[Primera parte de la saga: La Era del Fuego]
Cuando una misteriosa iguana llega a manos de Jack Relem, una de las mentes más brillantes de Galus (antigua Europa), su vida cambiará por completo. El espécimen, nacido de un huevo sin fertilizar, presen...
Pista de audio recomendada: Ibunka Kouryuute - Gate.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La universidad de Nivek era la más grande de Galus, ahí se encontraban los científicos más renombrados. Jack no llevaba más que dos años trabajando en el lugar y ya era uno de ellos; científico, especializado en genética, que se dedicaba a publicar artículos de interés y curiosidades sobre reptiles. Su más reciente éxito: El impacto ambiental en las extremidades de los caimanes, lo había llevado a convertirse en una sensación temporal entre los directivos de la institución. No era raro que los alumnos se acercaran pidiendo que los aceptara como ayudantes, pero muy pocos lo hacían con el verdadero entusiasmo de aprender, la mayoría sólo quería el nombre del profesor en su expediente.
Jack Relem era alguien singular. Le encantaba su trabajo, pero no tenía tiempo para todos. El horario de clases matutino lo tenía saturado y su constante investigación absorbía gran parte de sus tardes. Al salir del trabajo, adoraba pasar su tiempo libre en casa, con su esposa. El hecho de que pronto iba a ser padre, le emocionaba como a nadie. Un hombre sumamente ocupado, pero que se mantenía cuerdo debido a su gran paciencia.
Estaba frente a la puerta de su despacho, con una tarjeta magnética en la mano. La deslizó. Se preguntaba que estarían tramando Gianna y Finn, los muchachos que habían pactado verse este día. Tenía curiosidad de saber por qué querían trabajar con él.
En ese momento, escuchó una voz.
—Buenas tardes profesor —dijo un tímido jovenzuelo.
Jack se giró y sonrió al encontrarse a su regordete alumno, quien abrió la boca para decir algo más, pero no salió ningún sonido.
—Buenas tardes Finn, me complace que hayas venido como acordamos. ¿No vendría Gianna también?
—Sí... ehhhm, verá... Me pidió que le avisara que llegaría un poco tarde, pero que contara con su presencia.
Los ojos de Jack se hicieron pequeños con la sonrisa que apareció en su rostro para responder a su alumno.
—Muy bien, no hay problema. Pasa por favor —concluyó, abriendo la puerta de su laboratorio.
