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A través de esa charla empezó una conversación que hacía tiempo que no teníamos las cuatro tan divertida. Sólamente decíamos puras tonterías seguramente sacadas por los nervios, los problemas y las preocupaciones.

Pero solo reíamos y reíamos a las tonterías que decía cada una de nosotras.


Aterrizamos antes de lo que pensábamos. Esas 18 horas de viaje sin duda había sido las más rápidas de mi vida.

Después de aterrizar y de recoger nuestras grandes, amontonadas y pesadas pertenencias, cogimos un taxi y nos dirigimos al apartamento─el mismo apartamento que la última vez─ pensé cuando volví a ver las paredes blancas del edificio y la gran puerta de madera y cristal perfectamente en sincronía con la entrada, el terreno y la piscina.

─No lo recordaba tan grande─ susurré y después noté un eco de mi voz y me di cuenta que Xia lo había dicho a la misma vez que yo. Reímos por unos segundos y no dimos prisa en recoger todas las maletas del taxi y llevarlas adentro. Lissy y Lith llegaron pocos minutos después en su taxi compartido y nos imitaron.

Volvimos a recorrer la casa con la boca abierta y la mandíbula casi tocando el suelo como la primera vez que entramos. «Demasiadas primeras veces en un día de nuevo» pensé mientras subía ─ o más bien hacía el intento de subirlas─ las escaleras con mis cuatro maletas cargadas en mi cuerpo poniendo rumbo a lo que sería mi habitación durante el próximo mes.


Abrí la segunda puerta de la izquierda, dejé las maletas en el suelo lo más cerca de la posible de la entrada de la habitación y me tiré en la cómoda cama de agua que ahora me pertenecía a mí y solo a mí. Solté un suspiro y empecé a cerrar los ojos cuando un «¡Esto es vida!» se coló por las paredes hasta llegar a mis oídos y por instinto reí porque sabía que Lith se había tirado en la cama de la misma manera que yo. Escuche la risa de las demás y me levanté con un salto. ─Venga chicas, a arreglarlo todo que mañana empezamos con los ensayos y tenemos que tener la casa lista.─ les dije a gritos para que me pudieran oír todas. Escuche un «¡Sí, sargento!» de mis queridas compañeras y esbocé una sonrisa de oreja a oreja sin darme cuenta.

Tardé como una hora en dejarlo todo perfecto. Ahora sí que parecía mi habitación o bueno, una copia hecha deprisa y corriendo de ella. Pero estaba orgullosa de mi resultado final: Varios posters adornaban las paredes, las colonias estaban puestas en una de las estanterías principales junto con varios libros, un diccionario coreano-español, español-coreano ─porque nunca se sabe cuando te puede venir bien─ mi maletita de pinturas y algún que otro muñeco que les tenía demasiado aprecio y si no los veía en mi habitación, ya no se sentía como mía. Entre esos muñecos se encuentra mi querido Jolteon, una de las evoluciones de Eevee que era mi mascota dentro del grupo ─y uno de los dos pokemon─ que me representa de igual forma. Claramente, las demás se habían traído el suyo: Xia su Eevee, Lith su Flareon y Lissy su Vaporeon. De alguna manera nos hacía más unidas tener esos peluches y más cuando las cuatro somos unas frikis de los pokemons.

Coloqué mi portátil encima de la mesa y puse a cargar el móvil. ─Listo.─ susurré para mi misma cuando le di una vuelta con la mirada a la habitación y comprobé que estaba todo ya en su sitio. Ahora solo faltaba abrir las cortinas y dejar que los hermosos rayos de sol que hacían ese día iluminaran la habitación.

