XIV. Dinero siendo hecho

23 0 0
                                    

"Maldita sea, Erwin", es lo primero que me dice Dante cuando me ve entrar al sótano en el que lo tienen encerrado. "¿Qué cuernos te pasa?"

Está amarrado. Tiene las manos sujetas en su espalda. Está sentado en una banca. Tiene dos guardias vigilándolo.

"Es por tu propia seguridad, Dante", le digo. Junto a mí está el nuevo guardaespaldas que me ha asignado Murphy. Se llama Lorenzo Lipa. Es extranjero. Murphy Warren lo mandó traer hace un par de años de otra empresa como la nuestra, pero que opera en otro continente. Se supone que es de lo mejor que tenemos. "¿Tú qué opinas?", le pregunto a Lorenzo. No porque me interese su opinión, sino para que la ocasión no sea tan aburrida.

"No tengo la información necesaria para emitir un comentario", repsonde Lorenzo con un fuerte acento que lo delata.

"Erwin, yo soy tu mejor amigo. Nos conocemos desde pequeños. Soy, quizás, la persona en la que más deberías confiar en toda la calle Abastos. ¿Cómo se te ocurre que te conviene encerrarme a mí en este sótano? ¡Deberías tenerme allá afuera, operando para sacar adelante el plan!"

"¿Qué plan, Dante?", le pregunto preocupado. "¿De qué plan estamos hablando? ¡No sé nada! ¿Tú sabes de qué se trata esto?"

"No tengo idea. Tú dime qué es lo que está pasando"

"Te lo estoy diciendo: No sé nada", insisto. "Laura es la que se supone que sabe qué hay que hacer y ella me está dando la información a gotas"

"Con mayor razón. ¿Por qué me encierras aquí? Necesitas todos los aliados que puedas tener allá afuera"

"Lo sé, Dante. Lo sé", le digo y me siento junto a él. "El problema es que tú eres demasiado transparente. Cualquiera que se te cruce allá afuera se daría cuenta de que algo está pasando. Lo siento, Dante, no podemos tenerte revelándolo todo"

"Erwin, por favor...", Dante se ve más preocupado. Desesperado, incluso. Yo no puedo más de esto, así que me paro y camino a la puerta. Antes de salir me volteo hacia mi amigo.

"Espero que luego me perdones. Todo esto es por el bien de todos", y salgo sin esperar respuesta.

Afuera, en el pasillo, me está esperando Murphy.

"Espero que sepas lo que estás haciendo", me dice. A un lado tiene a Morgan Fix. Al otro a Ana Jonas.

"Mucho me temo que hace un buen rato que pasamos el río Rubicón", le digo mientras comenzamos a caminar por el pasillo. "No nos queda otra opción que ir hasta el final. Morgan, ¿qué tienes para mí?"

"Hice unas llamadas", me dice caminando. "Alguien sabe algo, porque se está comenzando a movilizar recursos"

"¿A qué te refieres?", le pregunto. Llegamos al final del pasillo. Hay una puerta gris que no abro. Quiero prestar completa atención a lo que estamos hablando. "¿Qué recursos?"

"Pues, el Grupo De la Cruz no es completamente propiedad de William y los demás chupasangre. Ellos son dueños de alrededor del 70% apenas", comienza Morgan.

"Es 68%. Yo soy el CEO de este grupo. No necesitas explicarme esa parte", le interrumpo. "¿Qué hay con eso?"

"El resto son acciones en la bolsa de valores", interviene Ana. "Así que si, por ejemplo, alguien supiese que algo pasa con el Grupo en este preciso momento y quisiera vender sus acciones, no podría hacerlo hasta que abra la bolsa. Mañana a las nueve de la mañana"

"No necesitas explicarle esa parte al CEO del Grupo", insisto. "¿Qué hay con eso?"

"Pues bien, no puedes vender tus acciones en este preciso instante, pero podrías emitir alguna clase de contrato de compra a futuro. Un derivado financiero", continúa Ana. "Para eso solo necesitas un abogado y un contrato bien hecho. Podrías firmarlo a la una de la madrugada, no importa. Así, cuando la bolsa abra mañana, lo único que hay que hacer es ejecutar esos contratos y listo, las acciones habrán pasado de un propietario a otro"

Los vampiros de la calle AbastosWhere stories live. Discover now