Aliada

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Arrastrando a Olivia con él, Gianmarco corrió por la terminal de Córdoba en su afán por llegar al departamento de Bahiana antes de que fuese demasiado tarde

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Arrastrando a Olivia con él, Gianmarco corrió por la terminal de Córdoba en su afán por llegar al departamento de Bahiana antes de que fuese demasiado tarde. ¿Demasiado tarde para qué? Le era imposible llegar a la respuesta sin importar cuántas vueltas le diese, pero las últimas interacciones causaban pánico en él y se sentía como si avanzara inevitablemente por la recta final. La confesión de Olivia, la llamada de Bahiana y el mensaje de Fátima se unían en un juego perverso y él estaba en el medio. Pese a todo eso y a cada detalle que debería asustarlo, su preocupación era una sola: Fany. Fany y su mensaje que se sentía como una despedida.

Olivia intentaba seguirle el paso y parecía encontrarse cada vez más molesta, pero Gianmarco no podía detenerse a explicarle los mil y un porqués de su miedo.

—¡Gian! —llamó, agitada por esa carrera en la que nadie sabía de qué huía—. ¡Gian, por favor! ¡¿A dónde pensás ir?!

Él se detuvo al llegar a la avenida y casi se abalanzó frente a un taxi, arrancando un grito de terror a su ya muy alterada mejor amiga.

—¡Te vas a matar! —le advirtió.

El taxista lanzó una mirada llena de severidad a Gianmarco, pero se detuvo. El chico se abalanzó dentro sin disculpas ni explicaciones y Olivia lo siguió soltando bufidos cargados de rabia por el nivel de demencia que estaban manejando. Gianmarco indicó la dirección del departamento de Bahiana y, harta, Olivia lo tomó por los hombros como si deseara zamarrearlo.

—¡¿Qué vas a hacer?! —le espetó—. ¡¿Vas a reunirte con Fátima, es eso?!

Gianmarco la miró a los ojos con los labios presionados y esa mueca de profunda determinación que lo marcaba desde el momento en que decidió regresar a Córdoba de inmediato. No podía explicarle a Olivia lo que pensaba hacer, porque adoraba a su amiga, pero sabía que ella nunca iba a entenderlo. No estaba del todo seguro sobre las cosas que sucedían en torno a Fany, pero la amaba de un modo que nadie despertó en él jamás, tanto que ni siquiera sabía que era capaz de tal emoción. Estaba dispuesto a escucharla y, si estaba a su alcance, ayudarla también.

—Son mis padres, Gian —le recordó Olivia con la voz trémula—. Eran padres para vos también, ¿o eso se te olvidó?

—No sabemos qué pasó, Olivia —le advirtió Gianmarco y, si acaso sonó como amenaza, estaba bien porque no quería que inculpara a Fany con cosas que no eran más que suposiciones—. Merece que escuchemos su versión.

—¡¿Cuál versión?! —estalló Olivia—. ¡¿Qué de todo lo que te dije no te quedó claro?!

—¡Sé que la odiás, Olivia! —le espetó Gianmarco tan furioso como ella—. ¡Pero estamos hablando de Fátima, de mi Fátima! ¡Esto no se termina hasta que no la escuche a ella!

Acelerados y agitados como se encontraban, se amenazaron con miradas retándose a ser quien terminara por desquiciar una ya muy precaria situación. El taxista los miraba por el espejo retrovisor con una expresión mezcla de reprobación y curiosidad, como si esperase que uno de ellos le contara de qué iba el chisme. Como si alguien pudiese explicarlo, al fin y al cabo.

Hija de la Muerte -Ganadora de los Wattys 2018-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora