Capítulo 23: Tormenta de Fuego (II-II)

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Los sobrevivientes a la catástrofe pasaron el resto del vuelo dirigiendo miradas suspicaces a Jack, pero parecía que lo increíble de toda la situación les hacía dudar de lo que habían visto

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Los sobrevivientes a la catástrofe pasaron el resto del vuelo dirigiendo miradas suspicaces a Jack, pero parecía que lo increíble de toda la situación les hacía dudar de lo que habían visto. En realidad, todo había sido como un sueño desde que el volcán había hecho erupción, pocos terminaban de creerlo.

El dragón se había ido, pero el temor era real, se sentía en el aire, sumándose a la llaga dejada por el monte Brauquiana en todos los habitantes de Nivek.

Jack sostenía a su hijo. Los ojos de miel del pequeño, iguales a los de su madre, lo miraban fijamente. Jack lo abrazó. Al recordar a Lina sentía como si algo tirase de su estómago, por dentro, su corazón se encogía y le faltaba el aire. No había podido despedirla dignamente, había perdido todo, y ahora, ni siquiera tenía un hogar para Kail. Jamás habría pensado que este día, que había comenzado como cualquier otro, se convertiría en algo como esto.

Media hora debió haber pasado cuando los helicópteros comenzaron a descender. El transporte, que originalmente era para diez personas, se hallaba repleto de pasajeros —la mayoría en estado de shock—. Habían llegado a Yallen, una de las ciudades de la zona este de Galus. El lugar, estaba bastante lejos de Nivek y había sido elegida para resguardar a los sobrevivientes de lo que, se creía, había sido una erupción volcánica.

Dos transportes... es lo único que había logrado tocar tierra. Los sobrevivientes fueron recibidos por médicos y soldados. A aquellos en buenas condiciones, se les invitaba a abordar los coches militares para ser llevados a un albergue temporal. A los heridos, tocaba hospital. ¿Hasta dónde llegaría el saldo de muerte que esta criatura había provocado? Era imposible saberlo.

Jack, Kail y Gianna, junto con otras cinco personas, abordaron uno de los vehículos militares. El pequeño pronto se quedó dormido, arrullado por el suave movimiento del vehículo. Jack lo miraba con una sonrisa, acariciando con un dedo su delicado rostro.

Levantó su vista y observó a través del cristal. La ciudad de Yallen dormía pacíficamente, ajena a todos los hechos que acaban de ocurrir. Parecía mentira que, aquí, no hubiera más que una fina capa de ceniza cubriendo los autos, casas y caminos, como aquellas primeras lluvias sobre la ciudad de Nivek. Al mirar el cielo veía estrellas, la densa nube negra que los había acompañado durante casi todo el trayecto, ya no estaba. Gianna recargó su cabeza en su hombro, podía escucharla sollozar, pero no dijo nada. Nadie decía nada. Era un momento silencioso... un silencio dejado por todos aquellos que no podían hablar más.

Una multitud de personas los recibió al bajar del auto, no había más soldados, eran los habitantes de Yallen quienes ayudaban a sus vecinos damnificados

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Una multitud de personas los recibió al bajar del auto, no había más soldados, eran los habitantes de Yallen quienes ayudaban a sus vecinos damnificados. Cubrieron a Jack, a Gianna y a los otros, con mantas para protegerles del frío y los llevaron al interior de un albergue. Ahí, pudieron ver una gran cantidad de personas que seguro habrían llegado mucho antes que ellos. Debían ser los primeros que fueron rescatados, antes de que el gran dragón atacara los medios de escape. Jack no sabía si eran afortunados, por no saberlo; o lo contrario, por ignorarlo. De lo que estaba seguro, es que estas personas se habían librado de una vida llena de pesadillas.

Los anfitriones condujeron a Jack hasta el lugar que le correspondería —uno de las docenas de catres que había—, mientras que a Gianna, le dieron el lugar contiguo. A ambos les proporcionaron agua y algunos alimentos. Además de un biberón y pañales de tela para Kail.

Jack se sentó en su catre. Gianna hizo lo mismo, frente a él. Nadie dijo nada durante unos momentos. El bullicio de las personas se matizaba con llantos de niños y adultos. Los murmullos quedaban silenciados por el tenso ambiente que se cernía sobre ellos. La atmósfera se sentía pesada, la tristeza emanaba de toda alma bajo ese techo.

Gianna buscó la mirada de Jack.

—Profesor —dijo ella, rompiendo el silencio entre ellos.

Jack no respondió, estaba concentrado en arrullar a Kail. Tan sólo la miró, arqueando una ceja a manera de respuesta.

—Sobre lo que pasó en el helicóptero —continuó ella—. Yo..., es decir... ¿Cree que podamos hablar de eso?

Jack miró a la joven. Había estado con él desde que subieron al helicóptero y apenas se daba cuenta de que tenía un aspecto terrible. Gran parte de la ropa de Gianna tenía desgarros y estaba cubierta de ceniza —al igual que la de todos los presentes en el albergue—. Tenía quemaduras en las manos, su cabello estaba bastante enmarañado y, su rostro cubierto de hollín, escondía sangre seca que no parecía provenir de ella. Jack no sabía si sentir compasión o admiración, después de todo, no sabía por lo que había pasado.

Suspiró y asintió con la cabeza a su petición. Tomó fuerza y le contó todo lo que sabía hasta ahora. Le dijo sobre Niel y Zenna, sobre su investigación, sobre el dragón, sobre Delia, Lina y sobre su poder. No pudo evitar derramar lágrimas al recordar a su esposa, todavía no podía creerlo. Había sido demasiado rápido, tantas vidas perdidas en tan poco tiempo... era difícil de asimilar.

—Perdimos a muchos hoy —dijo Gianna, con tristeza—. A Zenna no la veo por aquí, tampoco al doctor Rogers. ¿Habrán logrado escapar?

—No deberíamos tener muchas esperanzas —contestó Jack—. El doctor Rogers debió ser el primero en... en irse. Pero, ¿y Finn?

La chica se estremeció al escuchar aquel nombre, pero no se inmutó, miró a Jack con una gran fortaleza y se dispuso a contar su historia.

La chica se estremeció al escuchar aquel nombre, pero no se inmutó, miró a Jack con una gran fortaleza y se dispuso a contar su historia

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Lluvia de Fuego: La Era del Fuego IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora