XXVIII. Recta final

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Veo a mi padre desaparecer en la oscuridad de la noche por el pasaje por el que vino. Nuevamente estoy solo. Nuevamente inseguro de lo que debo hacer. Hablar con Johnny me ha dejado dudando otra vez.

El viejo tiene razón. Hay una oportunidad aquí que quizás deba aprovechar. Debo pensarlo bien.

O no. Lo he estado pensando por momentos toda la noche. Estoy seguro de que hace falta un cambio. Quizás la propuesta de Griffin deba ser consideraba. ¿Es algo que nos conviene? Quizás, pero no con él al mando. En ese sentido, Griffin es un elemento que tiene que irse. Y cuando digo "irse", me refiero a "morir definitivamente".

No obstante, ¿puede funcionar el plan de Griffin sin Griffin? ¿Puedo usurpar su lugar en su propuesta? Reducir el personal del Grupo De la Cruz puede ser razonable. Hemos crecido mucho a lo largo de los años y quizás alguna alternativa pueda pensarse.

Griffin es un elemento que debo resolver. Pero además están Laura y Piojo. Eso también debo abordar. Aunque en este frente la solución es más fácil. Cuando llegue el momento aplicaré estrategia maotsetungiana y mataré dos pájaros de un solo tiro. O en este caso, será como matar a los dos pájaros con el pico de uno de los dos pájaros en cuestión.

Ahora la prioridad debe ser comunicarme con Murphy. Para eso necesito un teléfono. El mío se lo quedaron los dementes de Starmerc. El Piojo debe estar en este momento revisando mis fotos de Instagram. O peor aun, mi cuenta de Tinder.

Veo a mi alrededor. El callejón tiene a un lado una puerta vieja. La pateo y se abre sin mayor problema. Cuando regrese a mi oficina debo encargarle a Mauricio que se preocupe por reforzar estas puertas. Nuestras distintas oficinas a lo largo de la calle Abastos quedan desprotegidas si es que ingresar a ellas sin llave es tan fácil.

Como yo en este momento.

Era una especie de pequeño almacén con cajas de cartón. En una esquina vi un escritorio con unos folders con anotaciones. Muchos, muchos números. Ésta debe ser la estación de trabajo del que administra este lugar. Ahí encuentro un teléfono fijo.

Hago una nota mental más: De todas maneras la empresa le pone celular a todos, para tenerlos ubicables. Si ya tiene celular, pagado por nosotros, ¿por qué además les ponemos línea fija? No tiene sentido. Tomaré cartas en el asunto apenas pueda.  Quizás podamos reducir costos.

Si es que sigo vivo para entonces, por supuesto.

Pienso en marcar el número telefónico de mi casa, pero no lo considero una prioridad. Mi padre ha ido para allá y los debe de estar sacando de la calle Abastos. Cuando nos encontremos en el refugio que he preparado para todos ya podremos hablar con toda la tranquilidad que trae saber que eres una persona por cuya cabeza hay un precio.

Así que marco el número del celular de Murphy.

Suena una vez. Suena otra vez.

Suena una tercera vez y una cuarta.

No responde.

Cuelgo y marco entonces el número de Isabela Cano, mi secretaria ejecutiva. Ella sí responde.

Isabela siempre responde. Y no, no tiene que ver con su género, sino con el hecho de que ése es su trabajo.

"¿Señor Martin? ¿Es usted? ¡Todos lo están buscando!"

"Sí lo sé. Fui raptado. Dime, ¿en dónde está Murphy?"

"No lo sé. Cuando usted no apareció, llamaron de la casa de William. Si usted no iba a la reunión del directorio, solicitaron que vaya ella. Fue. No ha regresado desde entonces"

Los vampiros de la calle AbastosWo Geschichten leben. Entdecke jetzt