Diecisiete.

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Días después de mi enfermedad, volví al colegio nuevamente.

A pesar de que había extrañado a mis amigos y estar en clases, las materias me seguían siendo aburridas y me entraban ganas de volver a estar enferma. Aunque, después de estos días, no había vuelto a ver a Michael, y eso era muy raro de su parte porque habíamos comenzado a ser muy cercanos. Ahora, el hecho de que él no este conmigo, se me hacía extraño. Es como si me faltara algo, pero no le he tomado demasiada importancia.

Caminé hasta el pasillo para ir a dejar algunos libros y cambiarlos por otros. Luego me dirigí hacia el campus para estudiar antes del examen que tendría en la tarde. Ya había estudiado, pero no estaba nada mal repasar la materia. Me senté y comencé a leer con tranquilidad y sin prisa, pues nadie me apuraba. En eso siento un aroma a cigarro. Miré hacia todos lados para saber de donde provenía aquel olor, pero no vi nada así que no lo tomé importancia.

Una vez que terminé de leer, y ya me había aburrido, cerré mi libro y comencé a caminar nuevamente hacia el salón ya que no quedaba demasiado para que tocaran. Pero, cuando voy pasando por ahí, el aroma se vuelve más fuerte haciéndome fruncir el ceño por lo desagradable que se me hacía. Decidí seguir el aroma para encontrar al responsable, y me llevé una gran sorpresa cuando lo vi.

Tomé el cigarrillo -no se me hizo difícil porque él estaba distraído- y lo tiré al suelo enfadada mientras lo pisoteaba para apagarlo completamente y posaba mi vista en Michael.

-¿Qué mierda te pasa? -Preguntó él igual de enfadado que yo. Los chicos con los que se encontraba Michael sólo me miraban atentos pero esa no era mi preocupación ahora.

-¿Cómo que qué mierda me pasa? ¿Qué mierda te pasa a ti? ¿Sabes que esto hace daño, no? ¿Acaso no estás consciente de todo lo malo que te puede pasar sí sigues fumando esto? -Lo miré indignada.

-A ver niña- -Uno de los chicos se acercó peligrosamente a mi, Michael lo detuvo con su brazo en el pecho.

-No se acerquen. -Dijo Michael con indignación.

-Problemas cardiovasculares, cáncer, problemas pulmonares, perdida del olfato y del gusto, daño a los espermatozoides, el cuál contribuye a la esterilidad; perdida de la vista, enfermedades en las encías y dientes, arrugas en la piel, asma, infecciones, sin mencionar que el tamaño de tu miembro dis-mi-nu-ye. -Dije por sílabas. Escuché aplausos mentalmente-. ¿Qué pasa? ¿El gato te comió la lengua Clifford? -Lo miré retadoramente.

Michael también me miraba, me miraba como sí estuviera pensando qué decir pero las palabras no salían de su boca. Sus amigos lo miraban esperando la respuesta de él.

-Es mi vida, ¿a ti qué te importa sí fumo o no? -Contestó él furioso. Me sentí ofendida y un poco dolida y no sabía la razón del por qué.

-¿Sabes qué? Tienes razón, has lo que quieras con tu vida que a mi me vale una mierda, ojalá te pudras. -Respondí y me marché indignada de ahí, sólo escuché un "uhh" de los chicos o más bien, amigos de ese imbécil.

Caminé enojada hasta entrar al colegio. De verdad que Michael me había sacado de mis casillas, nunca me había pasado algo parecido, normalmente siempre les decía sus verdades y ellos se quedaban callados sin responderme algo aún más ofensivo para mi.

Divisé a Gemma en el pasillo y pasé por a lado de su casillero cerrándolo de portazo.

-Heyyyy, ¿por qué tan enojada? -Preguntó Gemma desconcertada. Me recargué en su casillero.

-Por qué me irrita, Michael me irrita. Es un odioso, arrogante, ingrato, estúpido, perro, infeliz. -Me crucé de brazos y solté un largo suspiro.

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