Capítulo 9: En las montañas (II-II)

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Pero eso no ocurrió

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Pero eso no ocurrió. El peso de la incertidumbre, de la falta de respuestas, llevó a Jack a una extraña depresión. No pasaba mucho tiempo con Lina, no dormía bien por las noches y se pasaba gran parte del día leyendo libros sobre reptiles o leyendas Mulvoris. Pero conforme más leía, más se sumía en su trance. Lina —a pesar de ser muy comprensiva— estaba bastante preocupada por el estado de su marido. Los días pasaban y Jack no mejoraba. Hasta que, cansada de esto, ella se acercó con un plan entre manos.

—¿Te gustaría ir al cine? —dijo la chica en un intento por ayudar a su esposo.

—Hoy no cielo —dijo Jack, pesimista.

—Vamos, anda. Quiero conocer los cines de Alabis, hay una proyección que se ve prometedora —dijo ella, tirando de su brazo y aparentando gran emoción—. Seis años en las montañas. Es sobre un hombre que queda atrapado y debe sobrevivir por seis años...

—Déjame adivinar... ¿en las montañas? —dijo Jack, sin mostrar entusiasmo—. Está bien, creo que podríamos hacerlo.

Lina dio un saltito con alegría. Había conseguido su objetivo y, aunque la respuesta de Jack no hubiera sido muy alentadora, por lo menos parecía que su esposa festejaba el éxito. El hombre se levantó de una hamaca luminosa y se fue al lavabo para refrescarse la cara. Lina esperó pacientemente mientras lo hacía, ella ya había salido antes y no necesitaba arreglarse.

—¿Nos vamos? —dijo él, con todo el aburrimiento del mundo.

—Sí cariño, vamos —dijo Lina, tratando de poner alegría al ambiente. No parecía molestarle el desinterés de Jack. No... ella también lucía triste. Le dolía verlo así.

La plaza Kmul fue su destino

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La plaza Kmul fue su destino. Era una de las más apabulladas, con temática de sirenas aladas. El zumbar de los autos magnéticos, y la gente de ropas extravagantes, en definitiva, transmitía la sensación de estar en otro planeta. Lina arrastraba a su esposo por el brazo. El cine era una bella edificación de cristales oscuros. Jack no oponía resistencia, pero tampoco ayudaba, parecía un zombi, inmerso en sus propios pensamientos.

Y así, como si todo estuviera viviéndose en segundo plano para él, adquirieron los boletos y entraron a la sala de proyecciones. Ni siquiera compraron las palomitas de cacao arqueano. Lina quería probarlas, pero no podía comerlas ella sola. Por desgracia, a su nefasto acompañante no parecían interesarle.

La sala de cine era circular, bastante grande. Las paredes estaban plagadas de aquellos extraños cristales negruzcos que se veían por todas partes. No había pantalla, sino una especie de escenario al frente. Jack y Lina, se sentaron justo antes de que la película comenzara, momento en el cual todos los cristales de la sala se iluminaron con imágenes de altas montañas.

Las voces de asombro de los presentes se escucharon a coro, y es que las imágenes eran tan reales, que incluso Jack se sintió abrumado por el inesperado cambio de ambientación. A pesar de la desorientación, era una sensación magnífica a la cual no fue difícil acostumbrarse. Era como estar presente en los lugares que se mostraban. No había manera de pasar eso a segundo plano, así que se dejó llevar.

Hubo algunos cambios de escenas que fueron un espectáculo. Se vislumbraron proyecciones en forma de hologramas, justo en el centro, mostrando a un hombre caminando sobre el asfalto. Las imágenes de fondo cambiaban, transportando a los espectadores a cada escenario.

Un aeropuerto tomaba lugar en este instante y, conforme la toma se acercaba al hombre del centro, se apreciaban arrugas y una piel acabada... era un anciano. Arrastraba una maleta y caminaba hacia la puerta de su avión. Claramente, la película estaba ambientada en el mundo galeano, posiblemente debido a la prohibición de ahondar en la cultura arqueana fuera de sus muros. Jack quedó impresionado. El anciano parecía pasar junto a él, desde el fondo, hasta el centro. Todo parecía tan real... como si de verdad el actor estuviese ahí.

Con esa gran impresión, Jack comenzó a relajarse y olvidar sus preocupaciones. Lina también se veía muy complacida al ver al anciano abordar el avión que seguro lo llevaría a su perdición durante los siguientes seis años. Y bueno, ¿qué importaba que la trama fuera una simpleza? Lo mejor de todo era sentir que de verdad se estaba en una montaña nevada. Una experiencia única.

Lina se recargó sobre el hombro de Jack. Él reaccionó sorprendido, despertándose de su ensimismamiento. Una sonrisa se dibujó en su rostro, extendió un brazo y lo colocó sobre su esposa, quien se acurrucó entre sus brazos. Se sintió tranquilo. Acarició el cabello de Lina y apoyó su barbilla sobre su cabeza, mientras la proyección continuaba asombrando a todos. El viaje en avión fue increíble, realmente parecían estar volando. Por supuesto, no fue tan grato cuando estalló en medio vuelo y cayó sobre las montañas —más de uno salió corriendo de la sala, espantado—. Jack y Lina reían cada vez que pasaba esto, ellos estaban disfrutando a tope del espectáculo.

Y cuando los créditos finales atravesaban la sala volando, la gente que había logrado llegar hasta el final comenzó a dejar la sala. A algunos se les veía con el cabello revuelto, a otros algo mareados, pero todos se veían sumamente entusiasmados.

—¡Eso fue increíble! ¡Tenemos que hacerlo de nuevo! —dijo la chica, un poco aturdida y con el cabello revuelto.

—¡Sí que lo fue! ¡Tenemos que ver Terror en el infierno! —dijo Jack, con entusiasmo real.

—¡Jack, el bebé!

Lina respondió adicionando una mirada severa.

—¡Joo...! Vale, vale, ¿qué te parece... Expedición submarina?

—Esa me agrada. ¡Entremos de nuevo!

Y ambos se dirigieron, otra vez, a comprar entradas para pasar el resto del día viviendo aventuras fantásticas. Ambos se complementaban, se amaban, eran felices juntos... como nadie más.

Ya puedes leer la Entrada 9 de la Bitácora de Finn

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Lluvia de Fuego: La Era del Fuego IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora