La Esquina Pt. II -Fátima-

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La cafetería de la Susi fue mi refugio durante mucho tiempo. Fue aquel lugar al cual yo me  dirigí cada día para ponerme a prueba, para intentar calmar mi miedo a ser un peligro para la sociedad y no paralizarme encerrándome por siempre en mi departamento. Si yo era capaz de sentarme en un lugar de repleto de gente durante una hora al día y no costarle la vida a nadie, entonces sería capaz de estudiar una carrera y tener un trabajo.

Fue mi reto. Fue un desafío a mi capacidad de autocontrol y tolerancia.

Cuando pasaron algunos meses y comprobé que no había causado más muertes a mi alrededor, fue como haber hecho las paces conmigo misma. Fue  darme una nueva oportunidad y permitirme vivir sin una etiqueta en mi frente, esa que Ana Paula me había escrito una vez. Eso me permitía compartir un salón lleno de estudiantes en la universidad, pero no relacionarme de una forma más personal.

Sin embargo, allí me encontraba: Yendo cada día a la cafetería de la Susi después de la universidad y permitiendo que Gianmarco se tomara su descanso cuando yo aparecía para beber un café conmigo, auto invitándose. Yo solía guardar silencio mientras él, con esa sonrisa que escondía alguna emoción amarga, me contaba cosas sobre su vida. Jamás eran situaciones específicas, simplemente comentaba alguna anécdota, soltaba una carcajada, revolvía mi cabello de forma cariñosa y tomaba la bandeja para seguir trabajando. Yo sospechaba que se estaba guardando las historias tristes para él y no me sorprendía, porque era exactamente lo mismo que yo había hecho la noche en que había salido con Lucio.

Jamás le hacía preguntas. Me limitaba a acomodarme el cabello y saludarlo al marcharme hacia el trabajo, sabiendo que volvería a verlo al día siguiente.

Gianmarco parecía conformarse con el hecho de compartir quince minutos conmigo cada día, aunque a veces me exigía con esa "sutileza" suya que fuésemos de paseo o saliera con él a algún lado. Todas las veces le dije que no, aunque comprendía que él no lo quería en un modo romántico. A veces me daba la sensación de que Gianmarco estaba tan solo como yo pese a ser un muchacho lindo y, no voy a mentirles, sumamente agradable. Una sombra lo acompañaba todo el tiempo, pero era una persona que le encontraba la ironía a todo y se reía de sí mismo. Eso le daba su encanto.

Aún recuerdo algunas de las anécdotas de aquellos primeros días.

Un día se sentó frente a mí y, con gravedad, me contó que su hermana menor se había llevado un cachorro de la calle al departamento de la tía Susi. Habían intentado regalarlo tres veces, pero la niña lloraba y el perro siempre era devuelto por sus comportamientos terribles. Finalmente, tuvieron que adoptarlo y permitieron  que Malvina, su hermana, le eligiera un nombre.

—Así que ahora tenemos un perro que se llama Morcilla —me había explicado con cara de circunstancias. Yo solté una incontenible carcajada y él pasó los últimos diez minutos haciendo bromas subidas de tono en alusión al nombre del cachorro.

Hija de la Muerte -Ganadora de los Wattys 2018-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora