CAPITULO 7

23 3 4
                                    

Andrew

Estaba de pie en la fila para comprar mi boleto de avión cuando mi mente divagaba entre pensamientos sobre Lucienne. No podía creer que huyera de su boda sin pensar antes en traer algo consigo, claro, no es que ella lo haya pensado desde un principio, pero al menos hubiera rectificado a mitad de camino. ¿Qué demonios le pasó por la cabeza al hacer algo tan drástico? La imagen de ella bajando las escaleras del hotel, con su vestido de novia, todavía pasaba por mi mente.

Mientras miraba a la gente ir de un lado para otro, mis ojos se posaron en la mujer sentada en una silla cercana, Lucienne. Su mirada parecía perdida — no era para menos — parecía estar abrumada con todo lo que estaba pasando ahora. Mientras la veía pensé en la situación tan complicada en la que se encontraba y siendo honesto, una ola de compasión me albergó.

El tiempo en el aeropuerto se pasaba lento y mientras ella estaba distraída en su propia mente, yo me debatía internamente. No podía simplemente irme y dejarla a su suerte, mamá siempre dijo que yo, a veces era un tonto con corazón de pollo por ayudar a los demás, aun cuando eso me trajera problemas, y tenía razón porque, mi corazón se negaba a dejar a esa pobre mujer en ese estado de vulnerabilidad. 

Pensaba que, aunque no éramos amigos realmente, de alguna forma nos las ingeniamos para conectar rápidamente. Aún había una pizca de timidez en ella con algunas cosas pero lo entendía. Éramos desconocidos unidos por una extraña tragedia. Yo había sido el auto de escape pero ¿qué podía hacer? Me tomó por sorpresa.

Cuando dejé de pensarlo mucho, me armé de coraje y tomé una decisión. Llegó mi turno para comprar los boletos, pedí dos. Uno para mí y otro para ella. No sabía si querría ir conmigo, pero le ofrecería la oportunidad. No pasaba nada si decía que no. Era solo un boleto de avión.

Cuando me los entregaron, me acerqué a ella con cautela, no quería asustarla.

 — Lucienne — dije en voz baja, llamando su atención.

Ella levantó su mirada hacia mí.

— ¿Estás bien? — volví a hablar.

Ella suspiró y miro el suelo antes de responder.

— Si soy honesta, no lo sé. Ahora mismo no sé qué hacer. Solo espero que Karl venga.

— No puedes quedarte aquí sola.

— Andrew — suspiró. — No tienes que preocuparte, te lo dije, esperaré y rezaré por un milagro que haga a Karl aparecer por esa puerta.

No era cierto, tenía dudas sobre si Karl, su presunto hermano, aparecería a una hora decente. Ni siquiera ella sabía si en realidad aparecería hoy.

Algo cansado hablé de nuevo:

— Te propongo algo — Me senté a su lado.

— ¿Qué sería eso? — susurró sin ganas, volteando su rostro en mi dirección.

No había motivos para disfrazar las palabras o encontrar un modo de decirlas. Era simple, una invitación y ya.

— Te ofrezco un boleto de avión, piensa que es un escape temporal.

Lucienne me miró sorprendida. Claramente no creía lo que le estaba diciendo.

— ¿Un boleto de avión? ¿A dónde?

— A mi hogar. — sonreí.

— ¿Tú hogar? — peguntó confundida y con el ceño arrugado.

Asentí.

— Sí, mi hogar. No quieres volver a tu casa y tampoco quieres volver con tus papás. Técnicamente nos acabamos de conocer, pero piensa que, tal vez un cambio de escenario te ayude.

Hasta que el padrino ¿me rescate?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora