PRÓLOGO

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Una hora antes de la boda

— ¿Lucienne?

Alguien estaba atrás susurrando mi nombre. Pero yo estaba muy ocupada viendo la gran mancha en mi vestido de novia. 

¿Cómo pasó esto? ¿En qué momento me descuidé?  Dentro de unos instantes caminaría por un pasillo lleno de personas y todos apuntarían sus cámaras a mí. Y lo que es peor, esto quedaría en los recuerdos familiares para siempre.

 — Lucienne... — Esta vez voltee hacia quien me hablaba. Era mi hermano. El pobre había tocado la puerta desesperado al escuchar el grito que pegué. — Está bien, ni siquiera se ve. Puedo decirte que es casi invisible.

Por supuesto no lo era, no era para nada invisible, una gran mancha café claro estaba en uno de los costados del vestido. A la vista de todos. 

Mis ojos llorosos le dijeron otra cosa.

— Santo cielo, no vayas a llorar. Por favor... — Hablaba un poco desesperado. — Mamá ya fue a tratar de solucionar esto. Mira... — Se quedó pensativo unos segundos — ¡Ya sé! ¿Por qué mejor no te sientas? — tomó mis hombros con sus manos y me guío hacia la orilla de la cama — Y esperamos a que ella vuelva. Papá y yo podemos decir que ocurrió un problema técnico y...

— No voy a esperar más — hablé por fin, inquieta. Me levanté abruptamente de la cama, decidida. — Espera aquí. Iré a ponerme el vestido. 

Karl hizo un ademán de querer hablar pero levante mi mano evitando que lo hiciera. No lograría que cambiara de opinión. 

— Llama a mamá y dile que regrese, seguramente papá está desesperado también, al igual que tú, yo y todos los invitados, que no tardan en llegar. 

— Lucy...— Me habló por mi diminutivo. — Yo no estoy desesperado. Quiero decir, está bien, realmente tenemos tiempo y no sé si tu quie...

— Karl — le di una mirada seria — De verdad, está bien. Solo es una mancha — moví mis hombros restándole importancia. — Gracias — Di unos pasos hacia él y lo envolví en mis brazos — Sé que tratas de calmarme pero está bien, solo es un vestido, no ocurrirá nada más que me haga perder la cabeza. 

El asintió y yo lo apreté en un abrazo de oso, sus brazos estaban a los lados, inmovilizados por mí. A propósito.

Realmente, la mancha ya estaba en el vestido, no podía hacer más, ni mamá, ni papá y mucho menos yo.
Me desenredé del abrazo que le di y me giré para tomar el vestido colgado en el perchero. 

Un suspiro decepcionado es lo que logró salir de mi cuerpo.  

— Espera aquí, por alguna otra emergencia. — Lo observé, desapareciendo de su vista. 

Un resoplido acompañó el asentimiento vago que me dio.

 Entrando al baño y cerrando la puerta me quité el pijama que me había puesto, saqué el vestido de su bolsa y lo observé resignada. Metí los pies dentro y lo subí completamente hasta cerrar la cremallera, sin costo alguno.

— ¿Qué tal? — Me dije a mi misma viéndome en el espejo. 

No estaba mal, es decir, el vestido era lindo. Cuando lo vi en la tienda, con el encaje en los tirantes y el drapeado en el corpiño y esta tela brillante, me enamoré. Ni siquiera quise buscar otro. Ahora la mancha decoraba un poco supongo. 

— Tal vez el velo lo oculte. — susurré lista para mostrarle a mi familia.

Con pasos lentos salí del baño, mis papás ya estaban al lado de Karl, esperándome. Me aclaré la garganta para tener su atención. 

Hasta que el padrino ¿me rescate?Where stories live. Discover now