CAPÍTULO 11

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Lucienne

Martes 

La habitación estaba en completo silencio, era muy temprano, por lo que solo los cantos de los pájaros y un poco de viento me acompañaban.

No había podido abrir el equipaje desde que Andrew me acompañó al correo por ellas. Había pasado un día completo, sino un poco más; el resto de la tarde y todo el siguiente día después de ese. El día anterior me vestí con las ultimas prendas que Theresa amablemente me había prestado y bajé, agradeciendo que ninguno de los dos me pidiera una explicación.

Pero ahora no podía ir a desayunar con la misma ropa de los días anteriores, necesitaba abrirla. La miré ahí apoyada en la cama, con los cierres perfectamente alineados y mi alegría muerta. Mis dedos pasaban ligeramente por el exterior del equipaje, dudando de si hacerlo o no, pero no tenía opción. No podía ir en toalla por los rincones de la casa.

Con un suspiro profundo al fin cerré mis manos alrededor del cierre y esta cedió dando paso a prendas que tenían un fin distinto. Mis dedos volvieron a hacer un repaso por la suave tela de todos los vestidos y camisas, preguntándome ¿Cómo sucedió esto? Definitivamente no quería ahondar en los recuerdos ahora, no en la mañana, así que tratando de evitarlo abrí la última, estaba toda la ropa interior combinada — Que para mí desgracia ahora me parecía demasiado sexy para este lugar —. Y mi teléfono celular, el cual estaba muerto, lo que era un respiro.

Terminé de inspeccionar en mi maleta hasta encontrar el cable para cargar el celular, lo dejé ahí, a la espera de que a la tarde ya tuviera la batería completa.

Luego de eso me maquillé un poco y me coloqué un vestido ligero color amarillo pastel con estampado de flores. No era lo que esperaba usar pero resultaba bien para este lugar. Bajé las escaleras, con la esperanza de que alguien estuviera en la cocina.

— Buenos días —. Saludé tímida al ver que efectivamente si había alguien. 

Theresa levantó la vista de la tabla de picar y me dio una amplia sonrisa.

— ¡Ah! Qué maravilla. Buenos días, Lucy. Te ves hermosa.

Estoy segura que un leve sonrojo apareció en mi rostro ante las palabras de Theresa.

— Gracias, Theresa... ¿Y Andrew?

— Mi querido hijo no ha despertado, pero ya no tarda —. guiñó un ojo a mi dirección, volviendo a su trabajo —. Ayer se fue a dormir muy tarde haciendo planos y diseños. Pero es un madrugador, igual que tú al parecer. 

No podía contradecir sus palabras, Yo sí lo era, supongo que por costumbres de trabajo. Andrew en cambio no lo sabía con certeza, aunque el había dicho que ya era algo natural. Me removí en mi asiento un poco incomoda al verme tan desocupada y ver a Theresa hacer el desayuno ella sola. Si estaba aquí lo mínimo que podía hacer era ayudar.

— ¿Por qué no dejas que te ayude? — Le pregunté.

Ella volvió a levantar su vista hacia mí.

— ¿Estas segura?

Asentí levantándome de mi asiento y yendo a su lado. Tomó otro delantal y me ayudó a colocármelo.

— Muy bien —. Mis manos reposaban en la encimera — ¿Qué debo hacer? Tengo que advertirte que estas manos llevan años de práctica.

La risa que soltó Theresa hizo a mi corazón enternecer, me recordaba a mi madre, alegre, divertida y amorosa.

— Entonces manos a la obra.

Nos dedicamos a terminar el desayuno, cortamos algunas frutas, hicimos unas cuantas tostadas y una especie de mini bowl con yogurt griego, frutos rojos y cereales que, en palabras de Theresa era el favorito de Andrew. 

Hasta que el padrino ¿me rescate?Where stories live. Discover now