VI. William De la Cruz

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La mansión en la que vive William está en el medio de la calle Abastos.  Tiene un staff mínimo de humanos vivos, cada uno de los cuales trabaja en estado de terror.  Ninguno de ellos es feliz y todos preferirían huir a donde sea.  No obstante, William los tiene coercionados.  Todos ellos saben perfectamente lo que le pasa a los que desertan el servicio del Grupo De la Cruz.  Por mí no hay problema, porque de todas maneras trabajan de noche e igual no podrían dormir por estar esperándolo peor todo el tiempo.

Yo mismo vivo con ese temor constante también, aunque en menor intensidad.  Si pudiera me iría, pero no puedo.  No solo debo velar por mi seguridad, sino además por la de mi familia.  Yo quizás podría vivir siempre a la fuga, de escondite en escondite, a la espera de esa horrible muerte que me pisaría los talones.  Pero no le puedo imponer eso a Alicia y a mis hijos.  Sería cruel de mi parte.

Así que por el momento, opto por seguir jugando.  Seguirle la corriente al sistema y continuar siendo el gerente general del Grupo De la Cruz.  Quizás si algún día se presenta la oportunidad de huir de esta despreciable situación en la que me encuentro gracias a que mi padre y mi abuelo fueron unos cobardes que no se rebelaron contra sus amos chupasangre, la aproveche.

Lamento mucho la cobardía de los que vinieron antes que yo, pero no hace falta que nadie me haga recordar que yo mismo estoy siendo tan o más cobarde que ellos.  Que al no actuar, estoy condenando a su vez a mis hijos.  Lucas seguramente termine heredando mi cargo.  Russell quizás pueda escapar esta prisión.  Pero Kate es demasiado apegada a su madre.  Kate jamás se iría de aquí sabiendo que su madre aun está atrapada en la calle Abastos.  Y Alicia, mi esposa, jamás se iría de aquí sin mí.

Lo que me lleva a recordar el ofrecimiento de Laura Franken.  Cuando me tuvo en sus garras y pudo matarme, no lo hizo.  En su lugar me arrojó una oferta.  Me dio la oportunidad de ayudarla a eliminar a los De la Cruz.  Aun estoy lo considerando.

"Pase", escucho una voz aguda a través del intercomunicador.  La puerta de acceso a la residencia de William se abre.  Entro acompañado de Marta y de Jimmy, los dos guardaespaldas que Murphy me ha asignado.

"Deja a tus perros afuera", escucho la inconfundible voz de William a través del intercomunicador. "Aquí adentro no te van a servir de nada"

Me quedo parado dudando. Me volteo hacia Marta, que es la que supuestamente está a cargo de los dos. Ella me está mirando a los ojos y está pálida. No es difícil reconocer que siente alivio de saber que no necesita entrar a esta casa conmigo.  La muy cobarde.

"Lo esperaremos aquí, señor", interviene Jimmy de inmediato,reconociendo la situación. Él no parece estar tan temeroso.

Eso es porque aun es joven y no ha visto a William en todo su esplendor. Aun la mitad de su esplendor lo haría agradecer a los dioses no tener que entrar.

Yo asiento y me meto. La puerta se cierra tras de mí.

"Tus monos entrenados me tienen sin cuidado", me dice la voz grave y lenta de William.  Aun no lo puedo ver, pero sé que está en la sala. Él tiene este truco por el cual puede fusionarse con las sombras de un lugar.  Es como volverse invisible a voluntad.  Para percibirlo hay que usar una luz especial que no tengo encima en este momento.  De todas maneras haberla traído habría sido ofensivo para él, así que debo aprender a tolerar hablar a un ser super poderoso que no puedo ver, pero que puede romperme el cuello de un solo movimiento. "Me ofende que pretendas sentirte seguro aquí con ellos dos"

De pronto siento una brisa que viene de mi derecha, del pasillo que lleva de la sala a la cocina. Me volteo hacia ese lado. No veo a nadie.

"Matarlos a ellos dos antes de cogerte del cuello y destruirlo bajo mi puño me tomaría cinco segundos más que si hubieras venido solo", me dice William desde la izquierda. Giro asustado hacia ese lado y lo veo ahí, parado. Está vestido todo de negro, como es su costumbre.

Los vampiros de la calle AbastosWhere stories live. Discover now