la universidad y ni siquiera lo sabemos.

Melanie le dirigió una mueca burlona que dejaba bastante claro que no le había gustado aquella ironía. Harry, consciente de que lo último que necesitaban en aquel momento era iniciar una discusión, decidió girarse de nuevo hacia las puertas y seguir intentando hacerle entender a Ashton como estaban las cosas.

—¿Has comprendido lo que te he dicho? —preguntó Harry.

—¡Sí, que estáis encerrados!

La voz infantil de Ashton sonaba como una especie de acorde musical a través de todas las barreras que debía cruzar para llegar a oídos de Harry. Este asintió para sí.

Como agua y aceiteWhere stories live. Discover now