Y eso fue lo que hice. Corrí las cortinas y miré hacia el exterior con las cristaleras de 2x2 metros cerradas. Me quedé embobada por varios minutos mirando a todo y a nada a la vez de lo que ocurría fuera de la casa. Entonces cuando pestañeé después de volver en mí me recordé de lo más importante y lo que más me gustaba de esa casa: tenía una vistas increible al parque lleno de árboles, plantas y fuentes que a la noche se volvían de diversos colores. Sí, justo en frente de mi balcón tenía las vistas del mismo parque donde BTS nos vió por primera vez, donde ellos solían pasar el rato cuando eran trainners y donde yo perdí mi pulsera y él poco tiempo después la encontró.

Casualmente ─o nada casual─ los asientos donde grabamos y hicimos el idiota ese día eran lo que más claro se veía desde donde me encontraba. Ahí fue, cuando me fije en aquellos asientos de madera viejos por el paso de los años y me di cuenta que un grupo de chicos estaban a los alrededores haciendo el idiota mientras jugaban a básquet pero, lo que más me sorprendió fue ver a la persona que estaba sentada en ese banco, en ese mismo banco que tiempo atrás estuve yo sentada al igual que él.

Podía reconocer a esa silueta incluso con los ojos tapados ─bueno, a lo mejor he exagerado un poco, pero más o menos es así─. No me hacía falta ni mirar ni siquiera el gran poster de ellos que ocupaba la mitad de la pared. Corrí todo lo que pude en abrir la cristalera principal y salir a la velocidad de la luz al balcón, con tanta velocidad que casi caigo al frenar de golpe con la barandilla.


«Son ellos...» me repetía una y otra vez sin creérmelo todavía. «¡Sin duda son ellos!» abrí más los ojos como si no me creyera lo que estaban proyectando a mi cerebro. Habían pasado apenas dos horas desde que había pisado tierra coreana y el momento que más temía que sucediera estaba justo delante de mí en este mismo instante.

Jimin se encontraba sentado en el banco viejo mientras jugaba con mi pulsera y la hacía girar de diferentes formas. No estaba prestando atención a sus compañeros, ni siquiera levantaba la cabeza.

De la nada, un coche aparcó delante de nuestro apartamento y me di cuenta que uno de los hombres que había salido del auto estaba llamando a los chicos para que entraran. Todos se dirigieron animados al coche negro tintado a excepción de mi pequeño mono volador. Seguía mirando al suelo con la mirada perdida mientras pude notar que suspiraba repetidas veces de camino al coche. Sólo por un instante, levantó la cabeza y solo por un instante, nuestras miradas se cruzaron. O eso sentí cuando mi corazón empezó a latir fuertemente.


Me quedé helada, mi cuerpo no respondía a mis súplicas de que se moviera. Seguía ahí parado como una estatua sin tener intenciones de moverse ni un solo músculo y yo, bueno, seguía con la mirada fija en el coche tintado hasta que desapareció en una de las esquinas de la casa de al lado, al final de la calle.

─¡Chicas!─ pude articular esa palabra cuando por fin logré que mi cuerpo reaccionara.

«Si cada vez que nos veamos me quedo de piedra vamos bien, Vee»

Las chicas corrieron como si se tratara de una maratón hacia el balcón donde yo, seguía con la mirada perdida en esa esquina en donde segundos antes había desaparecido el coche de ellos.

─¿Qué diablos te pasa que estás tan pálida como si acabaras de ver un fantasma?─ me preguntó Lith alarmada. Pestañeé varias veces seguidas y me giré para encontrarme a las chicas con cara de horror. De seguro que mis pintas ahora mismo era de un muerto viviente.

─E-eran ellos─ acabé diciendo y sus caras cambiaron de horror a preocupación.

Ahora era mi turno para explicarles todo lo que había visto. 

Menudo primer día en Corea... 

𝖭𝖾𝗏𝖾𝗋 𝖤𝗇𝖽 𝖸𝗈𝗎𝗋 𝖣𝗋𝖾𝖺𝗆𝗌 © 𝐩. 𝐣𝐢𝐦𝐢𝐧Where stories live. Discover now