III. Una visita inesperada

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Mi esposa trabaja en la misma calle Abastos, como no podía ser de otra manera.   Con todo lo que yo sé que sucede en el resto de la ciudad, no podría trabajar tranquilo sabiendo que ella está allá expuesta.  Sí, por supuesto que aquí hay vampiros, pero allá hay delincuencia y criminalidad y corrupción.  Los prefiero aquí.

Lo cual, por supuesto, no quiere decir que Alicia sea una desvalida.  Ella sabe defenderse. Ella sabe lo que tiene que hacer en el caso de una emergencia.  Ha llevado los cursos.   Ha pasado por los talleres.  Carga encima siempre el equipo mínimo que todos nosotros llevamos a todos lados: Un crucifijo, una botella pequeña de agua bendita, etc.

Esto tampoco quiere decir que ella antes de conocerme estuviese vulnerable. Alicia ya tenía una buena reputación como artista y estaba haciendo la transición hacia promotora cultural con bastante éxito, como suele ser el caso de los artistas que no desean revivir el cliché del artista anciano muerto de hambre. Sus contactos profesionales y familiares estaban siendo puestos al servicio de la sociedad.

Ahora que estamos en la calle Abastos, ha puesto sus esfuerzos al servicio de la colección De la Cruz, una especie de museo privado que tenemos aquí y que cuenta con obras maestras de algunos de los artistas más importantes del mundo y de la historia.

Por alguna razón los De la Cruz siempre han estado interesados en retratos.  No sé por qué.  Nunca se los he preguntado y mi padre nunca pudo entenderlo tampoco.  Quizás tenga que ver con el hecho de que ellos no se pueden ver a sí mismos en el espejo.

Tengo 45 minutos libres después de la reunión semanal de staff que pensaba utilizar para revisar mis correos antes de la siguiente reunión programada para el día.   Decido usar ese tiempo en su lugar para ir a hablar personalmente con Alicia.   Explicarle la situación y coordinar rápidamente lo que debe hacer si es que Laura Franken tiene éxito en matarme.

Salgo de mi oficina seguido de mi guardaespaldas personal, Finn Portnoy.  Él es de alguna parte de Europa cuyo nombre ha cambiado cinco veces en las últimas tres décadas. Importado al Perú por los De la Cruz para dedicarse a proteger a los que consideran valiosos.  Finn es jefe de un equipo de cinco agentes asignados a mi familia.  Finn, el más impresionante de ellos, suele estar conmigo.

Lo he visto en acción muy pocas veces. Es más, en papel he podido revisar su entrenamiento previo y sus logros antes de entrar a trabajar para el Grupo. Usualmente me siento seguro con él junto a mí. Usualmente no habría contratado a un monstruo como él.

Ingreso al ascensor y presiono el botón para indicarle al aparato que quiero ir al primer piso. No le he explicado a Finn a dónde vamos, pero él debe tener una idea. Murphy nos dijo que le había comunicado el problema. Debe saber que querré ir a hablar con Alicia.

De pronto, su presencia ya no me hace sentir seguro. El ascensor ha ignorado mi indicación y nos lleva hacia arriba.

Esto solo puede significar una cosa.

Contra todo pronóstico y habiéndose adelantado a todos nuestros planes, Laura Franken está aquí.

"Señor, póngase detrás de mí", indica Finn parándose mirando a la puerta.  Desenfunda su arma y se prepara.  Luego le habla a su reloj. "Aquí Alfa 15. Estoy con Alfa 1. Elevador oeste. Confirmar ubicación"

"Aquí Beta 15", escuchamos una voz que se emite del reloj. Es la voz de Jordan Barr, un joven que le sirve a Finn como operador. Está en un cuarto seguro de este edificio y guia a Finn en ocasiones como ésta. Muy a mi pesar Jordan tiene acceso a todo, lo que lo convierte la segunda persona más peligrosa dentro de la empresa. Aunque, claro, que no sepa el poder que tiene es un punto a su favor. "Veo en el sistema que están subiendo hasta la azotea. ¿Para que van para allá? Pensé que irían a visitar a la señora Alicia"

Los vampiros de la calle AbastosWhere stories live. Discover now